«Ésa es la evolución normal de cualquier ser humano.» La frase pertenece, cuentan las crónicas periodísticas, al presidente Carlos Menem describiendo el paso del Daniel Scioli motonauta y empresario independiente al Scioli diputado nacional por el Partido Justicialista y declarado menemista. 

La evolución tendría forma de saga, ya que el ex gobernador, ex candidato presidencial y saliente embajador argentino en Brasil llegó a la Secretaría de Turismo, Ambiente y Deporte de la presidencia de Javier Milei.

Scioli inició su carrera con el ex presidente Menem, a quien Milei describe como «el mejor presidente de la historia», allí existe una coincidencia en la trayectoria política de ambos. Pero la evolución de Scioli es más irregular que normal, y alguien que el actual presidente debería describir como «casta». Tras ser apadrinado por Menem fue secretario de Deportes –cargo al que vuelve por estos días– de la presidencia interina de Adolfo Rodríguez Saá y luego fue ratificado en el cargo en el interinato presidencial de Eduardo Duhalde, dos peronistas enemistados con el ex presidente riojano.

Fue Duhalde quien lo postuló como candidato a vicepresidente de Néstor Kirchner para las presidenciales de 2003, en las que enfrentó nada menos que a Menem, a quien derrotaron por abandono en el ballottage. Las crónicas periodísticas recuerdan que en el acto de lanzamiento de la fórmula Kirchner-Scioli, el ex motonauta había firmado su renuncia al pasado menemista: «No pierdan más tiempo en hacer ningún tipo de presiones ni llamados a la reflexión: estoy convencido, la mejor década no está atrás, está adelante» en febrero de 2003 en el teatro Ateneo.

Pasaron dos décadas de aquella frase. Pasó la campaña presidencial 2015, que Scioli perdió en segunda vuelta ante Mauricio Macri, y en la que las resistencias a su candidatura se sintetizaron en la frase «el candidato es el proyecto». Hoy, el ministro del Interior, Guillermo Francos, subió una foto a su cuenta de Twitter confirmando que Scioli asumirá como secretario de Turismo, Ambiente y Deporte del gobierno de ultraderecha.

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La evolución del embajador saliente en los últimos meses fue de precandidato presidencial en la interna del Frente de Todos –con la diputada Victoria Tolosa Paz como candidata a vicepresidenta, quien se opondrá junto al bloque de Unión por la Patria a las propuesta legislativa de Milei–, a aceptar y respaldar la candidatura presidencial de Sergio Massa –con quien mantenía una enemistad desde las elecciones de 2013– y ser critico de Milei por no «negar el ajuste ni la quita de derechos» en sus propuestas de campaña, que ahora respaldará como funcionario.

Entre los ejes que Scioli sostuvo como secretario de Deportes del duhaldismo, vicepresidente del kircherismo y gobernador del Frente para la Victoria estuvo la promoción al deporte, a los clubes de barrio, los microcréditos y el respaldo a la pequeña empresa. El DNU y la Ley Ómnibus de Javier Milei ponen en jaque a los clubes de barrio y a los asociaciones civiles para incorporar la figura de sociedades anónimas, mientras que la política de ajuste, de privatización del Banco Nación y de libertad de acción para las entidades bancarias aleja las políticas de crédito para los sectores medios de la industria.

Una bandera que nunca indentificó a Scioli fue la defensa del ambiente y, en ese sentido, asume un ex ministerio, en un gobierno negador del cambio climático y denunciado por cientos de organizaciones por las modifciación que busca imponer en materia de protección de bosques, glaciares y humedales con la Ley Ómnibus que comenzará a tratarse mañana.

Algo que Scioli sin dudas comparte con la ultraderecha es la mirada punitivista y de mano dura que el gobierno de Milei pone en la figura de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y que lleva el sello de la doctrina Chocobar en el uso excesivo de la fuerza policial y de criminalización de la protesta en el Capítulo I del proyecto original del oficialismo, que no estuvo en discusión por ningún bloque de la oposición amigable. La limitación de las excarcelaciones y casos de gatillo fácil como el de Luciano Arruga fueron marcas de la política de Scioli en materia de Seguridad.

