María Belén Aguirre

María Belén Aguirre

 La escritora María Belén Aguirre ganó la polémica y singular convocatoria 2020 del premio del Fondo Nacional de las Artes con su libro de poemas «Siamesas», una propuesta de «anarquía legislada» que se condensa en un poemario vertiginoso que muestra la mirada de las niñas unidas por la cabeza desde la resignificación de distintos textos de la literatura clásica y de la vida política argentina.

«Siamesas», como lo señala su propia autora, explora muchas estéticas -difíciles en algunos casos de precisar- pero el art brut y el arte naíf, por ejemplo, coexisten con una lograda lucidez, manteniendo una armonía con las referencias al campo intelectual: poetas, escritores, libros, películas, pintores, personajes que aparecen como «una suerte de ósmosis cultural», como le gusta llamarlo a la poeta nacida en Tucumán en 1977.

El poemario resultó ganador de esta atípica edición del Concurso de Letras del Fondo Nacional de las Artes, que por decisión de la encargada del área, la escritora Mariana Enriquez, unificó las cuatro categorías tradicionales en una única convocatoria para obras de ciencia ficción, fantástico y terror.

La narradora, guionista, poeta y gestora cultural trabaja constantemente con referencias a su escritura -una especie de obsesión de su poética- y no solo reflexiona sobre su propia obra, sino sobre «el fenómeno fascinante del lenguaje, porque «el lenguaje es un dios que nunca duerme», dice la escritora galardonada. 

-Télam: ¿Cómo decidiste participar del concurso del Fondo Nacional de las Artes?
-María Belén Aguirre:
Me enteré del concurso a través del editor de mi obra completa: Lucas Gómez Cano. Él, que además es un gran amigo, me dijo con una fe ciega: «Presentate, María Belén. Vas a ganar». Yo dudé al principio. No entendía las bases. Pensé que cada género sería evaluado en su particularidad, compitiendo con sus pares. Ensayo con ensayo, poesía con poesía, etc. Esa confusión me demoró en pensar y pensar. Exactamente diez días antes del cierre del concurso, me decidí. Pero no se lo dije a nadie. Por esos días, se me ocurrió la idea de dos hermanas siamesas unidas por la cabeza. Y me dije: la deformidad y la discapacidad espantan a la gente. También pensé en que yo necesitaba dar cuenta, desde la subjetividad de dos discapacitadas condenadas a estar postradas en un camastro, del lado de adentro del terror. Un terror que siempre es ajeno.

«La literatura es una bestia, una criatura mutante, en constante metamorfosis».

María Belén Aguirre

-T.: ¿Por eso trabajaste el género terror?
-MBA.:
En mi humilde y completamente desestimable parecer, la literatura es una bestia, una criatura mutante, en constante metamorfosis. Ya los géneros se han hibridado hace mucho. Uno debiera hablar solamente de literatura. Y dejar que el lector catalogue. O respetar al autor en su sentir. Sin ir más lejos yo siento a las «Siamesas» como una nouvelle en verso (de mis casi treinta libros, casi todos son nouvelles versificadas).

En «Siamesas» hay momentos que ensayan exploraciones sobre arte contemporáneo; hay referencias puntuales a Narcisa Hirsch, a la Yoko Ono del Sogetsu Art Center de Tokio, a Diane Arbus (la fotógrafa de los fenómenos de enanismo, gigantismo, acromegalia y en el extremo de la sorpresa un retrato de Borges en el Central Park de Nueva York); o el cine de David Lynch, Werner Herzog, Bebe Kamin, etc. O al arte renacentista, y mi devoción demencial por El Bosco. O Picasso en su período cubista. No sé… ya no recuerdo.

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-T.: ¿Lo planificaste como un libro muy visual?
-MBA.:
Sí, si hubiese sabido dibujar, hubiera ilustrado mi libro. Recuerdo que Cocteau decía, en su «Opium», que cuando la escritura le resultaba insuficiente para dar cuenta de su estado de desesperación por la abstinencia, dibujaba. Digo esto, porque pienso que es posible todo a la vez: que una mirada excluyente, hoy por hoy, es una ingenuidad.

-T.: De todas formas hay reglas, sobre todo en los concursos…
-MBA
: Hay, sí, los guardianes del canon. Están parados delante de la puerta de la ley, custodiando para que nadie entre. Están también los que están dispuestos a morirse esperando que la puerta se abra. Yo me quiero morir creando. No puedo esperar la venia de nadie. No tengo tiempo.

