“Algo huele mal en Dinamarca”, la frase de William Shakespeare en Hamlet se traduce así: “algo huele a podrido”“hay algo corrompido”. Pero esta vez no apareció como parte de la obra de teatro del dramaturgo inglés, sino que es el final del fallo del juez Federico Ecke en el caso de la muerte de María Marta García Belsunce. En otras palabras, uno de los miembros del Tribunal Oral Federal número 4, el más prestigioso, apuntó a los otros dos jueces, Osvaldo Rossi y Esteban Andrejin, sugiriendo que en el voto con el que esos dos magistrados absolvieron al vecino Nicolás Pachelo hubo “algo podrido”. Efectivamente el veredicto terminó dos a uno, de manera que para la justicia Pachelo no mató a María Marta y tampoco el autor del femicidio fue el viudo Carlos Carrascosa. O sea, nadie asesinó a la socióloga. Este diario viene señalando que en el caso García Belsunce se disputa, desde hace 20 años, una feroz interna en la justicia de San Isidro: la condena a Pachelo hubiera significado condenar al fiscal Diego Molina Pico y a los jueces que intervinieron en su momento en la catastrófica instrucción del caso. O sea, hubiera sido una durísima crítica a la corporación judicial.

Nicolás Pachelo, los robos y la libertad

En el fallo de 90 páginas, Rossi y Andrejin recurrieron al beneficio de la duda para absolver a Pachelo, con lo que el vecino evitó la condena a reclusión perpetua pedida por los tres fiscales –Patricio Ferrari, Andrés Quintana y Federico González– y por Gustavo Hechem, abogado de Carlos Carrascosa y una hermana de María Marta. El veredicto es apelable ante la Cámara de Casación Penal bonaerense.

En lo que hubo unanimidad fue en la condena por seis robos, todos de la misma modalidad: en casas de conocidos, casi siempre en countries. Esa fue la modalidad que precisamente los fiscales y el querellante consideraron el móvil del crimen: María Marta volvió antes de lo previsto de un partido de tenis, se encontró con los que robaban adentro y la mataron porque ella los conocía. Pachelo fue condenado a nueve años y medio de prisión, considerando que ya registraba antecedentes de otros ocho robos y tiene una causa por venta de drogas. Pero parece no haber proporción porque a quien lo acompañó en esos robos, Matías Marasco, que no tenía antecedentes, lo condenaron a seis años de prisión.

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El principal abogado de Pachelo fue el propio Pachelo. Habló 16 veces en el juicio, refutando a los testigos cuando éstos ya se habían retirado. Quien encabezó su defensa, Raquel Pérez Iglesias, adelantó que pedirá prisión domiciliaria, ya que el fallo no está firme. “Se hizo justicia y la pena (por los robos) nos parece desproporcionada”, afirmó la letrada.

El propio Pachelo dijo brevemente que “compensaron una cosa con otra, claramente. La absolución es lo que correspondía”. O sea, el vecino dice que le dieron demasiados años por los robos, a cambio de absolverlo por el asesinato.

La familia y los fiscales

Página/12 había anticipado, en exclusiva, que hubo una filtración del fallo y que dos magistrados votarían la absolución y uno la condena. De manera que lo que se dio a conocer hoy, no fue sorpresa.

La familia reaccionó a los gritos y con insultos: “La mataron otra vez”. “Son jueces que no tienen huevos para desmontar lo que hizo la corporación”, denunció Horacio García Belsunce.

Quien lideró el equipo de fiscales, Patricio Ferrari, fue durísimo a la salida. “Pachelo fue, es y será el asesino de María Marta. Gracias a los jueces que votaron en contra, hoy el mundo se volvió un poco peor, dejando un crimen hasta ahora impune. Advertimos que Pachelo iba a volver a matar, esperando que estos jueces se hagan responsables de la decisión”. El fiscal general de San Isidro, John Broyard, felicitó al equipo de fiscales: «Estoy orgulloso. Hicieron un enorme trabajo, con un gran esfuerzo durante años. Las pruebas fueron contundentes».

