La cultura magdaleniense se comía a sus seres queridos para deshacerse de sus cuerpos tras la muerte. Esta es la conclusión de un extenso análisis de huesos descubiertos en diversos yacimientos arqueológicos de toda Europa, incluidos Polonia, Rusia, Alemania, Bélgica, Francia, España e Inglaterra. Se trata de la evidencia científica más antigua de canibalismo humano como práctica funeraria.

Los humanos de la Edad de Piedra practicaban el canibalismo con sus muertosMidjourney/Sarah Romero

Esta práctica de canibalismo como parte de las costumbres funerarias era practicada por los antiguos europeos hace unos 15.000 años, en un ritual que nada tenía que ver con la necesidad de supervivencia (no era por hambre) sino por la prevalencia de los fallecidos como ritual funerario como parte de su extraña cultura.

“En lugar de enterrar a sus muertos, esta gente se los comía. Interpretamos la evidencia de que el canibalismo se practicó en múltiples ocasiones en el noroeste de Europa durante un corto período de tiempo, ya que esta práctica formaba parte de un comportamiento funerario difuso entre los grupos magdalenienses. Eso en sí mismo es interesante porque es la evidencia más antigua del canibalismo como práctica funeraria”, expuso Silvia Bello, experta en la evolución del comportamiento humano del museo, en su trabajo publicado en la revista Quaternary Science Reviews.

No fue un incidente aislado

Los investigadores del Museo Nacional de Historia de Londres revisaron la literatura existgente para identificar 59 sitios magdalenienses que cuentan con restos humanos, como la cueva de Gough en Cheddar Gorge, Somerset (Inglaterra), un conocido yacimiento paleolítico con cráneos humanos con lo que se cree se usaban como tazas o copas. Quince de estos yacimientos mostraron evidencia clara de restos humanos con marcas de masticación, huesos del cráneo con marcas de cortes y huesos rotos intencionalmente en un patrón asociado con la extracción de médula ósea para obtener nutrientes, lo que indica que se practicaba el canibalismo. Otros 10 mostraban evidencia de entierro y dos de ellos presentaban evidencia combinada de entierro y canibalismo. Entre otras cuevas estudiadas con indicios de prácticas caníbales de temática ritual también se encontraban la cueva de Courbet en Francia, la cueva de Maszycka en Polonia, El Castillo de Cantabria en España y Peterfels en Alemania.

«El hecho de que encontremos que el canibalismo se practica a menudo en múltiples ocasiones durante un corto período de tiempo, en un área bastante localizada y únicamente por individuos atribuidos a la cultura magdaleniense, significa que creemos que este comportamiento fue realizado ampliamente por los magdalenienses, y por lo tanto era un comportamiento funerario en sí mismo», explicó William Marsh, investigador del Museo de Historia Natural que ha estado estudiando los restos humanos encontrados en la cueva de Gough para su doctorado.

Los magdalenienses fueron una de las primeras culturas de cazadores-recolectores en Europa occidental, que datan de hace entre 17.000 y 12.000 años. Se cree que entraron en Gran Bretaña desde Bélgica y los Países Bajos hace unos 15.000 años, cuando las islas británicas todavía estaban conectadas con Europa continental. En ese momento, el clima de la Tierra estaba comenzando a calentarse después de la edad de hielo más reciente, cuando las capas de hielo y los glaciares cubrían alrededor de la mitad de Europa, América del Norte, América del Sur y gran parte de Asia.

Algunos de los restos fósiles analizadosThe Trustees of the Natural History Museum, London

Europa en el Paleolítico

La otra cultura prevaleciente en Europa durante el Paleolítico superior tardío fue la epigravetiense, que enterraba a sus muertos con ajuares funerarios de una forma que quizá nos resulte más tradicional con los estándares modernos. Así, los pueblos antiguos de la civilización magdaleniense practicaban el canibalismo, pero los de la cultura epigravetiense eligieron el entierro sin canibalismo.

«Hubo un cambio hacia la gente que enterraba a sus muertos, un comportamiento que se observa ampliamente en todo el centro-sur de Europa y se atribuye a una segunda cultura distinta, conocida como epigravetiense», apuntan los autores.

Según las conclusiones de este estudio, era más probable que el canibalismo fuera un «comportamiento compartido» en la Edad de Piedra. En algunos casos, alteraron los huesos residuales para crear nuevos objetos. No está extendido en todas las culturas ni se limita a una cultura o grupo específico. El actual descubrimiento de la evidencia más antigua conocida de canibalismo como práctica funeraria invita a realizar más investigaciones y desafía nuestra comprensión de los rituales funerarios y el significado cultural del canibalismo entre los pobladores de la Edad de Piedra.

Sea como fuere, se trata de resultados preliminares y se necesita un mayor análisis de los resultados a mayor escala para examinar completamente los hallazgos, dijeron los investigadores.

REferencias: 

  • William A Marsh et al, Cannibalism and burial in the late Upper Palaeolithic: Combining archaeological and genetic evidence, Quaternary Science Reviews (2023). DOI: 10.1016/j.quascirev.2023.108309
  • Marlar, R., Leonard, B., Billman, B., Lambert, P., & Marlar, J. (2000). Biochemical evidence of cannibalism at a prehistoric Puebloan site in southwestern Colorado. Nature, 407, 74-78. https://doi.org/10.1038/35024064.
  • Wissinger, S., Whiteman, H., Denoël, M., Mumford, M., & Aubee, C. (2010). Consumptive and nonconsumptive effects of cannibalism in fluctuating age-structured populations.. Ecology, 91 2, 549-59  https://doi.org/10.1890/08-1366.1.
  • Morse, D. (2004). A test of sexual cannibalism models, using a sit‐and‐wait predator. Biological Journal of The Linnean Society, 81, 427-437. https://doi.org/10.1111/J.1095-8312.2003.00294.X.
  • Carbonell, E., Cáceres, I., Lozano, M., Saladié, P., Rosell, J., Lorenzo, C., Vallverdú, J., Huguet, R., Canals, A., & Castro, J. (2010). Cultural Cannibalism as a Paleoeconomic System in the European Lower Pleistocene. Current Anthropology, 51, 539 – 549. https://doi.org/10.1086/653807.
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