Si queremos mantener viva a la criatura, tendremos que aprender a respetar sus mutaciones, sus hibridaciones, su travestismo, su transgeneridad.  Van a acribillarme contra el paredón.

«El lenguaje es un dios que nunca duerme».

María Belén Aguirre

-T.: ¿Cómo funciona en tu poética la «anarquía legislada»?
MBA
: Puedo afirmar que cada uno de los libros que he escrito parten de una idea y proponen sus propias reglas de juego. Al menos para mí, el arte (si es arte) debe necesariamente ser conceptual. Sin una idea que fuere su basamento, no puede construirse crear sin una idea de partida o de llegada. La idea es ya la obra. El deseo es ya la obra. Y la voluntad es ya el comienzo de la acción. Desde esta perspectiva, el poema más perfecto es aquel que nunca se ha escrito, y que jamás se escribirá. Es precisamente esa ilusoria potencialidad, lo que mantiene viva a la poesía. Creo que cada poeta crea su propio arte poético; a eso me refería con la expresión «anarquía legislada». Un poeta conceptual es, por antonomasia, su propio soberano. Aunque a veces se traicione.

-T.: ¿Y cuándo se traiciona un poeta?
-MBA:
Cuando imita un estilo ajeno. Yo creo sinceramente que toda imitación es intrínsecamente una parodia. Existen, sin embargo, algunos buenos plagistas (inimputables a causa de la posmodernidad y su dudosa eticidad). Y también se traiciona cuando nada a contracorriente de sí mismo. Cuando renuncia a su invaluable singularidad. Me mandaría directo a un rincón, a arrodillarme sobre granos de maíz, si algún día me traicionara.

-T.: ¿Y las influencias son una especie de traición?
-M. B. A.
: En mi humilde y desestimable opinión, un intertexto existe en tanto y en cuanto el sujeto que produce el diálogo textual, es consciente de ello. Y lo más importante, en tanto y en cuanto lo sepa el lector. Es la consciencia del acontecimiento lo que crea al acontecimiento. Pero somos, nos guste o no, palimpsestos vivientes.

Nada impide el libre ejercicio de la singularidad. Uno podrá sentir a veces (con mayor o menor abatimiento) que la singularidad ajena es mejor que la nuestra. Compararse no es saludable para el espíritu, ni para la creación. Esto no significa ignorar la existencia de un otro creador. Ni sobrevalorarse, ni subvalorarse. Significa permitirse la posibilidad de indagar y manifestar aquello nuestro que los otros también tienen, pero nunca como en nosotros.

«Cada poema es un engranaje, una escena. Y cada verso un plano. La estética cinematográfica recorre el libro de principio a fin».

María Belén Aguirre

-T.: ¿Hay influencias de Osvaldo Lamborghini en tu escritura?
-MBA:
Osvaldo es una presencia muy recurrente en mí. No porque tuviéramos semejanzas de tópicos, ni de estilos. Sino porque ambos somos, cada cual a su modo, la maldición que pesa sobre nosotros. Amo a Osvaldo. Osvaldo es la reivindicación, a contrario sensu, de la pureza. La pureza que es mancillada, violentada. La pureza insoportable que el mundo necesita ensuciar, manchar, arrebatar. Estropear, diría él. Osvaldo es la literatura que ha llegado a su máxima expresión: la alegoría. Y cuando se llega ahí, no se vuelve. Es un punto de no retorno.

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Si te gusta Osvaldo, es porque amás demasiado a la humanidad. Y cuando digo humanidad, no estoy siendo buenita. Quien vea en sus obras una apología del mal, no pasa de ser un leedor literal. Un leedor, no un Lector, como diría Macedonio.

-T: ¿Cómo articula con las siamesas su madre?
-MBA
: La madre de las siamesas es el único contacto con el mundo exterior. Ella es, desde la humildad de su sapiencia, desde sus carencias, la que provee y educa. Es la que a través de operaciones metonímicas, les lleva el mundo a la pieza donde viven. Sabe poquito, pero tiene una sabiduría de la que carecen los hombres de mucha ciencia. Sabe poquito, pero es la que está más cerca de la santidad.

