Desde la asunción del presidente Abdalá Bucaram, el Ecuador vive un periodo de privatizaciones, denuncias de corrupción generalizadas y de mayor concentración de la riqueza en el segmento más rico de la sociedad. Bucaram, conocido por su apodo de «el Loco», es un excéntrico personaje que combina un discurso populista con promesas de difícil cumplimiento. Pero además constituye la figura más visible de un vasto sistema de apropiación ilegal de la riqueza pública. El 5 de febrero de 1997 comienza una revuelta popular contra el gobierno. El presidente, aunque carece de apoyo de los dirigentes y las fuerzas armadas, se niega a renunciar. El Congreso se reúne en sesión especial y dispone la destitución de Bucaram alegando que carece de las facultades mentales adecuadas para el cargo. Asume provisionalmente en su lugar la vicepresidente Rosana Arteaga, pero poco después el Congreso le entrega el poder al Presidente del Parlamento, Fabián Alarcón.

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