Lo que dijeron los jueces

En cierto sentido, el extenso veredicto es casi una repetición del debate que viene desde hace 20 años. Por ejemplo, los que absuelven –Andrejin y Rossi– no le dieron relevancia a que Pachelo mintió en forma reiterada, en especial diciendo que no estaba en El Carmel. En cambio, Ecke lo señala como un hecho básico: el vecino aseguró que estaba en el shopping Paseo Alcorta comprando guantes de arquero para su hijo, mientras que el magistrado toma como prueba central que su celular accionó por las antenas del country, no sólo a la hora del asesinato sino incluso media hora después de que Pachelo saliera de El Carmel. Hay un dato relevante: en poder de la madre de Pachelo, Silvia Ryan, había un guion de lo que tenía que decir, entre otras cosas que su hijo salió del country antes del asesinato.

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Los dos jueces que absolvieron marcaron contradicciones menores en el testimonio de los tres chicos que vieron a Pachelo trotando cerca de la casa de Carrascosa y María Marta. Andrejin y Rossi mencionaron que el vecino trotó, pero que no dobló para el mismo lado que la socióloga, que iba en bicicleta. O sea desvalorizaron lo dicho por tres adolescentes que vieron a Pachelo, en pantalón corto y buzo con capucha puesta, cuando al principio el vecino decía que no estaba en El Carmel.

Hay dos testigos de una estación de servicio Esso que contaron que al día siguiente de la muerte de María Marta, Pachelo estuvo allí y preguntó “qué se sabe de la mujer que mataron en el country”. A esa hora, sólo el homicida sabía que la habían matado, porque los demás creían que fue un accidente, que se cayó en la bañadera. Andrejin y Rossi desvalorizaron esos dos testimonios diciendo que Pachelo no estuvo a la mañana ahí, sino que fue más tarde.

Un razonamiento de extrema debilidad de los jueces que absolvieron es que no está probado el móvil, porque no hay evidencia de robo y que tampoco el hecho de que Pachelo haya secuestra el perro de María Marta-Carrascosa es prueba de odio. Ecke afirmó en su fallo que “el móvil de entrada a dicha morada ha sido la búsqueda de una cantidad de dinero en efectivo, conforme mi postura personal”.

Un empleado de la tosquera de los Pachelo –Mario Rivero– testificó que el vecino tenía una pistola 32 largo –el arma del crimen– y que lo mandó a comprar proyectiles, además de que había practicado disparando hacia el agua. Cuando fueron a comprar las balas, Pachelo se quedó en el auto: no quiso que lo vieran. Andrejín y Rossi evaluaron que el testimonio no es sólido.

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La hermana de un preso, Viviana Maradei, contó que Marcelo Maradei compartió celda con Pachelo y que este le reveló que había matado a María Marta. Pachelo contestó al testimonio diciendo que nunca estuvo en una celda con Maradei, que las celdas eran de una sola persona. El Servicio Penitenciario mandó fotos y legajos que demostraron que mentía: sí había compartido celda con Marcelo Maradei.

Aunque en las 90 páginas hay más ejemplos de la forma en que Andrejin y Rossi pusieron en duda pruebas como éstas, otra de las más llamativas es que Ecke afirma que la modalidad de robo de Pachelo era tal cual la ocurrida el 27 de octubre de 2002. Los otros dos jueces afirmaron que nunca usó la violencia. Sin embargo, existe el ingreso a una vivienda, de la familia Augé, en que sí se exhibió un arma. Andrejin y Rossi sostuvieron que ni siquiera en esa circunstancia hubo violencia: sólo se exigió a la madre de Augé que entrara a un baño y que antes les dijera (eran dos ladrones) dónde estaba el dinero. Pachelo confesó ese robo, aunque dijo que él no fue personalmente sino que «mandó a dos muchachos de Pilar».

Un razonamiento impactante

Ecke concluyó que “algo huele mal en Dinamarca”, o sea que hubo un contubernio de sus colegas para absolver y bancar al fiscal y a los jueces que actuaron anteriormente y que hicieron un desastre en la investigación del caso. Pero, además, dejó una idea demoledora: “La defensa de Pachelo no quiso que en este juicio hubiera un jurado. Su abogado histórico, Roberto Rivas, afirmó ‘es como tirarlo a los perros’”. Y Federico Ecke especula tácitamente en su fallo que un jurado popular hubiera condenado a Pachelo, sin lugar a dudas, con todas las pruebas que se presentaron en el juicio.

O sea que uno de los magistrados quiso dejar en claro que la absolución fue obra de esa especie de corporación en que unos se tapan a los otros y se ponen por encima, muy por encima, del ciudadano común. El resultado es que nadie mató a María Marta.

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