El gobierno porteño desiste de la educación virtual y advierte que en diez días se vuelve a las aulas. Detrás de los números de contagios y muertes naturalizadas, las historias.

Como dejó traslucir en su conferencia del jueves, para Horacio Rodríguez Larreta las clases serán presenciales o no serán nada. Pero esa cruzada con tintes electoralistas, despojada de inversiones en la educación virtual, no es gratuita. Ya hay 11.700 contagios en escuelas a lo largo de estos tres meses. Más de 3.200 burbujas “pinchadas” en 90 días, casi el 10% del total. Entre todos estos números, se esconde el más cruel. Son 16 las y los docentes fallecidos en CABA desde el 17 de febrero. Historias, rostros, muertes que se podrían haber evitado –reclaman los gremios– y merecen no olvidarse.

Ramón Núñez llevaba 25 años siendo responsable de mantenimiento y maestranza en el colegio Casa Salesiana León XIII en Palermo. Contrajo Covid y murió hace casi diez días. “Ramón se convertía con su equipo en el motor de nuestros proyectos, los pedidos insólitos y de última hora para la Expoleón, la parrilla de las jornadas en el patio; los arreglos interminables de absolutamente cualquier cosa. Todo lo resolvía con la alegría de saber que sólo él y su equipo estaban allí para ‘salvarnos’ una vez más”, lo despidió el colegio.

Ramón Juárez tenía 58 años, y era portero del Galileo Galilei, en Almagro. Murió a principios de mayo en una clínica de Laferrere. Horas después, colegas y familias hicieron un semaforazo en la esquina de Palestina y Estado de Israel: exigían clases virtuales.

Los dos Ramones no fueron una excepción. Son siete las y los auxiliares fallecidos en CABA. Fue el caso de María Josefa Milioni, del Comercial 31 del DE 9; Daniel Bravo, de la Primaria 13 del DE 21; Sergio Nieto, casero en la Técnica N° 14; Graciela Romero, en la Técnica 18, y Juan Carlos Ramírez, de la escuela 21 del DE 3. Tenía 55 años, una esposa, una hija.

Los siete pertenecen a uno de los sectores más expuestos y menos protegidos. Sobre todo teniendo en cuenta que CABA vacunó apenas a 15.703 docentes y auxiliares: el 14% del total. El más bajo de todo el país junto a Tierra del Fuego. La situación de los y las auxiliares pone de manifiesto otra carencia de la presencialidad: la escasez de material y suficientes personas para mantener los protocolos de higiene. Los compañeros de Graciela denunciaron que “ella hacía todo”, cubriendo compañeros mayores de 60 o de riesgo que no podían asistir. A fines de abril Graciela comenzó a sentirse mal y fue al hospital Méndez. El 1 de mayo la trasladaron a una clínica de Avellaneda porque en el Méndez ya no había lugar en terapia. Allí perdió la vida el 8 de mayo.

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El primer fallecido fue Jorge Langone, profesor de taller en una escuela técnica N° 13 de Villa Lugano. Se le detectó covid luego de haber ido al colegio. La ministra de Educación, Soledad Acuña, respondió que fue “un solo día, el 22 de febrero, se le tomó la temperatura y ese mismo día se sintió mal, con lo cual se retiró, no cumplió con todo su turno. Se fue a testear y dio positivo. Y nunca más concurrió a la escuela”.

Marcelo Mendoza tenía 55 años, siete hijos y varios nietos. Era preceptor en la escuela CENS 62 de San Nicolás y tomaba tres colectivos a diario para llegar. Marcelo Becker trabajaba en la Técnica N° 35. Se desempeñó por más de 30 años como docente especializado en computación, luego como subjefe de preceptores en el turno noche y hasta mitad de abril, cuando se infectó, enseñaba a alumnos de 1° y 3° año en Electrónica y Tecnología de Control.

Mónica Suárez era maestra de educación inicial de la escuela 11 DE 20. Estaba dispensada por problemas de salud, pero su hijo de 11 años asistía al colegio. «Trabajadora apasionada del Nivel Inicial”, la recordaron desde la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE), y explicaron: “En los niveles donde la educación depende de la proximidad, es muy difícil el respeto de la distancia. Explorar, jugar, asistir al niño si necesita algo, son claves en Inicial”.

Ante la falta de números oficiales actualizados, UTE realizó un relevamiento propio: el 45% de las burbujas de los 80 establecimientos relevados estuvieron aisladas por Covid la semana pasada. Gustavo Cañete, de la N° 23 Distrito Escolar 20 estuvo de paro dos semanas pero desistió cuando le descontaron $ 16 mil de su sueldo. Al volver, se infectó.

Según afirmó este viernes Acuña, de las 700 mil personas que integran la comunidad educativa de la Ciudad, “sólo” hubo en tres meses 11.700 contagiados: “La escuela por supuesto que no podemos decir que es un lugar de contagio cero pero claramente es un lugar seguro. Sólo el 1,67% de los estudiantes se contagió”. Sin embargo, el porcentaje es mayor si se tiene en cuenta que apenas el 20% de las escuelas tiene presencialidad efectiva. El resto, ya sea por miedo de los padres, contagios o paros, no asiste. La información oficial de la Ciudad tampoco explica cuántos casos se multiplicaron en amigos o familiares, a partir de esos 11.700 infectados. Ni tiene en cuenta asintomáticos, que son un porcentaje grande en los más niños. De hecho, solo entre quienes dieron positivo, la población menor de 18 años se duplicó en las últimas nueve semanas.

