De pronto, cuando hasta su pibe había dicho que no, la hipótesis de la candidatura de CFK se hizo noticia (y algo verosímil). Razones posibles de la movida: el terror ante una derrota muy fulera, la descomposición de un peronismo incapaz de construir algo o alguien nuevo, la persistente potencia política de la vicepresidenta. Un poco de encuestas como para dar miedito.

El lanzamiento todavía hipotético de la candidatura de CFK a la presidencia es una de esas sorpresas –seguramente no para la militancia siempre anhelante- que solo puede generar nuestra realidad política, habitualmente precaria, inestable y cambiante. Es acaso una muestra modesta del apotegma peronista “La única verdad es la realidad”. Sentencia que corre el riesgo de dejar de lado la voluntad política o la idea de proyecto político, la forja de un destino. No hay colega que no haya dicho que fue extraño que pocos días después de que Máximo Kirchner considerara públicamente improbable que CFK se lanzara, hayamos llegado en un pase de magia a la consigna entusiasta: Cristina Presidenta.

Se concrete o no la posibilidad, el pase de magia parece estar está lejos de las racionalidades presuntas de las ciencias políticas, así como de las orgánicas largamente desaparecidas. Llamativamente, como sucedió cuando CFK ungió a Alberto Fernández, esto no parece el resultado de un largo, maduro y meditado debate ampliado, sino una opción tomada de apuro y por urgencia. Decisión presunta que está mucho más cerca de la nula institucionalidad partidaria tanto del peronismo como del kirchnerismo. Se concrete o no el lanzamiento de la candidatura, ésta sería además el producto puro, vertiginoso y confuso de la mera desintegración peronista (la transversal ya fue). Fruto de los vientos de la coyuntura más que de la historia, aunque con algunas patitas en ella.

Sí, desde la racionalidad política –sin necesariamente contener un proyecto consensuado- la candidatura de Cristina podría y solo podría ser tabla de relativa salvación para el peronismo. O menos: la conocida apuesta a la idea reiterada del repliegue ordenado del actual gobierno del Frente de Todos, ese que dejó de ser Frente y de Todos hace mucho tiempo. Es sugestivo que CFK pueda ser la precandidata siendo que está tan pero tan lejos de aquel triunfazo de un siglo atrás, 2011, cuando se llevó más del 54% de los votos. Y siendo que el núcleo duro que pasó de 40 a 35 y de 35 a 30, hoy, en la línea de largada y en algunas encuestas, anda por el 25 por ciento. El kirchnerismo no es muy de indagar cómo se pasó de un núcleo duro potentísimo a otro más humilde. Vendría bien hacer alguna averiguación.

Quién te dice, siendo tan gaseoso todo, puede que lo del lanzamiento virtual sea un simple amague que nos estemos comiendo, por razones que solo Cristina pueda entender. Acaso sea solo un agite para animar a la muchachada, para reunir voluntades, para defender territorios, para recomponer heridas y apelar a la declamada unidad. Es indudable también que Cristina es todavía hoy lo mejor que puede ofertar el peronismo, lástima que con un nivel de rechazo muy alto.

Por qué sí, por qué no

En sus últimas columnas, tanto Horacio Verbitsky como Diego Genoud, a quienes el que escribe respeta mucho, dieron como muy verosímil el lanzamiento de la candidatura que otros llaman operativo clamor. El que escribe es más escéptico: ¿le conviene a Cristina ser la cara de la derrota? ¿Y al kirchnerismo? ¿Es para ella una cuestión de responsabilidad política que este gobierno –producto de un armado suyo con lo que tuvo a mano- deje el poder de la manera más mansa y ordenada que se pueda?

Se puede pensar en argumentos complementarios para el lanzamiento de la candidatura. A CFK –aunque eventualmente ella prefiriera quedarse en casa para hacer macramé o salir a dar charlas por el mundo- le puede convenir conservar su centralidad política, su poder interno en la entelequia peronista, además de ser más dueña de la lapicera. No la de Alberto (la de tomar mejores decisiones de gobierno), sino la que le permitiría poner a más de los suyos de las listas electorales de lo que le correspondería. El famoso dedazo. En buena medida las riñas intestinas del peronismo presente no tienen tanto que ver con la improbabilísima postulación de Alberto Fernández o la emergencia de otras candidaturas, sino que se producen pichuleando los cargos futuros. Otro argumento posible: sosteniendo su caudal político y con parte de la sociedad respaldándola, CFK tendría –solo teóricamente porque ya vemos cómo siguen las cosas- mejores posibilidades de afrontar las eternas causas judiciales.

