Los partidos de extrema derecha vivieron durante décadas en la sombra en la Alemania de posguerra, pero eso cambió hace una década, cuando fue fundada la formación Alternativa para Alemania (AfD).

Este lunes, la AfD celebrará su 10º aniversario en Königsstein, cerca de Fráncfort. El partido tiene ahora escaños en el Bundestag (Parlamento Federal) y en 15 de los 16 parlamentos regionales. Además, obtuvo resultados electorales superiores al 20 por ciento en los estados federados del este.

Fundado en 2013 como un partido de críticos con el euro, opuestos al rescate de países del sur de Europa y partidarios de una disolución ordenada de la unión monetaria europea, después se desplazó hacia la derecha en temas como la migración. La Oficina Federal para la Protección de la Constitución (servicio de inteligencia interior) lo calificó como sospechoso de extremismo.

No estaba muerto…

Muchos miembros fundadores abandonaron el partido hace tiempo y, en vista de las peleas internas y de su progresiva radicalización, a menudo se le ha dado por muerto. Pero en las encuestas se sitúa actualmente entre el 12 y el 15 por ciento a nivel nacional, muy por encima de su resultado en las elecciones generales de 2021 (10,3 por ciento).

“La AfD se ha desarrollado como un camaleón”, afirma el experto en extremismo de derechas Alexander Häusler, de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Düsseldorf, quien argumenta que una de las razones de su auge es que en un principio no procedía de la extrema derecha organizada.

Häusler recuerda que en un comienzo había tres alas en la AfD –liberal económica, conservadora nacional y populista de derechas–, pero que su evolución fue en dirección opuesta a partidos de derecha europeos, como el Frente Nacional francés (hoy Rassemblement National), que intentó “civilizarse”. La AfD se movió hacia los extremos.

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Además, según el experto, en Alemania existe desde hace tiempo una brecha en el espectro partidista entre la democracia cristiana y los partidos escindidos de extrema derecha, como el NPD (Partido Nacional Democrático de Alemania).

“La AfD consiguió ocupar ese vacío”, dice Häusler. Hasta entonces, en Alemania existía “la mayor brecha” desde hacía décadas entre las actitudes de derechas, por un lado, y el comportamiento electoral de derechas, por el otro. Eso cambió con AfD, subraya.

La copresidenta del partido, Alice Weidel, niega que sea hoy una AfD diferente a la de hace 10 años. En una entrevista concedida a DPA a finales de año, Weidel se describió a sí misma como una “política liberal-conservadora que representa valores centristas”.

Guerra ajena

Weidel acusó al Gobierno alemán de librar “una guerra económica contra Rusia” con sus sanciones. Alemania, dijo la líder de la AfD, debería haber adoptado un papel neutral en el conflicto de Ucrania. “Esta no es nuestra guerra, en absoluto”, dijo Weidel.

Esta actitud caló hondo sobre todo en el este de Alemania. Allí, las empresas sufren especialmente las sanciones, y hay más comprensión hacia Vladimir Putin que en el oeste del país. Cuando en otoño de 2024 se elijan nuevos parlamentos estatales en Sajonia, en Turingia y en Brandemburgo, la AfD espera poder cogobernar allí.

En Turingia, fue la fuerza más fuerte con un 25 por ciento en una encuesta de noviembre. El hecho de que la Oficina Federal de Protección de la Constitución haya calificado a su líder regional Björn Höcke como ultraderechista no parece molestar lo más mínimo a muchos turingios.

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Höcke justificó la invasión rusa de Ucrania diciendo que Putin había reaccionado a “la ofensiva de una potencia ajena a la región” (Estados Unidos).

Weidel considera “absolutamente realista” la participación de la AfD en algún gobierno regional del este de Alemania y apuesta por la cooperación con los democristianos de la CDU. En Sajonia, ambos partidos juntos suman dos tercios del electorado. “No es posible seguir negándose a cogobernar para siempre”, sostuvo la dirigente.

Sin embargo, la CDU descartó, en un congreso del partido de 2018, la cooperación con AfD. Su actual líder, Friedrich Merz, había dicho antes de su elección que con él al frente la Unión Demócrata Cristiana sería “un cortafuegos frente a AfD”. Si esto se rompe, Häusler cree que “podría producirse la normalización del extremismo de derechas en Alemania”.

El politólogo Frank Decker, de la Universidad de Bonn, no ve posible una cooperación entre CDU y AfD en el este. “Si eso ocurre, significaría el derrumbe electoral de la CDU a nivel federal”, afirmó.

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