NUEVA YORK — La esposa de Segundo Huerta dice que una semana antes del accidente, su marido se había quejado de que el jefe del sitio de construcción donde estaba trabajando, en el Bronx, presionaba a los obreros y los regañaba por trabajar demasiado lento.

María Guazhco, la esposa de Huerta, comentó que su esposo le había contado que, después de 17 años con la compañía, trataría de encontrar otro trabajo. Sin embargo, regresó al sitio la semana siguiente.

“Y después, todo colapsó”, dijo Guazhco, de 39 años.

Huerta, de 46 años, murió el 27 de agosto después de que se derrumbó el tercer piso del edificio donde estaba trabajando. Su cuerpo quedó sepultado y atrapado debajo de cientos de kilos de escombros.

Fue una de las doce personas, diez de ellas pertenecientes a la comunidad latina, que el año pasado murieron en accidentes relacionados con la construcción, según datos preliminares del Comité de Seguridad y Salud Ocupacional de Nueva York, un grupo de defensa de la seguridad de los trabajadores, y el Departamento de Edificios. El número de muertes relacionadas con la construcción ha sido constante durante los últimos cuatro años.

La muerte de Huerta refleja los peligros que persisten en los sitios de construcción de Nueva York a pesar del montón de reglas y normas que la ciudad ha impuesto para proteger a los trabajadores, muchos de los cuales, como Huerta, son latinos y residen en el país de manera ilegal. Las familias que dejan atrás tienen pocos recursos para llenar el vacío financiero provocado por ese tipo de tragedias.

De 2006 a 2016, casi la mitad de los empleados en sitios de trabajo que no pertenecen a un sindicato de la ciudad eran hispanos o latinos, en comparación con casi un 30 por ciento en sitios pertenecientes a un sindicato, de acuerdo con Lawrence Mishel, economista del Economic Policy Institute, un grupo liberal de expertos. El porcentaje de trabajadores en sitios no pertenecientes a un sindicato que son hispanos o latinos probablemente supera el 50 por ciento en este momento, señaló Mishel.

Con frecuencia, los trabajadores indocumentados temen alzar la voz debido a su condición”, dijo Rubén Colón, representante del sindicato del Consejo Distrital de Carpinteros de la Ciudad de Nueva York. “Los empleadores y los contratistas sin escrúpulos se aprovechan de esa situación y traspasan los límites de lo permitido”.

Poco después de la muerte de Huerta, la ciudad emitió una orden de suspensión de actividades dirigida al contratista del sitio del Bronx, Pioneer General Construction Co. También le ordenaron a la compañía frenar todas las operaciones en un sitio en Brooklyn, según muestran los registros de la ciudad.

Después, el Departamento de Edificios emitió una infracción contra Pioneer General por no notificar a la ciudad sobre el accidente que provocó la muerte de Huerta, y le impusieron a la empresa una multa de 25.000 dólares. Aún se está realizando una investigación del accidente por parte de varias agencias.

Pioneer General no respondió a varias solicitudes para hacer comentarios.

En la mañana del fatal accidente, Guazhco no despertó a tiempo para prepararle el café y el almuerzo a su esposo, como era su costumbre. Huerta había planeado ir a Queens después del trabajo con el fin de comprar útiles escolares para tres de sus cinco hijos. Volverían a la escuela e unos cuantos días.

“Me dijo: ‘Te veo en la tarde’”, comentó.

Ambos se conocieron en Ecuador a través de sus familiares. Su hermana se había casado con uno de los primos de Huerta, y ella lo había visto en un evento familiar. Fue amor a primera vista, dijo.

Huerta cruzó la frontera desde México para llegar a Estados Unidos en 2001. Había viajado desde su ciudad de origen, Cuenca, en el sur de Ecuador, donde también había trabajado en el sector de la construcción. Se abrió camino hasta Nueva York, donde tenía familiares que trabajaban en construcciones. Guazhco, que estaba embarazada en ese momento, lo alcanzó ahí.

Tuvieron dos hijos en Ecuador y tres en Estados Unidos, incluyendo unos gemelos que nacieron en 2015.