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Se lance o no se lance, el canto gremial o camporista de la consigna “Cristina presidenta” que se escuchó en estos días se parece con un dejo de tristeza a aquella canción que cantaba Camilo Sesto. Decía Camilo Sesto, no Cienfuegos: “Vivir así es morir de amor. Melancolía”. El primer verso se lamentaba de este modo: “Siempre me traiciona la razón y me domina el corazón”. Eduardo Aliverti escribió sobre esto y sobre el apoyo explícito de CFK a Massa: a dominar las emociones y a usar la cabecita, hermanos kirchneristas que tildan a Massa de traidor, que la Jefa cuando quiere es bien pragmática. Aliverti lo dijo con otras palabras, claro. Y ahora, como tantas reiteradísimas veces, con mucho más de verticalismo y “cupulismo” político que de institucionalización política participada, todos esperan a ver qué dice la Jefa el 17 de noviembre, Día de la Militancia remota, memorias ajadas del retorno de Perón al que Cristina en sus años más audaces solía nombrar poquito porque era más progre e institucionalista que el General.

En la espera, gobernadores (Axel incluido), intendentes, La Cámpora, el Evita, salen desesperados a hacer lo poco que atinan: amurallar sus territorios, si es posible con guita del Estado en obras y ayuda social. A alambrar, en lugar del desalambrar épico de Viglietti, altri tempi.

Débiles y más débiles

Hay más de gris y brumoso en este lanzamiento virtual. Se trataría de un manso triunfo de la debilidad de CFK (debilidad comparada con sus tiempos de gloria) sobre la debilidad mayor, ajena, enorme, del peronismo. Un peronismo que lleva años desperezándose como sistema gaseoso en expansión, sus moléculas cada vez más alejadas las unas de las otras. Aun en los largos años kirchneristas la vieja rama sindical destruida por la dictadura y el menemismo se la pasó bostezando como bosteza hoy, en un rol –hay bonitas excepciones- conservador, siempre atentos los popes sindicales a las obras sociales más que a sus bases y –menos aun- a los más marginados del sistema: trabajadores en negro, desempleados, cuentapropistas.

Es también evidente: CFK –aun si fuera contra su voluntad o su deseo- sería candidata porque el otrora magnífico peronismo no ha construido un puto liderazgo nuevo, o liderazgos. La centralidad, el verticalismo y el decisionismo kirchnerista tienen su responsabilidad. La anomia peronista general también, así como el conservadurismo, encierro y mediocridad de tantos peronismos, incluidos los provinciales. Es un hecho demasiado naturalizado pero patético: del otro lado la derecha tiene a Rodríguez Larreta, Macri, Bullrich, Gerardo Morales, Milei. Del lado del Frente de Todos, ¿quién? ¿Alberto? ¿Massa? ¿Nadie quiere? ¿Nadie se anima?

Solo Cristina, con su polenta, su voluntad, su capacidad y las adhesiones en caída que aún conserva (y las que podría recuperar) se impone sobre la fragmentación y dispersión, más el fracaso de la experiencia del Frente de Todos, la precariedad con que pudo armarse en emergencia, sin proyecto de país consensuado por los dirigentes. Si es por el experimento fallido del Frente de Todos, habrá que subrayar y prever que aquello que eventualmente lidere Cristina candidata deberá ser, no hay otra, un nuevo experimento imprevisible.

Hay más. Pasen y vean, ya lo saben: el grandioso pueblo peronista ya no es lo que era, por esos barrios se vota no solo a Macri, Bullrich o Rodríguez Larreta. Se empatiza con los gritos furiosos de Milei y Espert.

En ese paisaje desolado parece que solo queda CFK como único polo magnético de un peronismo eternamente invertebrado y miope, también jodido. Incluyendo gremios, gobernadores, movimientos sociales. Puede considerarse la candidatura como un “es lo que hay” por parte de quienes la respalden, los no kirchneristas. Una candidatura que en muchos casos sería apoyada sin mayor entusiasmo, como quien dice para pasar el invierno.

Vuelta a decirlo: que no haya otras alternativas es una tragedia peronista y argentina, no por cuestionar las capacidades de Cristina sino por la medianía del peronismo y la del progresismo también. Un peronismo que se parece a lo que es el gobierno, una mano invisible. No, ni un mísero gobernador presidenciable, no digamos ya un líder sindical –un mini Lula, Moyano quiso serlo- o alguien surgido de los movimientos sociales. Axel Kicilof pudo ser el presidenciable, por ahora no, acaso a futuro si las cosas anduvieran mejor.

Volvemos a repetir la idea: tantos años en el poder, de Néstor a Alberto Fernández, y que no haya surgido ningún cuadro de primerísimo orden, qué malaria. O acaso deba decirse algún dirigente nuevo y potente, con caudal político. Nadie tampoco surgido de La Cámpora, agrupación cuyo nombre homenajea a un hombre que ejerció la presidencia unos pocos meses, como si la denominación condenara a algún tipo de fugacidad o de destino imposible.

