Por la devaluación y la quita de retenciones, el consumo interno se contrajo a su nivel más bajo de los últimos doce años.
Según cifras oficiales, en el primer semestre del año se exportaron 380,3 mil toneladas de harina de trigo por un monto de 128,1 millones de dólares, representando el 10,5 por ciento de las ventas externas del complejo triguero. Esto equivale a 336,8 dólares la tonelada, o su equivalente de 15.494 pesos (o 15,49 pesos el kilo a 46 pesos de tipo de cambio de ese momento). “Por lo tanto, el valor de la bolsa de harina de 50 kilos que compra el industrial panadero debería ubicarse en 774,73 pesos para igualarse al valor que consigue el productor en el exterior. Previo a las PASO, en junio, el valor de la harina se encontraba en torno a los 750. En julio subió a 900 pesos. Hoy se paga hasta 1500 pesos pese a que la suba del dólar fue de 20 por ciento, pero el precio de la harina post PASO avanzó 57,9 por ciento.
La retención es un instrumento progresivo de recaudación cuyos ingresos permiten subsidiar a otros sectores con desventajas comparativas. Pero también permite desacoplar los precios internos de los vaivenes internacionales y la volatilidad del dólar. En un esquema actual de retenciones mínimas –de 4 pesos por dólar-, como ocurre también en el caso de la carne y la leche, cualquier incremento en el precio internacional impacta de manera directa en el valor de los alimentos en el mercado interno. Si la harina sube un dólar en el mercado global, se traslada al tipo de cambio del momento en el mercado interno porque el productor y exportador pretenden el mismo precio que podrían obtener en el internacional.
La constante devaluación del peso frente al dólar suma un canal de aumento a estos productos. Lo mismo sucede con los combustibles, que se encarecen por las mismas dos vías ante la ausencia de regulación. En el caso de los alimentos hay un tercer factor logístico, cuyo déficit de infraestructura se acentuó en los últimos años y aumentó los costos. En muchos casos es más barato despachar un embarque al exterior que trasladar y distribuir la harina a distintos puntos del país.
En noviembre de 2015, luego de que el presidente electo anunciara que partir del 10 de diciembre se produciría la devaluación del peso, se eliminarían las retenciones a las exportaciones agrícolas y los subsidios a los productos alimenticios, la industria molinera elevó el precio de la bolsa de harina 0000 para uso industrial de 120 a 230 pesos. “Un 100 por ciento de aumento en un mes”, destaca el informe de Defensa de Usuarios y Consumidores (Deuco) que analiza la evolución de los precios en el mercado de la harina. El ritmo de aumentos se mantuvo a lo largo del gobierno de Cambiemos a la par de la desvalorización del peso.
“Analizando ahora el costo de la harina que compramos en el supermercado, con datos del Indec, vemos que el precio del tipo 000, que integra la canasta básica de alimentos, en agosto 2019 fue de 36,04 pesos, mientras que en abril de 2016 se ubicaba en 8,23 pesos. En ese período el aumento fue del 338 por ciento”, señala el informe de la entidad que conduce Pedro Bussetti. Finalmente, tomando como referencia el valor de exportación de 19,70 pesos por kilo y el dato del Indec (36,04 pesos), «los consumidores argentinos pagamos la harina un 83 por ciento más cara que Bolivia, Brasil y Chile, que son los principales compradores de la harina que la Argentina exporta”, destaca el documento de la asociación de consumidores.
La consecuencia es la caída del consumo, pese a que la compra de farináceos suele aumentar en momentos de crisis por un deterioro en la dieta. Según FAIM, en 2018 se registró un consumo por habitante de 82 kilos anuales, la cifra más baja de los últimos 12 años, comparable con la registrada en 2006.