Víctima de un robo, tras dos días de agonía. Tenía 74 años

No aguantó la paliza de un robo cuando andaba en bicicleta por el barrio Azcuénaga de la ciudad de Rosario y tras dos días de internación en terapia con un derrame cerebral, falleció este viernes un verdadero mito del fútbol argentino, Tomás «El Trinche» Carlovich. Tenía 74 años y una gran historia detrás, y eso que apenas jugó un puñado de partidos en primera. 

Trinche Carlovich amasó su historia en las canchas del ascenso, con la camiseta de Central Córdoba de Rosario. Y tuvo su día de gloria cuando mostró sus cualidades en un amistoso contra la Selección. Fue el 17 de abril de 1974. El combinado nacional lo dirigia Vladislao Cap, y formó con Miguel Santoro; Enrique Wolff, Néstor Togneri, Francisco Sá, Alberto Tarantini; Miguel Brindisi, Roberto Telch, Aldo Pedro Poy; René Houseman, Osvaldo Potente y Daniel Bertoni. Luego ingresaron Carlos Squeo, Victorio Nicolás Cocco, Rubén Cano y Enrique Chazarreta. El equipo nacional se preparaba para el Mundial de Alemania frente a un combinado de jugadores rosarinos, a cancha llena.

El conjunto rosarino, dirigido por Carlos Griguol y Juan Carlos Montes, técnicos de Central y Newell’s, respectivamente, contaba con varios jugadores de ambos equipos, cinco por bando y un peligargo irreverente volante de Central Córdoba, de la segunda división, el Trinche Carlovich, que esa noche opacó a sus propios compañeros, entre ellos Carlos Biasutto; Jorge González, José Luis Pavoni, Armando Capurro, Mario Killer; Carlos Aimar, Mario Zanabria; Sergio Robles, Alfredo Obberti y Mario Kempes, quien ya estaba en la la órbita de la Selección pero se sentía afuera del Mundial, que finalmente jugó.

Cuando el Trinche dejó la cancha, a poco de arrancar el segundo tiempo, el combinado rosarino le ganaba 3 a 0 a la Selección con goles de Kempes, González y Obberti, y Cap sentía la vergüenza del baile, que terminó 3 a 1 -descontó Poy-, y preguntaba quién era ese cinco que no conocía. «Ese partido en Rosario se recuerda siempre. Habían ido 35 mil personas al estadio. Estuvo lindo», rememoró la propia estrella.

«La pelota lo llevaba a él», lo definió César Luis Menotti, quien en 1976 lo convocó para un amistoso del seleccionado que dirigía y comenzaba a tallar para el Mundial del ’78. El Trinche no se presentó a la cita. Los motivos son parte del mito.

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Zurdo, hábil, impredecible, admirado -Marcelo Bielsa iba los sábados a la cancha para «Ver jugar al Trinche»- son algunas de las caraterísticas que se le atribuyen y que le valieron en febrero de este año el encuentro en Rosario nada más y nada menos que con Diego Armando Maradona. En ese encuentro, el técnico de Gimnasia y Esgrima La Plata le firmó una camiseta de Central Córdoba de Rosario con la dedicatoria «Al Trinche, que fue mejor que yo». El Trinche contó la intimidad del diálogo. «Le hablé al oído y le dije que estoy hecho con esto, mi vida está completa». 

Dioses de la pelota de distinto calibre, ya que el Trinche apenas pudo esgrimir un partido en Primera con Rosario Central y otros tres en Colón de Santa Fe. Lo suyo era el ascenso, y la libertad. Surgido de las divisiones inferiores de Rosario Central, descolló en en Flandria, Independiente Rivadavia y Deportivo Maipú, Newell s Old Boys de Cañada de Gómez y Central Córdoba de Rosario, donde tuvo cuatro ciclos (236 partidos, 28 goles), y hasta un breve lapso como entrenador. «A veces no se da. No es que uno no quiso. Siempre me preguntan y la respuesta es siempre la misma. Lo volvería a hacer, porque yo lo disfruté mucho todo lo que hice. Eran otros tiempos. Yo soy realista, soy consciente», resumía su carrera el Trinche.

El mito habla de algún interés por él del clubes del exterior, el Milan y hasta el Cosmos de la MLS de Pelé, pero nada se concretó. Se retiró en 1985, a los 39 años.  Y desde entonces hasta ahora, su nombre fue agrandándose cada vez más. Un libro sobre su vida, una obra de teatro sobre su geniliadad de barro y hasta un capítulo del prestigioso Informe Robinson lo elevaron a la categoría de mito del fútbol argentino. Un crack, que los rosarinos supieron construir, con Roberto Fontanarrosa a la cabeza, que anbaba a los 74 años en bicicleta por su barrio hasta que el destino lo cruzó con un robo, golpes en la cabeza y, tras dos días de agonía, la muerte.

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