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No es casualidad que solo Máximo Kirchner, cuadro consistente, asome la cabeza por encima de los demás. Máximo, hijo de Néstor y Cristina. Se pasó la vida y la adolescencia escuchando hablar de política, de la vieja militancia de sus viejos y de la que renació al fin de la dictadura. Se formó así, se sigue formando, aprendió. Pero con alguna mala leche podría decirse que a Máximo los viejos le regalaron una agrupación como si se tratara de un regalo de Navidad. Esto no va en contra de su talento político, su capacidad de trabajo, incluso de virtudes que sus viejos no necesariamente tuvieron. Máximo fue en su momento más empático que su madre, más simpático también, más humano, sonriente y más dialoguista. Es ideológico, como su madre, y, como ella, es inteligente.

Pero tiene un problema serio. ¿Cuándo y cómo escucha la sociedad a Máximo Kirchner? O al revés: ¿cuándo consigue Máximo Kirchner interpelar mejor a la sociedad? Aparece mediado por los medios, con lo que eso tiene de problemático. Repite el error de sus viejos, esconderse de los medios en lugar de buscarle la vuelta a la cosa. Repite el error: concebir a los medios solo y exclusivamente como un espacio diabólico, y a cambio no potencia el uso de las redes sociales.

Cuando los Kirchner le escapan a los medios hay algo que se parece más a la huida que al coraje o la audacia; más a la rusticidad que a la sofisticación. Cuando se lo puede ver a Máximo (o a Cristina) por C5N aparece dirigiéndose a su propia tropa, el eterno vicio que empequeñeció y marchitó al kirchnerismo, expulsando a tantos. Máximo puede hablar ante auditorios de 500 o 5000 personas y es más que interesante apreciar con qué atención lo escuchan jóvenes provenientes de las clases populares. Con eso no alcanza en absoluto. Faltan millones.

Hace tiempo que se convirtió en un primus inter pares en relación con otros políticos, incluyendo la que fue o sigue siendo una buena relación con Sergio Massa. Aun así y visto a la distancia, podría arriesgarse que cuando dejó de ser jefe de bloque por oponerse al acuerdo con el FMI fue como el día aquel de los años ’70 en que ocho diputados de la JP renunciaron a sus bancas tras discutir con Perón. O como cuando Montoneros pasó a la clandestinidad. Los fierros y no la política. En este caso, el de Máximo, hay mucho de pasilleo con otros políticos, mucho discurso para los convencidos y como consecuencia una cierta, fatal, lejanía de la sociedad, como la de tantísimos políticos.
Acabo de abrir la web de La Cámpora. Hacía añares que no lo hacía. Bien arriba: varios titulares en los que toda la centralidad pasa por Máximo Kirchner. Luego títulos dedicados a Cristina. Endogamia al palo. Visualmente la web envejece 30 años. Conceptualmente es un boletincito exclusivamente dedicado a la militancia.

La sociedad, lejos.

Diviértase con las encuestas

Pasamos ahora a hacer algunos ejercicios lúdicos con las encuestas y las posibilidades electorales de Cristina/el neo Frente de Todos/el que se anime.

Primero y principal, por supuesto: la maldita inflación es el problema central que afecta a la gente, lo que jode a los argentinos y jode al gobierno. Inflación que los ortodoxos siguen ligando única y exclusivamente al gasto estatal cuando hete aquí, y ajuste mediante, éste viene muy pero muy por debajo de la fiera curva inflacionaria. Inflación que otros prefieren relacionar con el drama de los mercados concentrados. Mercados concentrados con los que no pudieron Guzmán ni parece poder o querer Sergio Massa, a quien CFK dedicó aquel mimo sugestivo en su última aparición pública. A su vez, en esa aparición pública, CFK dijo la línea de celebridad pasajera: “No hablo de lo que vamos a hacer sino de lo que ya hicimos”. Frase a analizar con un cachito de frialdad, siendo que entre lo que “hicimos” está el haber hecho muy poco durante los gobiernos de la propia CFK con aquel magnífico adalid del verticalismo armado que fue Guillermo Moreno, que no se destacó por desconcentrar los mercados. Durísimo al pedo Moreno en los ademanes y el discurso, admirado por militantes igualmente durísimos. Finalmente, un piantavotos formidable y un inútil, que le sumó al kirchnerismo –con CFK bancándolo- un daño político gigantesco por su manejo del INDEC.

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Encuestas y proyecciones, entonces. Hagámosla sencilla primero. Uno imagina como medio mundo que el candidato y ganador de la presidencia será Horacio Rodríguez Larreta. Ni Macri ni Patricia Bullrich. Uno descree en el paisaje de guerritas internas que alimenta al periodismo del presente perpetuo que haya un quiebre de la derecha cambiemita o alguna audacia de una parte del radicalismo que rompa, apostando a la suya.

