La fragilidad del mundo hasta que haya vacuna. A lo ocurrido en China, se suman los rebrotes en Alemania, Irán, Nueva Zelanda y Portugal. La incertidumbre que genera la “nueva normalidad” y lo que Argentina puede aprender al respecto.

Un rebrote puede definirse como el surgimiento de casos en sitios en los que la pandemia había sido controlada. El Sars CoV-2 es un patógeno desconocido para el que aún no existe un tratamiento específico ni una vacuna efectiva. A pesar de la existencia de cientos de grupos científicos coordinando esfuerzos en todo el planeta, la solución definitiva todavía no fue desarrollada. Y eso, aunque a veces desespere, es normal. Hay fármacos que tardan décadas en diseñarse y hay vacunas que, pese a los intentos, jamás pudieron fabricarse. Basta con revisar lo que ocurre con otros virus muy conocidos para la región, como el del dengue. “La contagiosidad del coronavirus es muy elevada, por lo que la aparición de un nuevo caso puede generar rápidamente un conglomerado de casos. De manera reciente vimos la reemergencia de brotes en países como China, Irán y Ucrania, naciones que habían levantado sus restricciones. Es preocupante porque genera mucha incertidumbre”, narra Guzzi.

Las causas de los rebrotes no son iguales. En China, la emergencia de nuevas infecciones condujo a sus autoridades a imponer restricciones nuevamente. El patógeno, según adujeron las fuentes oficiales, se habría alojado en tablas y otros utensilios empleados para cortar salmón importado. Aunque aseguran que el foco fue correctamente apagado y que el pico de esta nueva infección ocurrió hace una semana, el estado de alerta continúa en las zonas aledañas al mercado mayorista de Xinfadi (Beijing) con sus 158 casos. Pero no solo se trata del gigante asiático: en Portugal se identificaron 40 personas (la mayoría de un geriátrico y otros focos producidos por fiestas ilegales) que dieron covid positivo; mientras que en Alemania, una de las fábricas de carne más importantes debió cerrar al notificar nada menos que 650 nuevas infecciones. Irán constituye otro de los ejemplos emblemáticos: tras haber transcurrido la peor parte de la epidemia, su gobierno decidió comenzar a levantar las restricciones. Sin embargo, en los últimos días tuvieron un promedio de 100 muertes diarias. Según el titular de Salud, el principal problema radicaba en las reuniones no autorizadas. Hoy es el décimo país con más casos de coronavirus en el planeta y cuenta con más de 9.200 muertes.

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El caso de Nueva Zelanda, según Mario Lozano –virólogo molecular y exrector de la Universidad Nacional de Quilmes– es muy ilustrativo. “Prácticamente había eliminado al patógeno del territorio, de hecho, junto a Argentina fue la nación que más pronto tomó medidas de distanciamiento social. Tiene una población pequeña en comparación a otros y, en su favor, es una isla, por lo que su aislamiento respecto del exterior se vuelve más controlable. Más allá de todas estas circunstancias a favor está teniendo un rebrote, no muy elevado en términos cuantitativos pero sí preocupa mucho a las autoridades”, plantea Lozano. La inmunidad que alcanzan aquellas sociedades que más se han infectado y en donde la pandemia ha golpeado más fuerte es mínima. Los estudios serológicos que se realizaron en distintos lugares del mundo muestran que la inmunidad comunitaria no supera el 7% como máximo. Por lo tanto, “cuando se habla de segunda ola no estamos en presencia de un nuevo virus circulando sino del mismo que está contagiando a la enorme mayoría de la gente que todavía no lo hizo y que al suavizarse las restricciones comienza a circular”, describe Lozano.

A pesar de la incertidumbre, también es cierto que quizás como nunca antes en la historia la comunidad científica mundial se ha abocado a tratar de comprender un fenómeno como el Sars CoV-2 y la enfermedad respiratoria que causa, la covid-19. Por el momento, no queda más remedio que intentar aprender de las experiencias que van acumulando otras naciones, examinar todas las maniobras y estrategias de respuestas que elaboren, a partir de un abordaje propio y adaptado a las propias características de Argentina. “Lo que se aprende de la reemergencia de la enfermedad en China es que todas las medidas deben tomarse cautelosamente, evaluando los riesgos y consecuencias de cada una de ellas y que el sistema debe estar preparado para actuar rápidamente detectando precozmente, testeando y aislando a los casos sospechosos y a sus contactos”, destaca Guzzi.

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“Todos los países del mundo hicieron aislamiento obligatorio y distanciamiento social. Cuando todo comienza a relajarse porque ya transcurrió el pico, el riesgo es que la relajación haga que el virus que estaba controlado vuelva a propagarse rápidamente. Esto es lo que esencialmente produce las segundas oleadas, tanto en China como en países europeos. Se genera la falsa idea de que después del pico el asunto está concluido y, en verdad, es muy poco probable que todo concluya hasta que haya una vacuna”, explica Hojman.

La situación mundial detenta una fragilidad muy marcada. De la misma manera que el gobierno argentino asegura que las flexibilizaciones se pueden endurecer en caso de que los números crezcan, algo similar sucede con aquellas naciones que han sorteado –al parecer– la peor parte de la pandemia. Las reaperturas, hasta que haya vacuna, deberán convivir con los confinamientos parciales y focalizados según zonas geográficas bien demarcadas. El regreso a fases precedentes será la norma: las decisiones de las autoridades en cada territorio no son estáticas ni mucho menos, por el contrario, componen la “nueva normalidad”. Una nueva realidad a la que habrá que acostumbrarse.

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