Patricia Bullrich y su troupe volvieron a montar un show. Durante la madrugada de este viernes, el gobierno argentino deportó hacia Ecuador a Mariela Hilda Peñarrieta, esposa del capo-narco, Adolfo Macías Villamar, alias Fito, también a los tres hijos y tres colaboradores. Bullrich no explicó que, si eran peligrosos, cómo es que entraron a la Argentina. Y, si no eran peligrosos, cómo se explica la sobreactuación de la ministra, al frente de una conferencia de prensa en la que se apretaron los funcionarios. En realidad, Peñarrieta “no tiene estado de detención” o pedido de captura, como explicó la ministra ecuatoriana, Mónica Palencia. De hecho, la hija mayor, Michelle, de 21 años, ingresó al país desde Europa, es una figura pública en las redes sociales y canta (mal) corridos, al estilo mexicano, con el nombre de Queen Michelle. La operación publicitaria de la deportación sirve para distraer la atención del brutal ajuste a la mayoría de la población y, además, arma una base para fundamentar la propuesta de que las Fuerzas a Armadas a intervenir en seguridad interior.

Mail desde Ecuador

Ninguno de los enviados a Ecuador, con avión de la Fuerza Aérea, tiene orden de captura internacional. Entraron a la Argentina sin inconvenientes y se fueron a refugiar a un country de Córdoba, Valle del Golf. Por lo general, las familias de los narcos huyen más de las bandas rivales que de la justicia, porque los capos suelen mantenerlos al margen de sus actividades delictivas y masacres.

Aun así, se supone que el aparato de inteligencia debería tener informes para alertar a las autoridades de Migraciones. En este caso, no hubo nada. Bullrich admitió que se enteraron de que la familia de Macías estaba en Córdoba desde el 5 de enero por un mail que les mandaron desde Quito.

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La mujer y los dos hijos más chicos, cinco y 12 años, vinieron desde Ecuador, o sea que no tuvieron impedimento de salida. Michelle se fue a Europa después de un secuestro de otra banda narco, en 2021, y llegó a la Argentina desde el viejo continente.

Refugio en Córdoba

Peñarrieta compró una casa-promedio de ese country, no muy ostentosa, a nombre de una familiar que vive en Chile. No hubo escritura, sólo un boleto de compra-venta y en las dos semanas que llevaban en Valle de Golf trataron de no llamar la atención. Es lo habitual.

La guerra entre las bandas ecuatorianas es feroz. Esta semana, Fito Macías le envió un mensaje al presidente Daniel Noboa diciendo que está dispuesto a entregarse y que “se tuvo que fugar” (el 7 de enero) porque en la cárcel lo iban a matar. Es un viejo argumento de los narcos, ya usado en su momento por Pablo Escobar Gaviria. En este caso, la previa de la fuga fue que a Macías lo sacaban de la cárcel del Litoral, en Guayaquil, dominada por su organización, para trasladarlo a un penal de máxima seguridad.

Sí es cierto que hay una guerra entre bandas. Macias es el jefe de Los Choneros. Esa organización está en guerra con otras 20 bandas y, en especial, con Los Lobos, la segunda banda más fuerte, detrás de Los Choneros. Todas tienen vínculo con cárteles mexicanos.

El fiscal asesinado

El fiscal César Suárez -asesinado esta semana en Guayaquil- acusó en 2017 a Inda Peñarrieta por delincuencia organizada. Pero según consigna el sitio Primicias, el propio Suárez desistió de la acusación el 11 de noviembre de 2017 y, por lo tanto, la esposa de Macías fue sobreseída.

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El fiscal volvió a acusar Peñarrieta, que fue enfermera, de lavado de dinero y enriquecimiento ilícito en 2020. El juez Juan Espinosa dictó el sobreseimiento, hubo apelaciones, pero en julio de 2022 se dictó “la inocencia de los procesados”.

Por lo tanto, Peñarrieta no tiene “estado de detención”, como ratificó la ministra ecuatoriana Mónica Palencia. Es lo que explica que a ninguno de los deportados le hayan puesto esposas, ni en la Argentina ni en Ecuador. Por lo que señalan los diarios de Guayaquil, la familia de Macías permanecía al cierre de esta edición en la base militar de esa ciudad. La lógica indica que el estado ecuatoriano tendría que protegerlos de las bandas enemigas de Macías.

¿Sin abogados?

Un dato que llama la atención es que la esposa de Macías no supo o no pudo enfrentar la deportación. Los narcos y los familiares de narcos -hubo bastantes casos en la Argentina- suelen tener el respaldo de poderosos abogados, listos para presentarse en la justicia en pocos minutos.

El caso de Peñarrieta no se judicializó, lo que hace pensar que no tenía una buena organización detrás. Migraciones no puede deportar sin motivos, pero es posible que le hicieran hacer un informe a algún organismo de seguridad y se basaron en eso para la expulsión. Cuestionarlo hubiera sido posible, pero la mujer no quiso o no pudo reaccionar.

El show debe continuar

Nuevamente primó el marketing. “Fue una operación de alta precisión, de alta calidad y de orgullo nacional”, dijo Bullrich, refiriéndose a la deportación de una mujer, tres hijos, un sobrino, una empleada doméstica. “Ha sido un operativo inédito por la peligrosidad de las personas”, agrandó aún más el socio de Bullrich, el ministro de Defensa, Luis Petri. Ambos casi mintieron diciendo que Peñarrieta “tiene causas” en Ecuador, pero omitieron precisar que fue sobreseída.

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La situación plantea una lógica. Si la esposa de Macías tenía causas y era peligrosa, Migraciones cometió un error de dejarla ingresar. Es evidente que no estaba en ninguna lista de sospechosos ni tenía pedidos de captura. Por lo tanto, la deportación debió ser una anécdota, no un show.

La crisis económica, el brutal ajuste, motiva a desviar la atención con estos operativos “inéditos” y a los que pretenden darle espectacularidad. El otro factor consiste en agrandar todo para justificar, a corto plazo, la intervención de las Fuerzas Armadas en temas de seguridad, algo que ya llevó al desastre a los militares de México, Colombia y Ecuador.

Finalmente, queda también planteado el siguiente interrogante: ¿por qué el estado argentino pagó el viaje en un avión de la Fuerza Aérea? Todo se podía hacer en un vuelo comercial -las aerolíneas tienen la obligación porque es una carga pública-, más teniendo en cuenta que no iban ni detenidos ni esposados. Como suelen decir en La Libertad Avanza: «el show se pagó con la nuestra».

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