A la precarización laboral ahora se suma la falta de seguridad sanitaria, que aumenta su riesgo de contagio de coronavirus. «No somos héroes sino trabajadores que reclaman derechos», sostienen. Cómo fue el paro en la Argentina. Testimonios de los repartidores.

En las principales ciudades del país, y en medio de la cuarentena que transformó a los repartidores de comida en trabajadores esenciales, la ausencia del único canal de circulación habilitado para el reparto de productos a domicilio se hizo sentir: este miércoles se llevó a cabo el Paro Internacional de Repartidores de plataformas virtuales.  Aunque las condiciones de trabajo en estas empresas siempre fueron precarias, ahora, sin obra social ni ART, sin contrato laboral o con una relación encubierta bajo el monotributo, con salarios atados a la demanda de pedidos y casi sin provisión de insumos de prevención, los trabajadores se encuentran expuestos al contagio de covid-19 sin ningún tipo de seguridad laboral.

Desde el inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio, los trabajadores de las plataformas Glovo, Rappi, PedidosYa y UberEats no dejan de cruzar las ciudades con sus mochilas al hombro para transportar los productos y alimentos que se consumen. Para conocer más sobre esta situación, se dialogó con algunos de los repartidores que siguen en las calles.

¿Héroes?

De unos años a esta parte la escena se repite: frente a locales de comidas rápidas, bares, restaurantes o cafeterías, trabajadores en bicicletas o motos, vestidos de rojo, amarillo o naranja, se juntan a la espera del pedido que llevarán a los domicilios. Sin embargo, desde que la cuarentena obligatoria fue decretada en todo el país, la escena parece tomar otro alcance: en medio de calles vacías, los grupos de trabajadores agolpados frente a las puertas de los locales son casi lo único que se mantiene con vida en medio de las ciudades dormidas.

“Es bastante loco trabajar así, uno se acostumbra a la gente, a andar en la bici y tener que esquivar a las personas o a los autos, ahora de repente es como que sos el dueño de la ciudad”, comenta y se ríe Federico, trabajador de PedidosYa, que, junto a compañeros de Rappi, Glovo y la reciente UberEats, aguarda su paquete en la puerta del local de McDonalds de la calle Florida, en el microcentro porteño. Rápido, Federico deja de reír y aclara “pero no somos dueños de nada, ni tampoco héroes, eso es cualquier cosa, yo trabajo como trabajan todos y ahora me tocó tener que hacerlo en la cuarentena, nada más”.

En esto coincide Damián Zárate, trabajador de Rappi que todos los días llega en tren a la Capital desde la zona norte del conurbano bonaerense: “Ahora, con la cuarentena, la empresa te llama hasta diez veces por día para pedirte que por favor salgas a trabajar, que la sociedad te necesita, que sos indispensable, cuando la verdad es que hasta hace un mes su frase de cabecera era ‘si no te gusta esto, buscate otra cosa’”.

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Pegado en la cortina metálica del local de McDonalds, un cartel reza: “Estimados repartidores: nuestro local se encuentra operando, por favor golpeen la persiana que estamos adentro”. La imagen de los trabajadores que aguardan frente a una cortina cerrada se repite en toda la ciudad. “Ahora las esperas se hacen más largas, los locales trabajan con menos gente y eso demora todo”, asegura Jimena, repartidora de Glovo que espera el pedido de una cafetería de San Telmo.

Desde la ciudad de Córdoba, Romina Stolarowa asegura que “los pedidos aumentaron en los primeros días de cuarentena pero hoy en día ya mermó y empezó a funcionar al mismo ritmo que antes”. Ella, como muchos otros, trabaja para más de una aplicación: “trabajo para Glovo, Rappi y PedidosYa, la mayoría de nosotros trabajamos para varias empresas porque si no, no rinde”, explica.

«Hay menos pedidos, yo pensé que por la cuarentena la gente iba a pedir todo por delivery, pero deben tener miedo de que les llevemos el virus, la verdad es que hay pocos pedidos y estamos sacando menos plata”, detalla Jimena y agrega que “llegás a una casa y se fijan si tenés barbijo, te agarran el pedido de lejos y después te dan una buena propina, eso hay que decirlo, las propinas están mejores”. Lo mismo opina Stolarowa: “Los clientes atienden bien, muchos dan propina y agradecen el servicio, eso te levanta el humor”.

Hay casos en que los trabajadores, al encontrarse dentro de los grupos de riesgo, se ven obligados a respetar la cuarentena sin poder salir a repartir. Es el caso de Axel Jara, trabajador de Glovo que debe quedarse en su casa de Mar del Plata. Asegura que “todo se dificulta mucho económicamente, debido a la flexibilización a la que estamos sometidos, con o sin cuarentena. Si no trabajamos, en este caso por fuerza mayor, no cobramos”. Para los trabajadores de aplicaciones no existen licencias médicas o home office: si no reparten, no cobran.

¿O precarizados?

