La autora cuenta que por estos días está escribiendo tres libros simultáneamente.

La autora cuenta que por estos días está escribiendo tres libros simultáneamente.

La escritora Angela Pradelli, autora de títulos como «Amigas mías», «Turdera» y «La violenta respiración del mundo», decidió ponerle el cuerpo -literalmente- al coronavirus y se convirtió en una de las voluntarias que desde hace unos días prueban la primera vacuna contra el virus SARS-CoV-2, una experiencia que todavía no sabe si trasladará a la escritura porque, según dice a Télam, «todo esto es tan cruel que no puedo pensar este ensayo de la vacuna en relación a la literatura».

No lo meditó demasiado. Venía siguiendo las notas sobre las distintas vacunas contra el COVID 19 que estaban en desarrollo y cuando el 26 de julio supo a través de una nota que la Argentina estaba en los seis países elegidos para probar la fórmula del laboratorio estadounidense Pfizer y su par alemán BioNTech en conjunto con el infectólogo argentino Fernando Polack, la narradora se tomó apenas unas horas para analizar la decisión y sobre la noche de ese mismo día envió su postulación al correo que se indicaba al final del artículo.

«Tres o cuatro días después sonó mi celular, en la pantalla se iluminaba un logo con la leyenda ‘Arg Vacuna Covid’ -cuenta Pradelli en diálogo con Télam-. Ahí Marta se presentó como integrante del programa y me dijo que había quedado seleccionada como voluntarie para probar la vacuna y que, si yo finalmente aceptaba ser parte, ella me acompañaría virtualmente durante todo el ensayo respondiendo mis preguntas, coordinando citas médicas, horarios, viajes, etc».

Marta es una de las 700 personas asignadas para asistir a los voluntarios durante los 26 meses que durará la prueba: es la «reclutadora», una denominación que despierta guiños cómplices entre ambas. «Yo le hago chistes con semejante denominación y aunque sé que es una cuestión de la traducción, le insisto en que tendrían que incorporar una escritora en el programa. Nos reímos juntas -relata la escritora-. Marta es una persona muy amable y delicada, muy contenedora también. Está disponible durante todo el día, de lunes a lunes. A cualquier hora».

 
«Me acuesto bastante tarde, especialmente ahora que estoy escribiendo tres libros en paralelo, así que si a último momento hay algún cambio (de horario, de remises) Marta sabe que puede comunicármelo sin problema porque estoy escribiendo hasta la madrugada», acota.

Escritora, profesora de Letras y merecedora de distintos galardones como el Premio Clarín de Novela y el People´s Literature Press -que le otorgó en 2018 la Asociación de Escritores Chinos en Shangai- Pradelli tiene un perfil ligado a las experiencias colectivas, ya sea desde sus múltiples ficciones que exploran las secuelas de la última dictadura cívico militar como desde las crónicas que integran «En mi nombre. Historias de identidades restituidas» (2014)  o «Por qué llora esa mujer», un texto colaborativo que recoge testimonios sobre las violencias a las que son sometidas las mujeres y que surgió de una convocatoria nacida en Facebook en 2016.

Mirá También:  Crecen las comunidades de literatura infantil en Instagram

A diferencia de esos registros de lo colectivo en los que la autora de «El sol detrás del limonero» dio cuenta a través de la escritura de experiencias próximas pero no autobiográficas, su postulación como voluntaria para la primera vacuna que se está probando en la Argentina abrió un horizonte impensado: colocarse a sí misma como centro de una experiencia que implica poner todo el cuerpo, contribuir a uno de los desarrollos que en simultáneo intentan ponerle un freno a la despiadada secuencia de muertos y contagios que sigue provocando el COVID-19 a escala global.

«Leí en las redes que nos anotamos 15000 personas para participar en el ensayo de la vacuna, creo entonces que tuve mucha suerte en ser aceptada, estoy muy contenta de ser parte, y ojalá la vacuna funcione bien, esta y todas las que ya están en la tercera fase», asegura.

El experimento arrancó para Pradelli el pasado jueves con su primera cita en el Hospital Militar, el territorio de operaciones donde tiene lugar esta prueba que involucra a 5000 voluntarios argentinos y 30000 a nivel mundial: «Vino el remis a buscarme puntualmente. El chofer era un muchacho joven que hace varios viajes al día llevando voluntaries, así que, aunque él nunca pasó la puerta del  hospital, sabe bastante acerca del programa, tiene mucha información que le fueron contando les voluntaries en el viaje de regreso. Fuimos conversando durante todo el camino y me fue adelantando varias cosas de esa primera cita», evoca.

