Una vez que se conoció que el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, había levantado la sesión y el proyecto de ley ómnibus volvía derrotado a foja cero, en la plaza del Congreso estalló una alegría que a esa hora era absolutamente inesperada. Los manifestantes que se mantenían en las veredas para evitar una confrontación con las fuerzas federales ya desplegadas, gritaron, se abrazaron y festejaron la derrota parlamentaria del gobierno de Javier Milei.

Las organizaciones de izquierda, sindicatos, asambleas barriales y jubilados habían llegado a media tarde y estaban en franca minoría con respecto a las fuerzas de seguridad que había destinado la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Sin embargo, ante la novedad y la algarabía pareció que los manifestantes eran más que los efectivos policiales. La alegría multiplica.

Y no era para menos. La semana pasada la represión se había extendido durante todos los días que los diputados sesionaron. Durante esas jornadas los efectivos policiales habían provocado corridas, golpes y verdaderas cacerías de manifestantes, incluso hasta la medianoche cuando ya no había diputados en el Congreso. Los heridos de bala de goma y del feroz spray de pimienta todavía sufren las consecuencias de esos días.

Con todo este panorama a cuesta habían llegado los manifestantes. El calor y la humedad agobiaban por igual a policías y ciudadanos. Dentro del edificio del Congreso, las negociaciones entre diputados de la oposición amigable y los inexpertos representantes de La Libertad Avanza se desarrollaban. Nadie en la calle creía que podría caerse la sesión. Es más, todos y cada uno de los manifestantes estaban seguros de que el oficialismo conseguiría la media sanción y que habría retomar la protesta pero ahora frente al área que ocupa la Cámara de Senadores.

Mirá También:  Una maniobra para desfinanciar al gobierno

Cuando a través de los celulares comenzó a llegar la noticia del cuarto intermedio que ordenó Menem para conseguir algún acuerdo de último momento para evitar el naufragio del proyecto, los manifestantes sintieron que había una posibilidad a favor de sus pretensiones.

Los que vieron la sesión a través de la web en sus celulares se enteraron de la caída de la sesión y los festejos no tardaron en estallar. Sin pensarlo bajaron a la calle al grito de «la patria no se vende» ante la mirada atónita de los efectivos policiales. Es más, antes de que pudiesen reaccionar, los manifestantes comenzaron a entonar el himno nacional. Los abrazos y los gritos eufóricos se repetían sin solución de continuidad. Al fin una buena noticia.

Deja un comentario

You May Also Like

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *