“No me verás arrodillado” canta Fito Páez en Ciudad de pobres corazones, ese desgarrador grito inspirado en el asesinato de su abuela y su tía, a las que él consideraba sus madres. Aunque en el caso de la canción se trata de un simbolismo, hay una imagen que por estos días cumple 20 años en la que lo vimos de rodillas ante su maestro. Fue en el Cosquín Rock 2003.

La efeméride marca que el sábado 8 de febrero de 2003, en aquella tercera edición del festival aún en la Plaza Próspero Molina de Cosquín, Charly García era el encargado de cerrar esa tercera jornada y Fito estaba programado justo antes, en lo que significaba su debut absoluto en un evento que comenzaba a crecer en días y convocatoria.

Esta fue la primera edición en la que contó con un main sponsor (es decir, con la marca en el nombre, Brahma Cosquín Rock en este caso) y la programación se amplió a cuatro días. Todo comenzó el jueves con la presencia de bandas en un gran momento popular como Bersuit Vergarabat, Las Pelotas o la ascendente Catupecu Machu.

El viernes, los “cabeza de cartel” fueron Divididos, Attaque 77, Kapanga e Intoxicados, que tuvo su presentación consagratoria. Mientras que el domingo estuvo a cargo de Pappo y Los Piojos, la banda más convocante de aquellos tiempos, sin dudas.

Pappo se tira cerveza en la cabeza, una imagen inolvidable del Cosquín Rock 2003. Brahma fue el main sponsor y hubo mucha birra para todos (La Voz).
Pappo se tira cerveza en la cabeza, una imagen inolvidable del Cosquín Rock 2003. Brahma fue el main sponsor y hubo mucha birra para todos (La Voz).

Problemas de cartel

Días antes, se había instalado una polémica a raíz de un supuesto desencuentro en una fecha compartida entre García y Páez en Mar del Plata, ya que el cartel promocional nombraba a Fito en primer lugar. Eran épocas de un Charly díscolo y anárquico y el comentario era que al “quía” no le había gustado nada ese detalle. Como “castigo” para los productores, llegó sobre tarde al show y no compartió un momento musical con el rosarino como todos esperaban. Sólo hubo un saludo de despedida entre ambos.

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Para arribar a Córdoba, García perdió el vuelo de línea que tenía asignado (¿cuándo no?) y tuvo que llegar en un avión privado cerca de la medianoche. Su show estaba previsto para las tres de la madrugada. Además, solicitó llegar a Cosquín en una limusina blanca (le alquilaron una Lincoln Town modelo 89), a la que se subiría después de caminar por una alfombra roja. Un Say No More auténtico.

A pesar de la demora y las excentricidades, Charly llegó con el tiempo suficiente para cruzarse con Fito en camarines y echar por tierra cualquier versión de distanciamiento: lo invitó a tocar y cantar en Cerca de la revolución, según recuerda José Palazzo en la serie de videos que se publicaron cuando el festival cumplió 20 ediciones.

Después de un festejado show de Fito, repleto de hits de todas las épocas y que hasta incluyó una guitarra arrojada durante aquel rock rabioso mencionado al comienzo de esta nota, llegaba entonces la hora de García, que daba la nota ingresando en una silla de ruedas y tocando en esa pose los primeros temas.

Fito Páez brindó un show bien hiero en Cosquín Rock 2003 y arrojó su guitarra en el final de "Ciudad de pobres corazones" (La Voz).
Fito Páez brindó un show bien hiero en Cosquín Rock 2003 y arrojó su guitarra en el final de «Ciudad de pobres corazones» (La Voz).

El show de García comenzaba con una novedad: Dileando con un alma, ese tema en el que Charly canta “Si fuera un árbol, sería un Spinetta” y que ese mismo año incluiría en su desparejo Rock and Roll Yo. De ese disco por venir también adelantó Asesíname.

La crónica de La Voz del Interior, firmada por Germán Arrascaeta, tiene palabras elogiosas para el concierto: “Por fin se tomó en serio a sí mismo y a su legado. Ofreció un show larguísimo, de alto impacto y que trascendió la lógica del karaoke, esa que dice que hay que tocar los hits que la gente espera”. Además de las mencionadas, tocó varias de Influencia (2002), con pocos meses de rodaje. “Como verán, no me quedé haciendo fiaca”, dijo al respecto promediando el concierto.

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Charly comenzó su presentación tocando en una silla de ruedas. Fue un show largo y con varias novedades (La Voz).
Charly comenzó su presentación tocando en una silla de ruedas. Fue un show largo y con varias novedades (La Voz).

Tras una versión extensa y muy rockera de Nos siguen pegando abajo, el siguiente tema de la lista era Cerca de la revolución, con la invitación prevista. La cuestión fue que Charly comenzó a dialogar con el público (“No se peleen, boludo”, dijo en un momento), pidió la guitarra eléctrica y “se olvidó” de invitar a Fito al Atahualpa Yupanqui.

Ya comenzado el riff característico de ese gran clásico y recién después de cantar la primera estrofa, se escuchó un tímido “Ey, Fito” para que el rosarino, que esperaba ansioso al costado del escenario, hiciera su ingreso. La tensión estaba en el aire y el problema era que Charly había dejado su teclado muy bajo porque había tocado acostado en una cama en el arranque del show.

Allí se produjo la histórica imagen de Fito tocando arrodillado ante su maestro. La foto publicada por este medio, obra de Sebastián Salguero, se volvió icónica. Lo que nunca sabremos es si el supuesto olvido de García fue también como una forma de marcar la cancha ante aquel episodio del cartel marplatense o un desliz más dentro de esa accidentada etapa.

"Lo vimos arrodillado". Fito Páez, a los pies de su maestro Charly García en Cosquín Rock 2003 (La Voz).
«Lo vimos arrodillado». Fito Páez, a los pies de su maestro Charly García en Cosquín Rock 2003 (La Voz).

El resto del show de Charly

Tras el cruce con Páez, llegó otro momento del show que también quedaría como una rareza. La invitación al escenario de Migue García, el hijo de Charly, algo que no era para habitual en sus presentaciones.

“Quiero invitar a mi hijo verdadero”, lanzó Charly, casi como una ironía por el reciente paso de Fito, a quien podría considerar como su hijo artístico. Con Migue en teclado y voz, hicieron El karma de vivir al sur.

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Un Migue García de 25 años llegaba al festival. En esa época brillaba en una banda que fue pionera, A Tirador Láser (La Voz).
Un Migue García de 25 años llegaba al festival. En esa época brillaba en una banda que fue pionera, A Tirador Láser (La Voz).

Luego modificó la letra en Fanky (”No voy a cambiar”, cantó en varios pasajes), hizo un intervalo de algunos minutos, planteó una versión punk y acelerada de Los dinosaurios incluyendo un delicado solo de María Gabriela Epumer (quien fallecería en junio de ese año), a la que le pegó Canciones de jirafas. “Esto es Say No More”, repitió varias veces como para dejar claro que se trataba de un tema de ese disco.

“Voy a grabar un disco con Keith Richards”, tiró más delante, antes de encarar un bloque de temas de Influencia y de coquetear con Led Zeppelin y con Prince. Luego hilvanó No voy en tren (y el corte abrupto en “soy el que cierra y el que apaga la luz”) y Yendo de la cama al living, y para el final quedó Anhedonia (de Cómo conseguir chicas) y una nueva versión de Dileando… pegada a El rehén.

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