Linterna Urbana
Colaboración CAPBACHAS 

El ejercicio de revisar la famosa Piazza San Pietro en Ciudad del Vaticano nos demuestra el claro dominio dramático de la humanidad. Además del uso de la elipse para las disposiciones focales de la columnata que envuelve la galería perimetral de acuerdo a las órbitas celestes que el astrónomo Kepler descubre en contraposición al menos complejo círculo; está el remate mismo de esta procesión de piedra y mármol; la Basílica de San Pedro. Desde la distancia, se ve la cúpula qué, en claro signo de humildad; ni da Vinci, ni Michelangelo, ni Bernini, ni ningún otro genio se atrevió a superar en magnitud a la del famoso Panteón Romano. Ya dentro del remate en promenada de ésta avenida, y a medida que uno se acerca, tanto la cúpula como la cruz que la corona se pierden detrás de la clásica fachada grecor-romana de pilastras y puertas; hasta ingresar a un interior dotado de toda la magnificencia del barroco, dado que su finalización superó la vida de varios personajes del renacimiento.

La Plaza Independencia de Chascomús no está exenta de los formatos clásicos y sus reinterpretaciones hispanas y francesas; con varias modificaciones en su aún corta existencia. El ensanchamiento de las calles Mitre y Sarmiento, la demolición de la vieja Recova donde se iergue el Palacio de Salomone y Deca Piazza no hacen más que confirmar las curiosas aleatoriedades de ejes y formas. La antigua catedral y el actual edificio municipal no están en eje, y las últimas intervenciones dentro del espacio verde dejan en evidencia esta curiosidad. La propia estatua que corona el monumento al libertador San Martin apunta no al Noroeste, sino al Noreste; y la ibérica disposición en mensura de las Leyes de Indias hacen de la circulación perimetral algo inocuo para los vehículos; contrario a las costumbres de los pueblos latino americanos.
Todo esto hace del institucionalismo algo predominante en ambos ejemplos, relegando a un tercer lugar la vida cívica y comercial. Tanto en el Vaticano como en Chascomús, el sector comercial se ubica aparte; como en los viejos mercados romanos. En vías rectas, léase avenidas o calles. Entonces, algo tan atractivo y europeo como peatonalizar el perímetro de las plazas en Chascomús pareciera fútil; mientras que en San Telmo, Londres, Córdoba Argentina, y las propias ciudades españolas esto es casi una obligación urbana; en Chascomús sigue siendo algo a desarrollar. Y estas propias curiosidades, para nada casuales; generan un dictamen de comportamiento civil que se vuelve tanto vicio como tradición. La famosa ‘vuelta al perro» motorizada, un raso error del modernismo; diseñar la ciudad para el automóvil y no el peatón, es una característica que se ha vuelto dogma en nuestra ciudad colonial que Escribano fundó como límite ante el desierto verde.
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