Aunque al tratarse de una relación laboral aún no regulada de manera oficial no existen datos del Estado Nacional, en la actualidad se calcula que existen cerca de 160 mil trabajadores de plataformas digitales en todo el país, si se incluyen las aplicaciones de transporte como Uber o Cabify, según se desprende de un informe realizado el año pasado por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT). De esos 160 mil, cerca de 60 mil son trabajadores de reparto.

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Si bien las políticas cambian en cada empresa, la mayoría de los repartidores no cuenta con cobertura de obra social ni ART, además de soportar una relación de dependencia encubierta bajo el pago de un monotributo o, directamente, no tener ningún tipo de contrato laboral registrado. Al momento no existe legislación específica que establezca un marco regulatorio para la actividad de estas empresas, por lo que cada una adopta una política diferente con sus trabajadores.

En plena cuarentena, las medidas de prevención de las cuatro grandes empresas son tan diversas como escasas: “Rappi tardó en dar elementos de prevención, cuando lo hizo fue para cumplir un protocolo. Uno de cada veinte compañeros debe haber accedido al barbijo, pero porque justo pasó por una oficina a hacer otro trámite y se lo dieron, si no nadie te acerca nada”, asegura Zárate y agrega que “los barbijos, los guantes y el alcohol en gel los pagamos nosotros. Somos conscientes y cuando llegamos a casa nos ocupamos de sanitizar todo, hasta los cascos y las mochilas, con antibacteriales que también son muy caros”.

La situación con Glovo es similar: “Al principio no se brindó ningún insumo, después los compañeros mandaron cientos de mails y la empresa se dignó a dar dos guantes y un barbijo descartable por día, que como mucho duran una hora”, detalla Jara. En Córdoba, según asegura Stolarowa “nos dieron un par de guantes y un minifrasco de alcohol en gel, pero eso solo dura un día, después tenemos que costear todo nosotros».

En el centro de Lomas de Zamora, frente a la puerta de una farmacia, Juan espera con su barbijo puesto: “Lo hice yo en casa, Rappi dio un kit con guantes y unos barbijos descartables que después de un día hay que tirar, y nada más, así que tengo que comprarme las cosas o hacerlas yo mismo” asegura y agrega que “vengo hasta acá desde Budge y laburo todo el día, después llego a casa con mi esposa y mi hija, y nadie me asegura que no vaya a contagiarlas, pero tampoco puedo dejar de trabajar”.

Aunque hasta el momento no hubo casos confirmados de repartidores infectados, lo cierto es que no existe ningún mecanismo para que las empresas se hagan cargo ante un contagio: “En ese caso no creo que hagan nada, porque nunca lo hacen, el otro día murió un pibe atropellado en Rosario mientras trabajaba para PedidosYa y no se hicieron cargo, menos lo van hacer con un contagio”, advierte Stolarowa.

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Organizados

En octubre de 2018 la Asociación de Personal de Plataformas (APP) se inscribió por primera vez en el Ministerio de Trabajo de la Nación. Desde entonces, la Asociación centraliza los reclamos de los trabajadores de plataformas. Cuando a principios de este mes Rappi lanzó una campaña publicitaria para promocionar a sus trabajadores como «RappiHeroes» de la pandemia, la APP emitió un comunicado para dejar en claro que «no somos héroes ni heroínas, queremos insumos de seguridad».

Por otro lado, desde la Asociación solicitaron al gobierno de la ciudad de Buenos Aires, donde circulan más de quince mil repartidores, que «convoque a las empresas de plataformas para que implementen medidas adecuadas de salud y seguridad para todos los repartidores que, hasta ahora, estamos desamparados». Hasta el momento no obtuvieron ninguna respuesta.

Además de APP, existen otras experiencias de organización de trabajadores de plataformas. «APP – Trabajadores organizados» surgió al calor de las problemáticas de la cuarentena. Desde sus redes sociales centralizan reclamos de todo el país: «La organización presencial se abandonó para evitar contagiarnos, pero seguimos organizados en redes y grupos de WhatsApp«, asegura Jara que, desde Mar del Plata, impulsa la experiencia.

Los trabajadores también denuncian actitudes abusivas por parte de las fuerzas de seguridad: «Yo cruzo la General Paz para trabajar y es terrible. Te paran, como mínimo, tres veces al día y de muy malos modos. Para los que viajamos en tren es feo, a veces entran al furgón pegándole a la puerta con el bastón, en un lugar donde no hay más que cuatro pibes que vienen de laburar», denuncia Zárate.

En el microcentro porteño ya empieza a caer la tarde. Tras recibir el paquete de McDonald’s, Federico sonríe porque es el último reparto de la jornada: «Cuando empezás temprano, a esta hora ya no sabés ni qué estás repartiendo, ni la plata que juntaste, solo te querés ir a tu casa», dice al tiempo que un patrullero de la policía de la ciudad cruza la esquina: «Bueno, si es que me dejan», bromea mientras lo señala.

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