Médicos, enfermeros y otros profesionales de la salud fueron los héroes durante estos mil días de pandemia. Sin embargo, hubo otro grupo de personas que también fueron esenciales para frenar el Covid-19.

Son los voluntarios de los ensayos clínicos de las vacunas contra el coronavirus. Un puñado de miles de personas que pusieron el cuerpo por los ocho mil millones de habitantes del planeta. El Covid-19 no se fue, pero las vacunas nos devolvieron la “normalidad” a nuestras vidas.

Ana (se omite su nombre real por la confidencialidad del estudio) recuerda que tomó la decisión de participar en un ensayo clínico en el peor momento de la pandemia. “Realmente necesitaba hacer algo para ayudar y la esperanza más directa eran las vacunas. La sensación era: ‘Me voy a sentir muy mal si no hago algo concreto por esa esperanza’”, recuerda.

El caso de David es parecido: “Lo tomé como un deber cívico. Mi madre es médica y se dedica a la investigación clínica, entonces conocía la importancia de este tipo de ensayos”.

Los ensayos clínicos están divididos en tres fases. La primera involucra a pocos voluntarios. Para el caso de las vacunas de Covid-19, en algunos casos se combinaron las fases 1 y 2 para acelerar el proceso. La primera vacuna en iniciar la fase 1 fue la de Moderna, el 16 de marzo de 2020, apenas tres meses después de que el virus surgió en China.

La fase 3 ya requiere la participación de miles de personas de todas las edades, etnias y con diferentes problemas de salud de fondo. Es la etapa en la que se prueba la vacuna en la vida real.

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Hay unas 30 vacunas contra el Covid-19 autorizadas en todo el mundo. Entre las seis fórmulas más conocidas en Argentina (Pfizer, AstraZeneca, Moderna, Sputnik V, Sinopharm y Cansino), se reclutaron unos 200 mil voluntarios.

Gracias a todos ellos, hoy se pudieron vacunar unas 5.460 millones de personas en el planeta, según Our World in Data.

Un trabajo y sus riesgos

Fernando Riera, médico infectólogo del sanatorio Allende y responsable del ensayo de una vacuna contra el Covid-19 en Córdoba, valora el aporte de los voluntarios durante la pandemia. “Participar de un ensayo es un trabajo que hay que tomar con responsabilidad y requiere dedicación”, comenta.

Además de tiempo, para el caso de las vacunas contra el Covid-19, había dos riesgos. El primero era que podía tocarles placebo. “Participar de un ensayo conlleva un beneficio para el voluntario porque recibe la vacuna o fármaco de punta que se está probando o, al menos, una terapia que ya está en el mercado con la cual se compara. Pero, en el caso de Covid-19, era la vacuna nueva o un placebo”, cuenta Riera.

“Más que miedo a que fuera placebo, tenía esperanza de que fuera la vacuna. Sobre todo cuando pasaban los meses y aún no empezaba la vacunación para gente de mi edad”, cuenta Ana, quien, a pesar de ser joven, tiene asma.

David confiesa que no tenía miedo de que le tocara placebo, porque igual se cuidaba mucho para minimizar los riesgos de contagio. “De todas formas, me di cuenta de que me habían aplicado la vacuna porque, tras la inyección, tuve fatiga y fiebre como efectos adversos”, comenta.

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El segundo riesgo es que la mayoría de las fórmulas se basaron en plataformas nuevas de vacunación con pocas pruebas en humanos. Son los casos de los diseños sobre ARN mensajero de Moderna y de Pfizer; y de vector viral, para AstraZeneca y Sputnik V.

El proceso

Riera remarca que durante los ensayos el equipo está encima de los voluntarios para controlar hasta el mínimo detalle. “Es fundamental cuidar la seguridad de la gente”, asegura el especialista.

De hecho, en el ensayo que estaba realizando el equipo de Riera ocurrió algo excepcional. La ola de coronavirus avanzó fuerte durante el estudio y ya había otras vacunas disponibles. “Les dijimos que abandonaran el estudio y se vacunaran con las otras fórmulas. Pero muchos nos decían que estaban confiados y se hicieron hinchas del ensayo clínico”, cuenta el médico.

“No me sentí un conejillo de Indias, sino más bien como activista por la salud. Me ponía muy triste ver el impacto del aislamiento sobre todo en niñes y adolescentes, o en gente grande que se deprimía” recuerda Ana.

Y asegura: “No fue ningún esfuerzo porque había centros de prueba descentralizados y te mandaban un auto para llevarte”. David también cree que participar no fue un gran esfuerzo. “Solo hay que ir al hospital ante cualquier síntoma compatible con Covid-19, o cuando los investigadores te lo solicitan, y también llevar un diario de síntomas después de cada dosis”, enumera.

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