¿Qué podría complicar esa victoria del Pelado? No el porcentaje que obtenga un ¿nuevo? Frente de Todos, con o sin Cristina (¿30 a 35 por ciento de los votos nacionales con suerte y mucho viento a favor?). Acaso sí podría empiojar el viaje de Larreta a la presidencia un rapto de furia de Bullrich aliada con Milei, o Macri+Bullrich+Milei.
L

as encuestas que se manejan hoy son infinitamente prematuras para guiarse solo por ellas, más allá de los fracasos de las consultoras en elecciones como las de Argentina y Brasil. Pero son una guía relativa, acaso el bastón de un ciego. Vayamos a algunas de ellas.

Managment & Fit, posicionada ideológicamente a la derecha, dice que más del 70% de los encuestados en el conurbano desaprueban la gestión de Alberto Fernández (el porcentaje es similar en otros estudios a nivel nacional). Con semejante nivel de desaprobación, agarrate Catalina, agarrate Cristina o quien se anime. En provincia, siempre según M&F ganaría Diego Santilli: 36,6%, dos puntos arriba de Axel Kicillof. 11 y pico para Milei, 8 y algo para el FIT. Siempre en provincia, vamos a las candidaturas a presidente: 44,4% para el Pelado, 37,1% para CFK, desastre. Y haciendo lío con otros nombres posibles: Patricia Bullrich con 36,4%. Massa 30,4%. Macri 28,7%. Javier Milei, tá que los parió, 27,5%.

A Ricardo Rouvier le creemos más, aunque ciertos dirigentes kirchneristas se enojaran con él cuando les llevaba malas noticias.
Imagen negativa de Alberto Fernández 63%, contra 66% del mes anterior (gracias Massa por aquietar las aguas. Ah, no. ¡Maldito traidor!). En término de imagen más positiva que negativa solo emergen el Pelado, (+3,5% de diferencial), Patricia Bullrich (+4,2%), María Eugenia Vidal (+3,3%) y Facundo Manes (+12,2%). Cristina candidata jugaría con un diferencial de -31%. Una maravilla de pole position.

Elección a presidente (sigue Rouvier). Juntos por el Cambio: 38% versus 27% del Frente de Todos. 14% machazo para La Libertad Avanza. Las cosas se modifican algo en la encuesta de Rouvier cuando se trata de nombres propios. Si los presidenciables fueran el Pelado, Massa y Milei, conseguirían 33, 23 y 13%, respectivamente. Si se presentaran Larreta, CFK y Milei andaríamos así: 32%, 27%, 16%.

Vuelta a aclarar que estamos casi jugando, dibujando, especulando. Pero llama la atención que los pisos de todos son bajos. Y volvemos a recordar la curva descendente de CFK y Alberto: 54 y pico en 2011, 33% en 2021. La mano viene jodida desde hace tiempo.
S

e publicó por ahí una encuesta rara de la consultora Zuban Córdoba (no tenemos el gusto de conocerla), que como las anteriores es de octubre pasado. Dice esta gente que el núcleo duro de votantes de Cristina ronda el 28,1% a nivel nacional. ¡Un puntito más!
Otra consultora, Analítica, añade una obviedad hipotética: el horrible Milei podría sumar sufragios si el candidato cambiemita fuera el Pelado y no Patricia Bullrich. Otras encuestas que pueden ser pagas o tan delirantes como los simpatizantes de Milei aseguran que en ciertas provincias del norte este muchacho que se posesiona fácil lidera las mediciones de imagen positiva. ¡Pero cómo! ¡Si también eran peronistas esas tierras, pucha carajo!

Como sea y crucial: Milei/Espert crecen porque hay furia, porque hay desintegración social, porque no hay proyectos de vida viables –atención con la franja de los jóvenes-, porque la sociedad es un todos contra todos del que sacan ganancia las bestias. Es tan bajón, siendo que ya usábamos la expresión “ruptura del tejido social” a fines de la dictadura e inicios del alfonsinismo. Milei crece tras un larguísimo ciclo de vaciamiento de la democracia, de su sentido potencialmente transformador y crecimiento de la pobreza y el malestar.
Así estamos de lindo. Mientras tanto, sigue la larga historia retomada del silencio gélido entre los dos Fernández, ambos en la cumbre del

Estado. En paralelo, el otro Fernández, el simpaticón, Aníbal, se intercambia chicanas de escuela primaria con Máximo Kirchner al bonito ritmo de la cumbia electrónica intitulada, literalmente, “El boludo sos vos”.
Que baje del cielo santificado Gustavo Cerati. Y que les diga: gracias totales.

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