La declaración de la precandidata a Presidente de Cambiemos, Patricia Bullrich, afirmó que el 50 por ciento de los estudiantes de las universidades públicas son extranjeros en un foro liberal. La declaración es parte de una campaña de la derecha contra la universidad pública y la inmigración.

La universidad pública no es posicionada como un instrumento que iguala oportunidades y aporta capacidades profesionales para el desarrollo del país, sino como una institución deficitaria que vive de los impuestos del sector privado para financiar extranjer@s oportunistas. Un argumento que la derecha ya había usado anteriormente para objetar la atención de extranjer@s en hospitales públicos o centros de salud.

El discurso de Bullrich cumple varias funciones. Por un lado, desprestigiar la universidad pública que en Argentina tiene amplio consenso (incluso en sectores liberales y de derecha), para favorecer el negocio de las privadas. Por el otro, buscar en el inmigrante un chivo expiatorio del malestar de l@s argentin@s en el marco de un proyecto de ajuste guiado por el FMI que Bullrich propone profundizar.

Al respecto, los números de Bullrich fueron desmentidos por el Ministerio de Educación, indicando que los inmigrantes representan sólo el 4,1 por ciento de los estudiantes de carreras de grado (gratuitas) y el 10 por ciento de las carreras de posgrado (aranceladas mayormente). Una cifra menor a países como Alemania donde los extranjeros representan el 11 por ciento de la matrícula de sus universidades públicas.

Los dichos de Bullrich apuntan erradamente a los extranjeros como el germen de un problema que los excede. Extranjeros como el uruguayo Loedel Palumbo, egresado universidad de La Plata en 1925, fueron una pieza fundamental en el desarrollo de la física argentina formando a profesionales como José Balseiro, Mario Bunge y Ernesto Sábato. El polaco Marcelo Diamand, quien escapó de su país bajo dominación nazi, estudió ingeniería en Buenos Aires, y fue un destacado empresario con importantes aportes al pensamiento económico ligados a la restricción externa.

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La problemática de la universidad argentina y de su sistema científico no tiene que ver con la presencia de extranjer@s, sino con la emigración de sus egresad@s. Muchos de ellos, sean argentin@s o extranjer@s, de las universidades del país tanto públicas como privadas que reciben subsidios del Estado, terminan desarrollando sus carreras en el exterior, especialmente en Estados Unidos o Europa. De esa manera, la economía argentina subsidia la formación de quienes luego aportan ese conocimiento para el desarrollo de las potencias donde emigran.

Una forma de evitar ese subsidio es imponer cierto tiempo de trabajo en Argentina a quienes hayan recibido educación pública o privada subsidiada, tal como exigen algunas universidades extranjeras. Por el contrario, quien emigra antes de ese lapso debería pagar el costo equivalente de la educación recibida. De esa manera, con parte de los ingresos que recibe por su desarrollo profesional en el exterior devuelve los aportes estatales a su educación.

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