-T: ¿Y la apropiación del Preámbulo de la Constitución en qué sentido operan en tu poética?
-MBA:
El Preámbulo cumple otra función. Versifiqué la prosa, la escandí. Metí mano en el texto más importante de nuestra República. Lo hice intencionalmente. Cortando los versos en lugares estratégicos. O al menos eso intenté. Me apropié de algo que es mío y de todos los habitantes de este país. Quise obligar a mis lectores a recordar que hay una piedra basal que nos ampara.
También es un contra argumento, pues mi libro transcurre durante el fragor de la Guerra de Malvinas. «Siamesas» es para mí una metáfora de la indefensión de todos nosotros, los argentinos. Es el horror, es el espanto, es la inocencia de un pueblo inocente y culpable de su inocencia.

-T: Recordás Malvinas… ¿Cómo trabaja la historia argentina en el libro?
-MBA
: Yo podría haber elegido fácilmente el Tucumanazo, El Operativo Independencia, cualquier golpe, cualquier masacre, el bombardeo a Plaza de Mayo… Pero elegí la Guerra de Malvinas, porque es el momento de la historia argentina que sentí más hermanado a la indefensión de mis siamesas, a la inocencia de mis siamesas. Pero no me refiero solamente a los chicos de la guerra (que hoy por hoy son nuestros héroes locos, los portadores de secuelas que nadie curará). Elegí Malvinas, por la misma razón por la que elegí apropiarme del Preámbulo. Malvinas es la contradicción. Perdimos. Cualquier nostalgia será solo una falacia discursiva.

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– T: ¿»Ver con los ojos cerrados» y «el feto en el formol» son el gesto de un género literario que recorre tu libro?
-MBA
: Por ahí viene, en realidad, la construcción de una isotopía cuya misión es venir a ser la columna vertebral que sostiene una estructura. Es gratificante para mí que lo hayan advertido. Pues si bien existen muchos momentos en los que la absurdidad se apodera del texto, siempre me gusta que una médula coherente sostenga a la trama. «Siamesas» está construida sobre la base de la secuencialidad. Por eso es tan difícil para mí elegir un poema, sin sentir que estoy rompiendo al libro. Cada poema es un engranaje, una escena. Y cada verso un plano. La estética cinematográfica recorre el libro de principio a fin. «Siamesas» es, como diría Alice (la poeta Alicia Silva Rey): «un juguete peligroso».

«Yo sé que los muertos pueden leer».

María Belén Aguirre

-T: ¿Hay una idea de la imposibilidad como tema central en «Siamesas»?
-MBA:
Desde luego, un «nopodermiento», como diría Gombrowicz en su genial «Ferdydurke». Una imposibilidad que te empantana allí donde sea que estés. Es sentir, comprobar, que por mucho que lo intentes, lo nuestro es el statu quo; una predestinación metafísica, pero también política. Económica. Social. Y aquí no hay don ni talento que valga. Yo hablo ahora que puedo. Hablo por los suicidados.

-T: ¿Cuáles son los poetas que lees recurrentemente?
-MBA:
Hoy por hoy cuando quiero leer poesía, leo narrativa. Me gusta Rilke cuando escribe «Los cuadernos de Malte Laurids Brigge». Me gusta Antonio Di Benedetto, todo él. Me gusta Andrés Rivera, todo él. Me gusta Juan José Saer, muy especialmente. Me gustan los cuentos de Carson Mc Cullers, de Flannery O`Connor. Me emocionan hasta las lágrimas Lucia Berlin, Daniel Moyano, Juan José Hernández, Silvina Ocampo. Me atrapa Natalia Ginzburg, y no me deja ir. Adoro a Herta Müller. Pero a quien mi corazón ama con demencia es a Aurora Venturini, ella es mi estrella, y la tortuga milenaria del sueño de la siamesa que es, a la vez, mi alter ego. Aunque si tuviese que dedicar algo, por ejemplo, esta entrevista, se la dedicaría a la poeta Inés Manzano. Yo sé que los muertos pueden leer.

-T: Si tuvieses que ubicar en un sector de una librería a tu poemario ¿lo pondrías en terror?
-MBA:
En terror, sin duda. ¿Qué otra cosa podría escribir yo viviendo en Tucumán? ¿Qué otra cosa, en una provincia donde entre dos adultos vejan a un niñito de un año y tres meses, detrás de las tribunas de una cancha de fútbol, a la siesta? No hablo de dictadura. Hablo de los horrores de la democracia.
El terror es posible y hasta inherente a la poesía. No es solo un privilegio de la narrativa. No podemos, por ejemplo ignorar, a Edgar Lee Masters y su «Antología de Spoon River» (también citada en un poema de «»Siamesas»). O a Paul Celan y su «Fuga de muerte». O a «El cuervo», de Poe. Razón, este último, que me llevó a elegir como seudónimo Annabel Lee.

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