Desde un presente que cuestiona el rol de la justicia y hace crujir el mundo del patriarcado, la periodista Claudia Acuña inaugura su derrotero como escritora con la obra «No estás sola», una novela protagonizada por mujeres que arriesgan sus vidas al enfrentar el poder de una organización delictiva que forjó su imperio con la prostitución y el tráfico de drogas, al amparo de una red que extorsiona jueces y fiscales.

Como un espejo de las realidades sumergidas de la Argentina, el libro aborda la historia de Celina Vincenzi, una joven paraguaya que llega a ser periodista de importantes medios en Buenos Aires, pero renuncia por principios éticos, para participar de un medio alternativo y ayudar a mujeres prostituidas o expuestas al peligro.

Inscripta en el género negro, la novela comienza con un ritmo frenético cuando Celina es secuestrada y llevada a una villa del conurbano bonaerense, símbolo de la amenaza y el riesgo de muerte que atraviesa el libro.

Inmediatamente llegará la historia de Ceferina, a la que la protagonista ayuda a salir de la prostitución y alienta a estudiar abogacía, pero la trama tiene un desvío inesperado cuando en el último examen el docente y secretario de un juzgado -apodado el Asqueroso- le exige sexo a cambio del título.

Ese hecho abre el nudo conflictivo de la novela que conduce a una red de corrupción que tiene en la cima a un personaje brutal apodado El Dron, y donde el «No estás sola» aparece como un mantra de la sororidad femenina a la que se suma un dúo de peluqueros travestis, una abogada trans y una ex Miss Universo.

La novela, editada por Planeta, es la primera de una trilogía, cuenta la autora en diálogo con Télam en una entrevista a la que llega con un tejido de ñandutí que para su abuela representaba «la trama invisible» relacionada con «el saber hacer de las mujeres» ante situaciones de abuso y sometimiento.

Mirá También:  Una verdadera obra de arte y otro póker: el magnífico partido de Lionel Messi ante Eibar

– Télam: ¿A partir de qué situación surgió esta historia?

– Claudia Acuña: Lo que le dio el tono rápido y furioso a la novela fue lo que me ocurrió el día del velatorio de mi madre. Me pedían que pagara en efectivo el servicio fúnebre y me faltaban 6000 pesos; era un momento tremendo y me di cuenta de que así de terrible era la violencia que se ejerce todos los días en esos bordes, en los momentos más terribles de necesidad.

Así encontré en mí a la guaraní criada en el conurbano y me pregunté cómo respondés a un «no te entrego el ataúd sino me traés la plata». Es una situación de abuso aunque no te estén tocando. Son momentos de fragilidad para una mujer sola y aprovechan para sacarte lo que sea.

Entonces pensé que me tenía que sacar ese momento como un exorcismo y empecé a ver qué hacía con ese malestar, porque queda mucho resentimiento y odio, que te deja una violencia en el cuerpo que a veces no empieza por una cachetada sino por esa sensación de que lo que tenés no te alcanza.

– T: Más allá de ese disparador, ¿cómo surge esa historia de abuso dentro de una estructura de corrupción judicial y policial?

– C.A: El trabajo de campo es mi vida, yo he visto lo que sucede en los territorios y cuando vas a los bordes te das cuenta de cómo son las estructuras de corrupción del poder. En esas periferias, la administración de violencias es todo y lo que ves es una cadena de destinos sociales destrozados.

Mirá También:  Enard y Fresán: literatura, pandemia y traducción en la mirada de un francés y un argentino

Para mí, la novela propone la discusión entre ética y moral, y eso es lo más importante: si algo hace bien o hace mal y qué límite tiene ese hacer. Esa es la discusión que quería poner sobre la mesa: no hay justicia y entonces hay que ponerse creativos. Es un momento donde la sociedad y especialmente eso que llamamos movimiento feminista tiene que pensar las utopías. Tenemos que volver a reparar, que es más difícil que crear todo de nuevo.

Así como otras sociedades mutilan el clítoris para someter a las niñas, esta sociedad te mutila la autoestima, y eso implica un permanente proceso de reconstrucción

En la novela se plantea la violación de una adolescente de 15 años por un gendarme en José León Suárez, lo que forma parte de los abusos cotidianos. Entonces, ¿cómo hacés una denuncia si te viola un gendarme que es un agente del Estado? Esa realidad está totalmente invisibilizada y eso hace que el tejido social se rompa. La inseguridad principal es la violencia que daña las relaciones sociales. Así como otras sociedades mutilan el clítoris para someter a las niñas, esta sociedad te mutila la autoestima, y eso implica un permanente proceso de reconstrucción desde lugares muy difíciles.

– T: ¿Por qué elegiste como protagonistas mujeres paraguayas?

– C.A: Mi abuela paterna era una india con trenzas que hablaba guaraní y mi madre fue una militante barrial que vivió con lo mínimo toda su vida y murió en una cama tapada con una manta, preocupada por entender que había que cambiar las cosas, por eso creo que fue una rebelde para su tiempo. Su imagen me motivó al escribir esta novela, por eso la protagonista se llama Celina como ella: fue una mujer golpeada hasta que se separó de mi padre.

Y si bien nací en Ciudadela, en el límite con Fuerte Apache, soy hija de esa mezcla y lo guaraní está muy presente de esa manera, la resistencia es muy guaraní y eso se ve mucho en las villas donde las mujeres logran tramas en ese saber hacer que luego te transmiten.

Mirá También:  Duro comunicado de investigadores del Conicet y la UBA: “No es posible una megaminería sustentable”

Conocí a las travestis mexicanas de los pueblos originarios que sobrevivieron con el bordado, pienso que es muy interesante que hayan salvado sus vidas a través del trabajo manual y del arte, y creo que de la violencia escapamos con belleza. Necesitamos de esas estrategias para salvar vidas porque estamos en un sistema que tiende a producir muerte.

– T: ¿Cómo pensaste en la protagonista al momento de construir la trama?

– C.A: Muchos pueden verla como una inconsciente o una psicópata. En este mundo no podemos se heroínas perfectas, y la pregunta es qué tenemos que ser, tenemos que ser eso que hace el personaje? Yo no quiero hacer eso quiero vivir tranquila, pero hay una obligación de hacer cosas para las que ni estás preparada, entonces las respuestas también son riesgosas, siempre tenés que dar un salto para el que no estás preparada.

Deja un comentario

You May Also Like

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *