El presidente Alberto Fernández pispeó por tevé el lunes a la noche. Los runners porteños podían recuperar sus hábitos. La salida fue descontrolada. No se cumplieron los protocolos establecidos por el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta. Los corredores no respetaron la distancia social, se apiñaban, hasta se chocaban. Los contados peatones ajenos al jolgorio debían correrse.

Fernández se cabreó, se comunicó con el jefe de Gobierno. En los últimos tiempos el primer mandatario suele cuestionar con palabras severas a los porteños, otra costumbre que lo asemeja al fallecido presidente Néstor Kirchner. Le transmitió preocupación al alcalde capitalino, quien le respondió que los zócalos de los informativos contaban que se cumplía el distanciamiento social. Fernández contestó que era mejor mirar las imágenes, irrefutables, que los zócalos. HRL prometió ocuparse para evitar reiteraciones futuras.

Al día siguiente, el ministro del Interior Eduardo “Wado” de Pedro retransmitió la misma preocupación y el ministro de Salud porteño Fernán Quirós pidió templanza a los runners y anunció medidas para que dispusieran de más espacio. Impuso, además, el uso de tapabocas para quienes salgan a caminar y no a correr.

La protección de la salud depende de la buena praxis de los gobernantes y de la conducta de la gente común. La relajación desmedida, el olvido de los riesgos, agravan la propagación del virus como se padeció en Necochea, en Olavarría, entre otras localidades. Esta historia continuará, es deseable que prevalezcan el autocontrol y el respeto a las reglas.

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