La gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, se prepara para encarar una campaña electoral separada de la nacional después del cimbronazo que recibió en las primarias, que generó algunos planteos respecto de la decisión de pegarse a los comicios presidenciales. Así lo adelantaron desde su entorno luego de que la dura derrota sufrida ante el candidato del Frente de Todos, Axel Kicillof (que quedará con 52 por ciento en el escrutinio definitivo, frente al 34 por ciento) enojara a Vidal, por lo que resolvió despegarse de la estrategia nacional.

La gobernadora centrará su campaña de cara a los comicios de octubre en la provincia de Buenos Aires, donde además de adoptar medidas de alivio económico también tratará de mostrar el espíritu de «escucha» frente al mensaje de la urnas que quiso exhibir en la conferencia de prensa del lunes posterior a los comicios, en la que mostró una actitud muy diferente a la de Macri ese día.

La esperanza de Vidal y de su jefe de Gabinete, Federico Salvai, es recuperar parte de los votos perdidos y mantenerse como fuerza competitiva frente al casi seguro nuevo gobierno de Kicillof, con bancas suficientes en la Legislatura bonaerense que le permitan sobrevivir a Macri. En el equipo de la gobernadora insisten en la idea de que se trata de la dirigente de mejor imagen del oficialismo, por lo que sueñan con un rebote en los votos.

En la Provincia centran su enojo en el jefe de Gabinete, Marcos Peña, conductor de la estrategia política del oficialismo desde 2015. Supuestamente, hubo funcionarios nacionales que debieron intervenir para calmar a la gobernadora y que no expresara públicamente estas diferencias con la forma en la que el oficialismo llevó adelante la campaña.

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