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Durante la gestión de Scioli como gobernador fue el entonces ministro de Justicia y Seguridad bonaerense Ricardo Casal, quien la puso en práctica. Casal volvió a la función política junto a Massa, al ser secretario de Legal y Técnica del ex ministro de Economía.  Scioli comparte en común a Casal y fue también parte del equipo del Frente de Todos que se quedó en el gobierno de Milei, otros tres funcionarios de la anterior gestión que también siguen pertenecen al riñón de Massa: Flavia Royon, al frente de la Secretaría de Minería; Marco Lavagna frente al Indec; Leonardo Macdur como representante de la Argentina ante el FMI. 

«Ya dije que cualquiera que haya trabajado con nuestro Gobierno tiene que ser objetivamente imposible trabajar con Milei, eso es lo que creo, porque pensamos muy distinto», lamentó el ex presidente Alberto Fernández al enterarse de la continuidad de Scioli como embajador en Brasil. Alberto conoce a Scioli desde los primeros años del ex motonauta en el peronismo, cuando surgía como figura para disputar la pelea del peronismo porteño ante el reencuentro de Domingo Cavallo y Gustavo Beliz, fórmula que respaldaba Fernández. Luego se encontrarían como vicepresidente y jefe de Gabinete en el gobierno de Néstor Kirchner. 

Pero otro funcionario es el que trajo a Scioli hasta la Secretaría de Turismo, Ambiente y Deporte. El nombre es el del encargado de anunciarlo: Guillermo Francos. El ministro del Interior, en 2007, fue designado presidente del Banco de la Provincia por un Scioli recién asumido como gobernador. Francos desempeñó el cargo hasta 2011, cuando el ex motonauta fue por su segunda gobernación. El ahora ministro del Interior –fundador con Cavallo del Partido Acción por la República que enfrentó al peronismo porteño de Scioli a fines de la década del ’90–  siguió su camino en el Grupo Eurnekian, de donde viene el presidente Milei. «Tengo 3.700 ñatos que trabajan para la empresa. Uno salió fallado, ¿qué querés que haga?», le dedicó Eduardo Eurnekian a Milei antes de que sea presidente, ahora varios de sus hombres trabajan para él.

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Pero Scioli hizo mérito propio. No dudó en saludar la victoria de Milei tras la segunda vuelta y comenzar a negociar su permanencia en Brasil, donde en los dos primeros años del gobierno de Alberto Fernández mantuvo a flote la relación con Jair Bolsonaro –hombre cercano a Milei– y ahora supo evolucionar a la inversa: mantener la relación del gobierno de ultraderecha con el gobierno de Lula Da Silva. El presidente se encargó de menospreciar a Lula durante la campaña, de tildarlo de «comunista» y de «no estar del lado del bien»; y hasta dijo que rompería relaciones, como le recordó recientemente la periodista Patricia Janot y Milei dijo que seguro había visto un «video editado».

La realidad es que Scioli se encargó de mantener los puentes que Milei buscó dinamitar. Consiguió que, días después de la victoria de Milei, el canciller brasilero recibiera a Diana Mondino, ministra de Relaciones Exteriores. A partir de allí las versiones sobre un lugar más relevante del ex motonauta en el gobierno de ultraderecha comenzaron a crecer y Scioli se encargó de ofrecer guiños. 

A principio de mes, se reunió con Mauricio Sana, el CEO de Flybondi, con quien destacó la política de «cielos abiertos» implementada por Milei. Ambos se fotografiaron junto a una gorra con la inscripción «Las fuerzas del cielo», una de las frases favoritas del mandatario nacional. La última señal llegó hace dos días, cuando el Gobierno confirmó que Nicolás José Scioli, hermano del ex gobernador, continuaría como director del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE). Este martes se confirmó la evolución de Scioli hacia la ultraderecha.

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