En abril, Axel Rivas, director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés, en las antípodas del kirchnerismo, publicaba en sus redes: “No logré encontrar ningún sistema educativo nacional o subnacional que haya mantenido escuelas abiertas con más de mil casos cada 100 mil habitantes por semana (como en CABA ahora). Agradecido si lo encuentran”.

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Las y los docentes fallecidos serán representados con un guardapolvo, una flor y una vela, en una «caravana por la vida y la democracia» que prepara UTE-CTERA para el 20 de junio frente al Palacio de Tribunales para «repudiar a los cinco cortesanos que obligan a ir a clase, firmando el fallo de manera digital porque hace 14 meses que no van al Palacio por temor a contagiarse», remarcó Eduardo López, secretario del gremio.

El 20 de abril, en el blog de la Escuela 24 del DE 11 en Flores, la vicedirectora Silvina Flores (53) publicó una carta avisando que la directora había contraído coronavirus: “Estamos atravesando una situación sanitaria inédita con un elevado nivel de contagios que está afectando nuestra vida familiar y escolar”, advertía. A los pocos días cayó ella. Una amiga que la despidió por redes aseguró: “Decía siempre que estaba muy expuesta porque cubría burbuja de los maestros aislados y no estaba vacunada aún”. Tras su muerte, la abogada Valeria Carreras denunció penalmente a Larreta.

Sergio Vicino, profesor de 57 años, se desempeñaba hacía 30 años como Jefe de Taller de la Técnica Nº 17 donde se contagiaron 17 docentes y el 50% de la Dirección. Emilio Gutiérrez fue un prestigioso docente, sociólogo, entrenador e historiador de básquet. Era director de Básquet Escolar de la Confederación Argentina, profesor de educación física del Instituto Superior Dickens, y preparaba un libro sobre Historia del Básquet en Argentina cuando falleció a principios de mayo a los 63 años. Escribió otro libro: “1956, donde habita el olvido”, sobre la sanción que tuvieron decenas de basquetbolistas de selección por parte de la dictadura que derrocó a Perón.

Si bien en cuatro casos, como los de Gutiérrez o la directora jubilada Silvia Di Paola, no estaban con presencialidad plena, todos son docentes fallecidos que no recibieron la vacuna. El gobierno porteño priorizó inmunizar primero a otros profesionales menos expuestos, como psicólogos o nutricionistas. En el Liceo N° 5 murieron dos trabajadoras: Graciela Ramos, auxiliar del turno noche y luego Fanny Flores, profesora de Matemática, el 13 de mayo. «Esto fue un final anunciado. Hace tiempo venimos pidiendo al Gobierno de la Ciudad que tenga algo de humanidad. La presencialidad es insostenible», reclamó Gabriela, maestra del colegio de Flores. Hasta hoy ningún docente del establecimiento fue vacunado.

Sin alimentos
En CABA no solo suspendieron las clases: la ministra de Educación, Soledad Acuña, notificó que tampoco van a entregar las canastas alimenticias que distribuyen cada dos semanas en las escuelas públicas porteñas. La decisión generó otro malestar en miles de familias, ya que la mayoría que demanda esos bolsones con alimentos pertenece a los sectores más vulnerados de la Ciudad.

Sin virtualidad y con el Plasn Sarmiento recortado

En junio del año pasado la ministra de Educación de la Ciudad, Soledad Acuña, reconoció que hubo 6500 chicos que no tuvieron ningún contacto pedagógico durante la cuarentena por falta de dispositivos. Incluso la Nación le pidió que le envíe el listado y que el gobierno de Fernández le daría las computadoras. Nunca lo mandaron.
Ese rechazo a la conectividad trajo a la memoria que en 2018 la Ciudad había suspendido la entrega de dispositivos y en su lugar distribuyó a las escuelas “atriles digitales” con tablets de forma aleatoria. Cuando más inversión se necesitaba en ese sector, el gobierno porteño más ajustó. Y recortó también en pandemia: el 13 de enero de este año se conoció un ajuste realizado por la cartera educativa en el Plan Sarmiento, encargado de repartir notebooks a miles de estudiantes porteños. En aquella ocasión, la Resolución Nº 1464/SSHA/20 ordenó la quita de 371 millones de pesos del Plan Sarmiento. ¿El destino? La Dirección General de Educación Privada, para subsidiar a la educación paga.
En CABA no solo suspendieron las clases: la ministra de Educación, Soledad Acuña, notificó que tampoco van a entregar las canastas alimenticias que distribuyen cada dos semanas en las escuelas públicas porteñas. La decisión generó otro malestar en miles de familias, ya que la mayoría que demanda esos bolsones con alimentos pertenece a los sectores más vulnerados de la Ciudad.

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