Sancionada el 9 de mayo de 2012, la Ley de Identidad reconoce el derecho a la identidad de todas las personas a mostrarse tal cual se autoperciben, permitiendo también desde una perspectiva jurídica la inclusión y el acceso a derechos e igualdades a los miembros de la comunidad trans.

La ley indica que se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al nacer. Esto puede involucrar o no la modificación externa del cuerpo o sus funciones a través de métodos farmacológicos o quirúrgicos; incluyendo además otros elementos tales como la vestimenta, modos de hablar o los modales.

Hace ya más de cinco años que Argentina cuenta con una Ley de Identidad de Género, dicha ley fue producto de muchos activistas que pusieron no solo el pensamiento sino su cuerpo. En la actualidad, la Ley ha permitido el cambio registral de más de cinco mil personas en nuestro país, pero su existencia no alcanzó para la conquista de una verdadera igualdad material.

Durante este año, también se puso sobre el tapete la discusión sobre el derecho al aborto, luego de haber sido cajoneado durante seis veces el proyecto de la Campaña Nacional por el Derecho al aborto, logró su media sanción en diputados. Pero, nuevamente, se demostró que dentro del Congreso, ningún partido político burgués piensa en el reclamo de cientos de miles de personas en el país. Fueron 38 los senadores del PRO, el PJ/Kirchnerismo e incluso el PS que se opusieron a un derecho fundamental y frente al cual el lobby clerical fue cómplice e impulsor.

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El debate no sólo se termina entre los pañuelos verdes o celestes, el derecho al aborto no es un reclamo solamente de las mujeres sino también de los hombres trans y las personas gestantes. Asociar la cuestión de la pelea por el derecho al aborto a una cuestión de salud pública resulta fundamental.

Pero la mesa que fue organizada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires tuvo sus propias voces y visiones. Se empieza con una entrevista a la filósofa Moira Pérez.

¿Cómo surge la idea de este debate?

La mesa fue organizada por el Grupo de Filosofía Política Queer que coordino en la Sociedad Argentina de Análisis Filosófico (SADAF). Ya desde mis estudios de grado vengo trabajando en las áreas de teoría queer y filosofía práctica, y siempre me llamó la atención lo limitada que es la reapropiación que se hace de la Teoría Queer en la Argentina: se trabaja sobre todo desde la literatura y los estudios culturales, y con foco principalmente en cuestiones de diversidad sexual. Pero en Teoría Queer a nivel global se hacen muchas otras cosas; en mi propio trabajo, he usado las herramientas de la Teoría Queer para desarrollar propuestas sobre temas tales como las representaciones del pasado, la producción de conocimiento, la pedagogía, o la violencia médica. Por eso me interesaba armar este grupo, para dar un espacio a la gente que quiere pensar desde la Teoría Queer cuestiones más concretas de lo político tales como la violencia institucional, la criminología, los movimientos sociales, etc.

Hoy en día funciona como un grupo de investigación y producción intelectual: leemos textos, los discutimos, y también escribimos individual o colectivamente y nos ayudamos mutuamente para afinar nuestra producción. Está compuesto por estudiantes y egresades, principalmente de Filosofía, pero también hay gente de Psicología, Ciencias Políticas y Letras. Algunes están haciendo sus proyectos de investigación bajo mi dirección, otres se acercaron porque forman parte de SADAF y les interesa conocer más sobre estos temas, y otres, como Blas, ya son investigadores consagrades.

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Una de las integrantes sugirió presentar algo para estas Jornadas y, como habíamos estado leyendo textos con perspectivas queer sobre el aborto (a raíz del debate parlamentario), y varies venían trabajando desde antes en cuestiones de salud, surgió la idea de hacer algo específicamente sobre perspectivas queer y trans* en salud. Ahí invitamos a Corina, que está haciendo su tesis bajo la dirección de Blas y mía, porque pensamos que se iba a articular bien con el resto. Estoy muy satisfecha con cómo salió la mesa, los trabajos dialogaron bien entre sí y la gente que vino aportó muchísimo también. En el fondo, creo que pudimos mostrar lo que puede aportar la filosofía -y particularmente la filosofía analítica, que apuesta a la claridad y el rigor al argumentar- para los debates que nos preocupan hoy en día: analizar qué es lo que se está diciendo, cuáles son los argumentos, cuáles son las implicancias de lo que decimos (lo que no decimos directamente, pero se desprende de lo que decimos); detectar contradicciones internas e inconsistencias, y pensar creativamente caminos alternativos, otros modos de intervención.

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