La intuición y la experiencia regían antes la crianza, pero hoy los padres parecen recostarse en profesionales de la salud y la educación para ejercer su rol, en lo que puede leerse como un debilitamiento de la autonomía para definir un modelo de crianza como también como una oportunidad para replantear los viejos paradigmas centrados en el castigo y la rigidez.

¿Están los padres más desorientados que en generaciones anteriores o es la sociedad que intenta convencerlos de que deben ser socorridos desde el afuera para criar a sus hijos? «No creo que se hayan llevado por la intuición nunca, creo que ese es un terreno a ganar, que tenemos que militar. Antes la crianza se organizaba en torno a usos y costumbres de la época, la opinión de las abuelas, e incluso en algunos momentos en torno a técnicas conductistas de algunos profesionales», opina la puericultora Violeta Vázquez.

«Es una época en que los padres tenemos muchos diálogos internos en relación a la crianza, reflexiones que no se dieron en todas las épocas, donde las cosas eran como habían sido, y ya. Ahora nos replanteamos, y tenemos acceso a muchas formas de desplegar nuestras herramientas. Es positivo pero también confunde», se sincera.

Vázquez relativiza la eficacia de las escuelas para padres o los tips de crianza y apuesta en cambio a que cada familia encuentre un modelo propio basado en su historia y sus expectativas: «Que aparezcan voces autorizadas no está mal, siempre que podamos hacer nuestra propia síntesis y nuestro propio camino. Ya es hora de desterrar la medicina basada en la eminencia, y analizar la evidencia haciendo, también, un análisis antropológico y sociológico de nuestro acceso a la salud», sostiene.

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«No generalizo, mi base de pensamiento es psicoanalítica, pero sí creo que ‘desorientados’ es una palabra que hace total referencia a lo que se observa hoy en las consultas. A menudo vienen al consultorio papás y mamás que se encuentran desbordados por otras problemáticas paralelas a la crianza y que sinceramente no pueden ejercer por sí mismos la maternidad y paternidad «, explica la psicóloga y especialista en crianza Karina Pintos.

«También hay otros tantos que no pueden hacerse responsables de las decisiones en relación a la crianza de los hijos y en consecuencia hay debilitamiento en la toma de decisiones y en la autoridad y las decisiones quedan en manos de personal empleado o abuelos o profesionales de la salud», acota.

El rol de los profesionales de la salud

Para la pediatra y puericultora Sabrina Critzmann, siempre hubo voces alrededor de la crianza: «De los abuelos, del entorno… hoy no es la excepción. No se puede criar en soledad. Actualmente hay muchísima información en redes sociales y ya no se habla incluso de ‘pacientes’ sino de ‘consultantes informados’. Y no creo que haya un debilitamiento, al contrario, hay un empoderamiento de los mapadres que tiene que ver con el acceso a la información».

«Sí se ve la necesidad de un acompañamiento profesional: es parte de una deconstrucción de muchos mitos y la creación de nuevos paradigmas. Estamos en un momento de quiebre: esperamos que las próximas generaciones, criadas con más amor, tengan ya en claro que golpear no es una manera de relacionarse, y no haya que «convencerlos» de esto, sino que lo traigan intrínsecamente», señala.

«El problema no son nuestros hijos, pero tampoco somos nosotros. El problema es una sociedad cuyas exigencias son radicalmente incompatibles con las necesidades de los bebés y también con las de quienes cuidan de ellos», dice la filósofa y escritora española Carolina del Olmo en su libro “¿Dónde está mi tribu?”.

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¿Son tan fuertes las exigencias sociales que recaen sobre las madres? «Claro que sí. La sociedad no es el vecino, es la construcción de cómo pensamos todos, en este caso la maternidad. El puerperio es una crisis vital, un duelo, y como tal requiere cierto acompañamiento y entendimiento, una forma de empatía particular. No solo pasa en el puerperio, pasa en la vejez, en la adolescencia, en la infancia. El mundo está diagramado para los jóvenes adultos, con salud e independencia, de clase media y sobre todo varones. Los demás quedamos por fuera», analiza Vázquez.

«Estoy absolutamente de acuerdo en que los hijos nunca son ni deben ser el problema, el problema es una sociedad que exige más de lo que da y exige sobre una base que los individuos que la habitan no la tienen: nos piden que seamos las mejores madres y padres pero no nos ayudan a que podamos ir a ese acto escolar y nos exigen que hagamos lactancia exclusiva pero no contamos con la contención necesaria para dar a nuestra cría el mamar a libre demanda», indica Pintos.

Por su parte, el problema para Critzmann es que «estamos en una sociedad que todavía exige criar como si no trabajáramos remuneradamente, y trabajar como si no criáramos. Y va a pasar mucho tiempo hasta que realmente cambie».

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