Casi al mediodía del 27 de agosto, ella recibió una llamada de uno de los hermanos de su esposo, quien le dijo que Huerta había sufrido un accidente grave. De inmediato fue al lugar.

Huerta había pasado la mayoría de la mañana con Manuel Huerta, su sobrino, en el segundo piso del edificio, pasándole cubetas de ladrillos y bloques de concreto a otro trabajador que se encontraba sobre un andamio en el mismo piso. Durante casi cuatro horas, dijo Manuel Huerta, los hombres pasaron bloques como una “cadena humana” al resto de los trabajadores, que los apilaban sobre vigas en el tercer piso.

Casi habían acabado cuando Segundo Huerta le dijo a su sobrino que fuera al tercer piso para ayudar a los demás.

Poco después, dijo Manuel Huerta, el edificio se derrumbó. “Cedió de una sola vez”, comentó.

Seis de los siete hombres que estaban trabajando en el sitio en ese momento lograron salir. Pero nadie podía encontrar a Segundo Huerta.

Guazhco comenzó su propia búsqueda cuando llegó al lugar. Subió a cada ambulancia que vio, esperando encontrar a su esposo. Un trabajador le dijo que ya no siguiera buscando, recordó.

“Segundo está adentro”, recordó que le dijo el trabajador. “Se perdió ahí”.

En las semanas que siguieron a la muerte de Huerta, miembros del Proyecto Justicia Laboral (WJP, por su sigla en inglés), un grupo de defensa, dijeron que habían sido contactados por un conocido de alguien que estaba trabajando en el sitio del Bronx.

El conocido le dijo a la agencia que los trabajadores creían que el sitio podía ser poco seguro, pero que tenían miedo de expresarlo. Las personas asociadas con el grupo de defensa dijeron que les habían mostrado fotografías del sitio, que fueron compartidas con The New York Times, las cuales retrataban un techo que cedía bajo el peso del material que estaba apilado encima.

Demostrar que un contratista es directamente responsable de la muerte de un trabajador puede ser difícil, dijeron los funcionarios de la ciudad. En vez de cargos penales, los contratistas a menudo enfrentan multas por violaciones de seguridad u otros actos indebidos; ordenes para frenar o ralentizar actividades; o, en casos más graves, una suspensión o la revocación de sus licencias.

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En 2018, se llevaron a cabo 25 arrestos relacionados con construcciones debido a diversos delitos como sobornos, licitaciones fraudulentas o robo de salarios, de acuerdo con el Departamento de Investigación de la ciudad.

Según la ley estatal de Nueva York, los contratistas que sean declarados penalmente responsables por la muerte de un trabajador pueden ser multados por un máximo de 10.000 dólares, una cantidad que, según los defensores de los trabajadores, es mísera. La ciudad señaló que los contratistas normalmente enfrentaban multas adicionales por otras violaciones.

El accidente en el Bronx no fue el primero en el que un obrero de Pioneer General resultó lesionado en el trabajo. En 2018, dos trabajadores involucrados en otros accidentes demandaron a la compañía por lo que, según ellos, eran condiciones laborales poco seguras. Ambas demandas siguen en proceso.

Guazhco ha experimentado una presión financiera considerable desde la muerte de su esposo, comenzando con el costo de la repatriación del cadáver a Ecuador. Varios despachos de abogados la contactaron tras el accidente, y ella decidió entablar una demanda.

Guazhco dijo que aún estaba tratando de explicarles a los gemelos de la pareja, de 4 años, qué pasó con su padre.

Además de tener que reunir los 2000 dólares mensuales que paga por la renta de su departamento, también debe atender las tareas de las que normalmente se encargaba su esposo.

La hija mayor de la pareja, que vive en el departamento de la familia en el Bronx, hace poco dio a luz a una niña. María Huerta, de 20 años, dijo que le había dado el nombre de Esperanza a su hija para reflejar lo que su llegada significaba tras la muerte de su padre.

*Copyright:c.2020 The New York Times Company

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