La cita es a las 8 del lunes 6 de marzo. Es la reposición de lo que no pudo ser el 1 de marzo. Axel Kicillof dirá al fin su discurso de inauguración parlamentaria tras una semana en la que pasó de todo o (táchese lo que corresponda) no pasó nada.

Pasó de todo: el gran apagón del miércoles, que la Justicia investiga para saber si hubo intención de daño, conspiración política o una peligrosa negligencia.

Pasó de todo: los tiros contra un supermercado de los Roccuzzo, en Rosario, para que todo el mundo, literalmente todo el mundo, porque ése es el nivel de conocimiento sobre Leonel Messi, dirija su mirada hacia la Argentina como si fuera el nuevo polvorín narco del planeta.

Pasó de todo: el 1° de marzo al mediodía habló ante el Congreso el Presidente Alberto Fernández, en un discurso sin interpretación unívoca en el propio Frente de Todos. Un paneo entre dirigentes de ese espacio permitió constatar que para una parte Fernández no varió su posición de candidatearse, o precandidatearse en una PASO, y para otra parte el Presidente evitó profundizar las diferencias internas en un frente donde, al decir de Agustín Rossi, “somos parecidos pero no iguales”. Sí fue unívoca la reacción opositora. Las alusiones críticas a la Corte Suprema fueron recibidas como si el Presidente se hubiese convertido en un autócrata golpista.

Y al mismo tiempo, siempre tratando de medir las cosas según el nivel de novedad, o de novedad dramática, no pasó nada drásticamente nuevo desde el miércoles 1°. Cuando Kicillof se dirija a los legisladores y legisladoras de la provincia de Buenos Aires, lo hará en la misma Argentina donde los peronistas y los militantes del Frente de Todos piden menos pelea interna y donde la preocupación económica número uno es la inflación y la segunda la distribución del ingreso. En ese escenario cobra cada vez más importancia otra distribución: la de los recursos coparticipables. La macro es la macro pero la plata es la plata. La palabra “recursos” tiene cierto nivel de abstracción. Lo que se está discutiendo es dinero. Mosca. Biyuya. Money. Metálico. Es un debate bien concreto que, por lo que pudo establecer Buenos Aires/12, Kicillof se propone dar con fuerza en su mensaje.

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El punto de partida es la diferencia entre lo que aporta la Provincia y lo que recibe del Tesoro nacional: un 40 y un 20 por ciento, respectivamente.

Lo que agrava las cosas a juicio del oficialismo, y hace de símbolo, es la decisión que tomó la Corte Suprema de concederle razonabilidad a una medida cautelar según la que el Gobierno nacional debe devolverle a la Capital Federal dinero que el mismo Gobierno se restituyó a sí mismo revisando una decisión de Mauricio Macri cuando era presidente.

En un año electoral la queja de Kicillof puede ser entendida en el marco de la gestión y también en el tablero de la campaña. De la gestión, porque a las dificultades presupuestarias se suma la sequía, que por un lado significa menos ingresos y por otro lado mayores egresos traducidos en subsidios y exenciones. Y de la campaña porque es un punto complejo para uno de los precandidatos presidenciales, Horacio Rodríguez Larreta.

El Larreta que solo era jefe del gobierno porteño podía darse el lujo de defender exclusivamente su presupuesto.

Pero resulta que ese Larreta no existe más. Hoy es precandidato a la Presidencia por el PRO en competencia con Patricia Bullrich. Recorre las provincias, donde escucha reclamos sobre la coparticipación. Y una de las provincias es, justamente, la de Buenos Aires, donde está el 38 por ciento del padrón electoral. Un distrito en el que el PRO sueña con repetir los resultados de las legislativas de 2021, cuando Juntos el 39,81 por ciento, el Frente de Todos 38,53 y el resto se distribuyó entre los ultraliberales de ultraderecha y el Frente de Izquierda y de los Trabajadores. No hay ballotage, de modo que quien gane por un voto será gobernador.

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Las exigencias de la Provincia explican las contorsiones de Larreta. Dice que defenderá a los bonaerenses y a la vez reivindica a la Corte Suprema, que difícilmente pueda ser considerada una abanderada de los intereses de la provincia más grande de la Argentina.

Larreta, a su vez, en 2021 ya instaló un alfil en el territorio, con la candidatura triunfante de Diego Santilli, su alter ego porteño exportado más allá de la General Paz. Ese alfil quiere convertirse en rey bonaerense en competencia, por ahora, con los peones de Bullrich: Néstor Grindetti, Cristian Ritondo y Néstor Grindetti.

La táctica electoral de Santilli está quedando cada vez más clara. Recorre la Provincia sin profundizar temas y con consignas sintéticas, como si hablara en Twitter. Entretanto, coquetea tanto con la ultraderecha representada en Javier Milei como con sus votantes.

Kicillof, que según sus intendentes más próximos, como Juan José Mussi y Jorge Ferraresi, está cada vez más cerca de ser el candidato peronista a gobernador, insiste en pedir “una candidatura nacional competitiva” (así lo dijo en la cumbre de los 33 en el Partido Justicialista) mientras hace eje, tanto en la gestión como en los subrayados sobre ella, en las construcciones educativas, la infraestructura social, la construcción de caminos rurales y viviendas,los descuentos del Banco Provincia en comercios de proximidad, la segmentación impositiva y la instalación de fábricas en cárceles con el objetivo, según suele decir su ministro de Justicia Julio Alak, de “bajar la reincidencia”.

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