Los bancos centrales de los países desarrollados siguen impulsando una política monetaria contractiva para intentar contener las tensiones de precios en sus economías. La semana pasada la Reserva Federal de Estados Unidos volvió a subir el costo del dinero, elevando las tasas a niveles del 4 por ciento anual, una cifra que era casi cero por ciento a inicios del año.

En la misma sintonía el Banco Central de Inglaterra realizó en los últimos días su mayor aumento de tasas de los últimos 33 años, para ubicarla en torno del 3 por ciento anual. Se trata de un país con serias dificultades para contener la inflación, encarrillar el mercado inmobiliario (que sufre un fuerte aumento de los costos de las hipotecas) y la volatilidad de la libra.

Se espera que la economía inglesa se mantenga en recesión hasta mediados de 2024, en una perspectiva que comienza a replicarse para otros países desarrollados. Por este motivo los grandes banqueros de Wall Street y fondos de inversión globales buscan reforzar sus mecanismos de presión.

Consideran que las autoridades monetarias de Estados Unidos y el resto de las potencias occidentales está sobreactuando con la política monetaria, generando una crisis de actividad mayor a la necesaria y, como consecuencia, ocasionado la pérdida de miles de millones de dólares en el valor de sus acciones.

La cabeza del JP Morgan, Jamie Dimon, es uno de los que aprovecha cada una de sus apariciones públicas para plantear que la suba de las tasas de interés comenzaron a generar problemas profundos para las economías, en un mundo desacostumbrado a que el costo del dinero suba.

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Dimon estaría realizando una gira por Latinoamérica y podría llegar a la Argentina en los próximos días para reunirse con grandes empresas locales. El JP Morgan es uno de los bancos internacionales con una tenencia grande de bonos soberanos del país. De la misma manera que ocurre con otros gigantes de la industria financiera como Blackrock.

Justamente este fondo de inversión global dirigido por Larry Fink junto a otro similar llamado Vanguard son los dos grandes jugadores de las finanzas internacionales que más presionan por frenar las subas de las tasas de interés de la Reserva Federal y el resto de los bancos centrales de países desarrollados. Son los accionistas principales de las empresas más importantes de Wall Street y con el cambio de la política monetaria sus negocios empezaron a sacar chispas.

El conflicto de intereses detrás de las medidas restrictivas que toman los banqueros centrales de Estados Unidos y Europa es impactante y para observarlo alcanza simplemente con revisar la tenencia de acciones que tienen Blackrock y Vanguard en las grandes tecnológicas de occidente, es decir algunas de las compañías que más perdieron con la suba de la tasa de interés.

Por ejemplo Vanguard es el accionista principal del grupo Alphabet (Google) con casi el 7,5 por ciento del paquete accionario, mientras que BlackRock es el segundo accionista con casi 4,5 por ciento. En Amazon se repite este podio con una tenencia de 6,4 y 3,6 por ciento, respectivamente.

Esas cifras son algo similar a lo que pasa con el grupo Meta (Facebook), donde Vanguard tiene 7,5 por ciento y Blackrock un 4,4 por ciento. Usando las palabras de uno de los principales filósofo y economista de todos los tiempos, Carlos Marx, y considerando a modo de ejemplo que Facebook perdió en lo que va de este año 70 por ciento de su valor, es evidente porqué se despiertan las «furias del interés privado».

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