Acaso por la ansiedad lógica de lo que iba a acontecer en el hospital, la llegada al hospital comenzó con un pequeño contratiempo, cuando detectó que había olvidado su billetera en el auto que acababa de irse. «‘Yo me ocupo’, me dijo una de las muchachas de la entrada. Comencé la primera etapa, me reuní con la médica que tenía asignada y leímos juntas el documento en el cual se acepta ingresar el programa. Es difícil leer en voz alta con el barbijo, cada tanto hacíamos algún breve corte para armonizar la respiración. En uno de esos cortes me llamó el dueño de la remisería para decirme que efectivamente la billetera había quedado en el asiento de atrás y que el auto ya estaba volviendo al hospital. Firmé el contrato, me despedí de la doctora y comencé con los estudios y chequeos», cuenta.

Mirá También:  Ariel Dorfman: "Todo lector sabio es un detective literario"

«Ya me habían sacado sangre cuando la muchacha de la recepción vino a mi encuentro con la billetera envuelta en una bolsita», dice Pradelli y detalla con entusiasmo la sincronía entre los aspectos sanitarios y afectivos que confluyen armoniosamente en esta fase 3 de experimentación de la vacuna: «Todos son muy amables y todo funciona muy bien en cada sector, los equipos están tan coordinados que ni te das cuenta cuándo empieza uno y termina el otro. Y no sólo estoy hablando de eficacia, también de amorosidad y respeto», destaca.

Unas tres horas después de su llegada, y con la pequeña desilusión de saber que no iba a ver al  infectólogo Polack recorriendo los pasillos («esa mañana los diarios dieron la noticia de que se había contagiado de covid por segunda vez, así que no lo vimos»), llegó el momento crucial donde sería inyectada con un preparado cuyo contenido desconoce, ya que por método aleatorio la  mitad recibirá la vacuna y la otra mitad, solución fisiológica.

«Cuando llegó la enfermera y apoyó la bandeja sobre la mesa próxima a mí, miré los tubos (unos contenían vacunas, otros, placebos), cerré los ojos e imploré en secreto que me tocara la vacuna. Yo sé que los 5000 cumplimos una función igualmente importante dentro del programa, que todes seremos evaluados según nuestros registros, pero por alguna razón que no puedo explicar bien, me siento más adentro del programa con la vacuna. Un pensamiento mágico, pensarán, podría ser», confiesa.

La autora de «El lugar del padre» fue una de las últimas en salir del hospital. «Caminé por los pasillos, a esa hora ya silenciosos, con dos enfermeras que terminaban su trabajo, les pregunté sobre sus horas de trabajo. En la vereda me encontré con dos o tres voluntaries más que esperaban también sus remises. La cabeza blanca de una de ellas iluminaba la oscuridad de la noche fría. Ella me miró, levantó sus cejas como preguntándome algo. ‘No sé, le dije, pero tengo la intuición de que me tocó vacuna’. Ella levantó su pulgar. ‘Qué bueno, creo que a mí también’, dijo y se subió a su auto», rememora.

Mirá También:  Tres museos argentinos suman su colección a la plataforma Google Arts and Culture

«Esa noche no escribí, creo que de alguna manera quise quedarme un poco más en ese universo del programa, en todo lo que había vivido, sólo ahí, en esa trama que les científiques están desarrollando, tratando de que sea grande para sostenernos a todos, fuerte para que nadie más se caiga por los agujeros que nos está abriendo la muerte cada día», agrega.

Durante los próximos 26 meses, Pradelli y el resto de los voluntarios tendrán que asistir a controles periódicos pero además deben registrar la temperatura y cualquier síntoma que aparezca. Y una vez por semana, volcar los datos en una aplicación.
El diario se ha transformado en el registro elegido para retratar la excepcionalidad de estos tiempos tramados por la pandemia ¿Imagina la escritora este formato para dar cuenta de la experiencia o más bien será la crónica o la ficción el modo en que se alojará en su escritura? «No sé si más adelante esta experiencia aparecerá en algún texto, no estoy segura, todo es tan grave que no pienso este momento tan cruel ni este ensayo en relación a la literatura», confiesa.

«Ahora la preocupación está en que esta pesadilla termine y salir adelante lo antes posible. Pienso mucho en los que partieron, en toda la gente que trabaja en los hospitales, que se juegan la vida en cada minuto, que sale a trabajar por la mañana sin saber si podrá volver a ver a su familia», dice Pradelli.

«Me encantaría ser optimista y pensar que las sociedades van a transformarse, que vamos a mejorar a partir de la pandemia, me gustaría verlo así pero me cuesta eso. Conozco mucha gente que está haciendo esfuerzos enormes para ayudar a otres, pero ya era buena gente antes, solidaria. Conozco muchas personas generosas que lo son más aun en este escenario atroz de la pandemia. ¿Se replegará el egoísmo y la miserabilidad a partir del covid-19? Cómo saberlo, no? Algunos gestos y discursos sociales no parecen promisorios en ese sentido», concluye.

Deja un comentario

You May Also Like

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *