Lejos del paradigma de los museos de pinturas y esculturas de grandes maestros, o de aquellos de arte contemporáneo plagados de obras conceptuales, existen numerosos museos en Buenos Aires que -tal vez con menos eco mediático- atesoran colecciones atípicas, desde museos de ladrillos, cámaras de foto, títeres o acordeones hasta piezas anatómicas de morgue.

Los antecesores de los museos de la actualidad encerraban todas las maravillas que los grandes exploradores podían encontrar pero con el tiempo, los objetos de estos “cuartos de maravillas” –raros, extraños, curiosos- se disociaron, y mientras que algunas piezas fueron a parar a los museos de arte, otras se destinaron a los de ciencias naturales.

Aquella catalogación conceptual, tan humana como victoriana, entre los siglos XVIII y XIX, olvidó tal vez a algunos de los más curiosos museos que aparecerían años más tarde y funcionan en la actualidad: espacios donde lo maravilloso y fantástico conviven como una unidad, sin separaciones. A continuación una lista de imperdibles.

Ubicado en Estados Unidos 802, en el barrio de San Telmo, el Museo de Títeres atesora más de 500 títeres de diferentes países, contó a Télam Guillermo Farisco, vicepresidente de la institución. Desde 1995 funciona este museo donde se difunden las distintas técnicas para darle vida a los muñecos, salas dedicadas a los títeres internacionales, latinoamericanos y argentinos, así como una sala de espectáculos con funciones para niños y adultos

Fundado por Mane Bernardo y Sara Bianchi, dos maestras titiriteras argentinas, el museo alberga desde un títere de sombra que proviene de Indonesia, elaborado con piel de camello, hasta un guiñol francés de madera, de hace 80 años, uno de los emblemas de la colección.

Más de 2500 cámaras fotográficas de todos los tiempos y 25 mil fotografías en papel y en vidrio estereoscópicas conforman la colección del Museo Fotográfico Simik, que fundó Alejandro Simik en 2002, una pasión que comenzó hurgando en ferias y viejos armarios de familiares y amigos en busca de antiguas cámaras fotográficas. El museo funciona dentro de un bar Notable, «Palacio», ubicado en Avenida Federico Lacroze 3901, en el barrio de Chacarita y relata la evolución de la fotografía y las cámaras fotográficas desde sus orígenes. En la colección destacan un visor de imágenes hecho en Francia en 1893, que permite contener 220 vistas de vidrio o papel, cámaras de estudio con ruedas (de 1870), cámaras de madera con fuelle y objetivo de bronce, daguerrotipos y ambrotipos de los más diversos orígenes.

El Museo del Acordeón condensa la historia de cuatro generaciones de la familia Anconetani, abocada a este “maravillosos instrumento ligado a las expresiones populares, a la fiesta y la alegría, a la emoción y al sentir de las distintas colectividades”, cuenta a Télam Aida Anconetani. Su abuelo era de Ancona, Italia, una provincia que concentra las fábricas de acordeones de ese país.

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El acordeón de Pipo Pescador, una réplica del acordeón creado por Leonardo da Vinci, una rareza como el bandoneón “de mesa”, además de múltiples instrumentos, herramientas, documentos de archivo y fotos de acordeonistas de todas la épocas conforman el acervo de un museo con objetos atesorados durante 120 años. En Guevara 492 (Chacarita).

La vestimenta y la moda están siempre asociadas a un contexto social, cultural y político. El Museo Nacional de la Historia del Traje reúne prendas, fotografías, bocetos, objetos y moldes que proponen acercarse a la indumentaria típica del país, en cruce con el cine, la plástica, la escultura y la música, entre otras disciplinas artísticas.

El acervo está conformado por más de 9000 piezas -entre vestidos, pantalones, calzados, objetos de uso cotidiano, fotografías, molderías y otros materiales gráficos vinculados a la moda- que van desde el siglo XVIII hasta 1980. Hay además trajes típicos de Grecia, Japón o China y trajes de novia de todas las épocas. En Chile 832.

Más de 2000 piezas conforman el acervo del Museo de la Balanza, una colección reunida a lo largo de 20 años, abierta al público, que reúne ejemplares de todo el mundo, utilizados para pesar líquidos, granos, hilos, joyas, huevos, camiones, personas y otras múltiples cosas.

Entre los imperdibles, se encuentra una balanza postal francesa del período borbónico, las más conocidas -de dos platos iguales- y la primera que dio nacimiento a la colección: una vieja balanza de hierro para pesar granos que el fundador del museo, Bernardo Fernández, encontró en el altillo de la vieja casona de sus bisabuelos en España. En California 2000, Barracas.

Ubicado en la Morgue Judicial, el Museo Forense (Junín 762) que funciona desde 1935 exhibe una colección de 2500 piezas anatómicas en perfecto estado de conservación. El acervo incluye tejidos anatómicos con diferentes lesiones de interés médico-legal, inmersos en un líquido llamado Kayserling que preserva los colores y la hidratación de la piel; además de reproducciones de cabezas realizadas en yeso (obras del escultor italiano Alejandro Chiapasco), radiografías, fotos, objetos y diversos materiales de laboratorio.

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La mayor parte de los restos humanos pertenece a personas fallecidas entre 1930 y 1940, víctimas de accidentes, homicidios o suicidios, cuyos cadáveres en su momento no fueron reclamados ni retirados y se destinaron a fines de investigación. El museo recibe siete mil visitantes al año y no es apto para menores ni para personas impresionables.

El Museo del Ladrillo, ubicado en Ringuelet, La Plata, se dedica a difundir la historia de la industria ladrillera nacional. Este sitio histórico, declarado patrimonio arquitectónico provincial y municipal, posee un programa de residencia para artistas -coordinado por Marcela Cabutti- que busca la presentación y ejecución de proyectos creativos que propongan nuevas maneras de mirar el futuro de la cultura ladrillera. El acervo se compone de maquinarias usadas en la producción ladrillera, herramientas para el acarreo, moldes y diferentes formas y tamaños de ladrillos, de distinta procedencia, además de elementos de medición, mobiliario, fotografías, planos y libros, donados en su mayoría donados por la antigua Fábrica de Ladrillos Francisco Ctibor. Calle 514 N° 1905 entre Centenario y General Belgrano.

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