Con "Deshuesado", la emblemática galería presenta una muestra después de casi siete meses.

Con «Deshuesado», la emblemática galería presenta una muestra después de casi siete meses.

La galería Ruth Benzacar volvió a abrir sus puertas luego de seis meses con la exposición «Deshuesado» del artista Carlos Herrera, un recorrido por sus obras más recientes en las que indaga en una idea de una intimidad extrañada, onírica, a través de objetos cotidianos inquietantes, con los que busca construir «la arqueología emotiva de aquello que aun no tiene forma», dice el artista.

«Para mí, esta muestra es como dormir con los ojos abiertos, se relaciona con el sueño y las imágenes oníricas. Tiene algo inquietante, como si se pudiera mostrar la estructura psicológica de las imágenes», explica a Télam el artista, que ganó gran notoriedad mediática cuando en 2011 obtuvo el premio arteBA-Petrobras con una obra que mostraba un par de zapatos viejos y un calamar podrido dentro -que no se veía pero causaba olor-, llamada «Autorretrato sobre mi muerte».

La flamante exposición «Deshuesado» recurre a un conjunto de conceptos y obras que el artista ha desarrollado en estos últimos diez años: «Las sombras de mis pensamientos. Como si se tratara de un ajuste de cuentas de lo que aún está fresco, de lo que no tiene nostalgia. Una puesta en escena de esa memoria del desamparo», especifica de manera poética.

Herrera alude así a su pasado, a sus padres floricultores y a «las noches de calor, el cultivo de flores, los invernaderos, la fragancia a crisantemos, las rosas con aguijones, los arreglos florales, las lechuzas, las arañas, los ratones, el bosque de eucalipto, los huesos de los animales, los huesos de los humanos, las coronas, el cementerio, mi cama, las sábanas calientes, la almohada aplastada, la ropa tirada en el piso, los patronos, las escaleras», enumera sobre la impronta que atraviesa la exposición.

Mirá También:  “Insensible" y “cómplice”: la popularidad de López Obrador se topó de frente con la crudeza de los feminicidios

Tres grandes ejes conceptuales -«el tormento», «el éxtasis» y «lo infiel»- organizan el recorrido, con los que el artista oriundo de Rosario decidió desplegar esta suerte de sueño en tres actos, que apelan a su historia de vida, «cosas que tal vez no puedo entender desde el lenguaje, pero que sí las puedo ver», recalca.

Así, se pasa de una sala prácticamente vacía, donde no hay más que una rosa de hierro saliendo de la pared, hasta otro recinto que da la sensación de jaula, aunque sus «rejas» no sean más que tiritas de tela, oscuras, que penden del cielorraso una junto a otra, conformando una falsa estructura de encierro.

Una de las inspiraciones -cuenta- es la visita cuando tenía 10 años a un convento de la ciudad de Santa Fe, que alberga una extraña imagen de San Francisco de Asís estigmatizado, traída en 1794 desde Perú, en la que Cristo vuela con alas de mariposa y de sus heridas salen rayos que se dirigen a San Francisco transmitiéndole las llagas.

«La pieza que titulé éxtasis, este recinto o jaula blanda hecha con unas líneas de tela, aloja una escultura de hierro que simula unas costillas de las que sale una línea roja, inspirada en aquel San Francisco estigmatizado. Y es de algún modo el cerebro de la exposición, la pieza clave. Especialmente por el efecto que me causó verla a los 10 años, por el truco visual, por la ilusión que provoca, y que nunca olvidé», dice Herrera.

Como señala el artista, todos los objetos que se suceden por la muestra -una cama, una escalera, una corona, San Francisco, una rosa- son «elementos que me habían quedado sin trabajar, sin pensar, sin incorporar a mis obras por eso digo que es como un ajuste de cuentas. Así se construyó el imaginario de esta exposición», resume el artista en la entrevista con Télam.

 -Herrera, ¿de qué manera se cuelan por la exposición las memorias de tu infancia y adolescencia?

-Mis viejos producían flores; tenían un campo y las vendían en el mercado. Todas las madrugadas mi viejo iba a vender flores al mercado, ese era el trabajo básico, pero como también vendía en muchas florerías yo en los veranos trabajaba en esas florerías en el turno noche, de 22 a 6 de la mañana. Generalmente las florerías están ubicadas frente a casas de maternidad o casas velatorias, así que a mitad de la noche solés recibir dos mundos: alguien que está buscando flores para un recién nacido y alguien que está buscando una corona para un recién fallecido. Eso estaba muy presente y en mi casa y estuvo siempre muy naturalizado: las flores y la muerte, las flores y las alegrías. Es como una materialidad y una espiritualidad que tienen las flores y el campo, que para mí es la vida misma.

-¿Cómo definirías el espíritu de la exposición?

-Es una muestra que, como te decía, me permite saldar deudas que yo tenía con algunas imágenes que nunca había trabajado en mi obra de modo tan literal, tal vez, porque tenían una sensibilidad demasiado próxima, imágenes muy cargadas que con el tiempo se fueron espaciando de palabras y fueron quedando más como imágenes justamente, entonces estas obras contienen esqueletos o estructuras mínimas que obedecen a los objetos y elementos que seleccioné, que me quedan guardadas y que en algún momento fueron muy potentes, por conceptos, por ideas y por lo que generaron. Con el paso del tiempo se van transformando a una suerte de postales, de estampitas, como algo a lo que te aferras pero que ya carece de ese peso intrínseco que alguna vez tuvo. Por eso, son imágenes esqueléticas, aparecen delineadas, es como apelar a lo mínimo que la imagen puede proponer para entenderse como tal, porque justamente lo que me interesaba era alivianarlas. Y también por eso los objetos ni siquiera tienen relación con el piso, están en el muro, la cama obedece a una gravedad distinta, las escaleras están como flotando, todos los elementos pasaron a una instancia de ensueño, como si yo durmiera con los ojos abiertos.

Mirá También:  Lanzan Agenda Independiente de Buenos Aires para apoyar la oferta cultural autogestiva

-¿Cómo crees que será percibida por el espectador?

-Tengo la sensación de que el público en general se lleva lo que la obra es, una suerte de flecha al corazón. Tiene una intensidad en el resumen de la imagen, en lo poco que materialmente da la obra, porque casi es un dibujo, una traducción de elementos que reconocemos, objetos y conceptos que está muy al alcance de la psiquis de cada persona en lo cotidiano. No hay una cosa críptica. Hay mucha narrativa en estas imágenes y tal vez lo que haya sean las palabras que cada uno trae, por eso me refiero a una muestra sin palabras.

Deja un comentario

You May Also Like

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *