El 16/5/1963, el astronauta Leroy Gordon Cooper (1927/2004) vio un Ovni. Pero no fue el único. James McDivitt y Edward White y otros también los vieron.

Mientras volaba en la órbita número 15, en su cápsula monoplaza Mercury Atlas 9, el 16 de mayo de 1963, el astronauta Leroy Gordon Cooper (1927/2004) vio un objeto volador no identificado. Se trató de un viaje que marcó el récord de permanecer 34 horas en el espacio. Cuando regresó a la Tierra el Centro Espacial de Houston le prohibió hacer declaraciones. Un año después lo admitió.

Gordon Cooper fue el primer americano en pasar un día entero en el espacio, el primero en dormir en el espacio y el último astronauta de la NASA en realizar una misión orbital en solitario.

“Lo lamentamos, pero Gordon Cooper no puede responder a un cuestionario de esa naturaleza”. El comunicado, frío, escueto, estaba firmado por el oficial de Asuntos Públicos del Centro Espacial de Houston, John J. Peterson, y en ese momento era estrujado casi con furia por el periodista que lo había recibido, Gary H. McLaglen, redactor del New York Times. Todo se había iniciado el 16 de mayo de 1963, a las 10.45 de la mañana, cuando el astronauta Gordon Cooper, desde su cápsula espacial, había comunicado a la base de Houston, textualmente:

– Estoy desconcertado. Esto esta por encima de toda lógica.

– Puedo ver perfectamente una luz verde. Es algo misterioso.

– Detrás de ella, de la luz, veo una cola roja. Perdón me exprese mal. En realidad es una especie de propulsión rojiza, que evidentemente ha estado controlando el vuelo orbital.

– Corto y voy a ustedes.

– Pero, ¿de que se trata?

– Vuelvo. No se como explicarlo. Y no crean que estoy influido de la publicidad de los platos voladores, pero creo, mejor dicho estoy convencido, de que se trata de uno de ellos. Les pregunto: ¿Qué hago? ¿Regreso a la base?

-No haga caso. Eso no tiene importancia.

 

El dialogo había sido escuchado por trescientos periodistas de todo el mundo. Sin embargo, sólo Gary H. McLaglen, del New York Times había comprendido la importante noticia que entrañaba esa comunicación.

De allí que, una semana después de haberse cumplido el vuelo, su pedido de reportaje a Gordon Cooper referente a la posibilidad de que hubiera visto vehículos construidos por civilizaciones de otros mundos, fuera rechazado por el inaccesible Centro Espacial de Houston.

Pese a todo, un año después, en la casa del astronauta, el tenaz periodista consiguió hacer hablar a este extraordinario testigo calificado. Un astronauta, alguien capacitado e instruido para discernir diferentes tipos de fenómenos que puedan acontecer en la atmósfera como en el espacio exterior. Gordon Cooper no confundiría – por ejemplo – basura espacial en órbita o un satélite artificial o un reflejo en la mirilla con un OVNI.

Este fue el resultado del reportaje:

-¿Por qué se negó a la entrevista?

– El público estaba sugestionado y en Houston consideraron inoportuno referirse al tema. Tenga en cuenta que soy un militar que cumple órdenes.

– ¿Qué vio en ese vuelo?

– Ahora puedo hablar porque el tabú de los OVNI ha sido superado. Viajaba en la órbita número 15, al norte de Perth, cerca de las ocho de la tarde, hora de Perth, el 16 de mayo. El objeto se movía de oeste a este. Vi al OVNI durante dos minutos, cuando mi nave cruzaba Australia.

LA ORDEN ERA NO ABRIR LA BOCA

Durante un año, según ordenes impartidas en el centro espacial de Houston, Gordon Cooper se negó hablar del objeto volador no identificado que vio durante un vuelo. Pasado ese lapso, confesó a un periodista que el 16 de mayo de 1963, viajando en la órbita número 15, al norte de Perth, observó una luz verde y una cola roja que parecía vigilarlo, a 160 kilómetros de la tierra. “La vi durante dos minutos, cuando mi nave cruzaba Australia”.

Continuemos con la transcripción de la entrevista:

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– ¿A cuantos kilómetros de la Tierra viajaba?

– A unas 100 millas; es decir a 160 kilómetros.

– ¿Qué otro detalle o característica le hizo suponer que estaba frente a un OVNI?

– La trayectoria del objeto, la altitud, la velocidad de desplazamiento, no podrían hacerme suponer que pudiera tratarse de un meteoro, por ejemplo. Ni tampoco de un globo sonda de experimentación meteorológica que hubiera sido arrojado desde Tierra. Tampoco tenía las características de un satélite artificial lanzado al espacio. Ya le digo, era una luz verde “empujada” por una propulsión rojiza.

– ¿La aparición del OVNI le provocó algún malestar físico?

– No, en absoluto. Usted sabe que los astronautas estamos preparados para aceptar todo tipo de imprevistos.

– Sin embargo, usted fue internado cuando regreso a Tierra…

– Eso es de rutina. Todos los astronautas son internados en observación al finalizar los vuelos. Durante el periodo de observación, por otra parte, los médicos no hallaron nada anormal en mi físico.

– ¿Al ver al OVNI no sintió algún impacto de tipo emocional?

– Si. Primero me sorprendí y luego me vi dominado por los nervios. Pero me recuperé.

– Lo más extraño, quizá, haya sido esa sensación de impotencia que me dominó por unos momentos. Los médicos me explicaron luego que la mía sólo fue una reacción nerviosa. Estaba algo obnubilado y no podía pensar con claridad. Me costaba trabajo relacionar mis pensamientos con el movimiento de las manos, por ejemplo. No coordinaba bien.

– ¿Estima que el OVNI vigilaba a la cápsula?

– De ninguna manera podría afirmar eso.

– ¿Pero lo pensó?

-Bueno, el movimiento del OVNI parecía sugerir que estaba vigilando a mi nave. Atención que le digo parecía. Eso es muy difícil de comprobar. Además yo no creo en la existencia de seres extraterrestres. Y mucho menos en civilizaciones más avanzadas que la nuestra.

– ¿Por qué preguntó entonces si regresaba a Tierra?

– Esa sólo fue una pregunta de rutina. Ya ve usted que del centro de Houston me dijeron que no tenía importancia lo que estaba viendo, y que podía seguir tranquilamente con el viaje.

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– ¿Por qué prohibió entonces Houston que yo lo entrevistara antes?

– Eso esta aclarado en la respuesta que le dieron, creo.

– Usted sabe que había una psicosis colectiva con respecto a la aparición de los OVNI y en la base espacial consideraron que no era prudente publicitar el asunto.

Agreguemos que no fue el de Gordon Cooper el único encuentro con los platos voladores.

Los astronautas que viajaron al espacio en la cápsula biplaza Géminis V, James McDivitt y Edward White, también informaron a la base de Houston que habían visto luces no identificadas en el espacio. Concretamente se refirieron al vuelo que realizaron el 3 de junio de 1965. Pero lo curioso es que esas luces fueron fotografiadas por los astronautas y, tiempo después, pudieron ser publicadas.

También los astronautas de la Géminis X, John W. Young y Michael Collins, vieron misteriosas luces en el espacio. Durante su primera órbita el piloto John W. Young informó al control que había visto dos objetos brillantes.

– No creo que sean estrellas –dijo – Marchan a nuestra misma altura.

Los dos astronautas consultados desde la base, informaron que “se trataba de satélites de cierta especie” pero no facilitaron datos sobre el tamaño del OVNI, ni tampoco de la distancia a que volaba. “Esto es muy extraño e impresionante. Realmente no le encontramos explicación”, dijeron. “No creo que sean estrellas. Marchan a nuestra misma altura. Se trata de satélites de cierta especie”.

Con palabras cargadas de emoción, el astronauta Michael Collins comunicó desde la Géminis X (18 de julio de 1966) a su base que había visto algo de origen desconocido. El mismo Collins que tres años después acompañaría a la Luna a Amstrong y Aldrin en la histórica misión de Apolo XI

Antonio Las Heras es autor del libro “OVNIS, los documentos secretos de los astronautas.” www.antoniolasheras.com

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