¿Por qué es importante que se apruebe?

Con la oposición amenazando no dar quórum, un feroz lobby empresario y el riesgo de que pierda estado parlamentario, el proyecto apunta al derecho a la salud y a una alimentación adecuada.

Muchas veces no comemos alimentos, sino «ideas de alimentos»: tal vez no haya una expresión más sintética que esta que elige Ignacio Porras –director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Nutrición y Alimentos Reales (SANAR)– para argumentar la necesidad de que se sancione en el país la Ley de Promoción de Alimentación Saludable. Más conocida como «Ley de Etiquetado Frontal» establecería, entre otras cosas, un sistema de sellos que advertiría a la población sobre excesos en azúcares, sodio, grasas saturadas y totales y calorías de comestibles procesados ultraprocesados. El proyecto cuenta con media sanción del Senado (octubre de 2020) y dictamen favorable de cuatro comisiones de la Cámara Baja. Su tratamiento en Diputados está previsto para el martes, pero en las últimas horas comenzó a tomar fuerza la versión de que Juntos por el Cambio no daría quórum.

Tras una larga espera por parte de las organizaciones de la sociedad civil que aportaron al debate y militaron el proyecto, el viernes se supo que se trataría la ley. Había preocupación por la posibilidad de que perdiera estado parlamentario el 30 de noviembre. El entusiasmo duró poco. Se instaló el temor de que Juntos por el Cambio no de quórum: este sábado circuló la versión de que en una carta enviada al presidente de la Cámara Baja, Sergio Massa, los diputados de ese bloque definieron como una «maniobra antirreglamentaria» que la notificación de Presidencia sobre el tratamiento del proyecto llegara fuera de horario.

«La ley tuvo y tiene apoyo de los distintos bloques. Llamando a sesión, el oficialismo dio el paso que tenía que dar. Ahora la responsabilidad está en todos los bloques», dice Porras. «Hay gente que ya dio dictamen y que no bajaría a dar quórum. Es terrible. Brenda Austin y Gisela Scaglia hace cuatro días estaban exigiendo que el oficialismo pusiera fecha, participando de un tuitazo. Si estas diferencias se van la perspectiva sobre el apoyo es optimista. Entre las peleas que se están dando en el medio queda la gente«, protesta el licenciado en Nutrición, que estaba interpelando legisladores a través de su cuenta de Twitter, sin recibir respuestas. Las organizaciones se movilizarán a las puertas del Congreso este jueves a las 11, y está previsto también un acto.

De qué trata la Ley de Etiquetado Frontal

«No sabemos lo que estamos comiendo ni si esconde algún riesgo. Sólo un 13 por ciento de las personas en este país entiende las etiquetas de los alimentos tal cual se las ofrecen«, explica Porras, con datos del Ministerio de Salud. Las advertencias en torno al exceso de nutrientes críticos –establecido de acuerdo al perfil de nutrientes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS)– tomarían la forma de octógonos negros con letras mayúsculas blancas. «No sólo es una medida preventiva frente a las Enfermedades Crónicas no Transmisibles (ECNT), sino que además es muy inclusiva. La evidencia científica demostró que es entendida tanto por grandes como por niños, sin importar la formación en el campo», agrega.

Se trata de un proyecto fuertemente atacado por el lobby empresarial que viene intentando superponer sus intereses a los derechos de la salud, la alimentación adecuada y la información.

Normas semejantes ya rigen en varios países de la región –como Chile, Uruguay, Perú, Colombia y México–, con impactos positivos en la conducta de les consumidores. Ahora la Argentina está muy por detrás en la materia. La norma vigente es el Código Alimentario Argentino, que «se discute a través de la Conal (Comisión Nacional de Alimentos), organismo empapado de conflictos de interés con la industria». Es la oportunidad para que el país cuente con una ley ejemplar a nivel mundial. Tendría fuertes implicancias en las etapas de la infancia y la adolescencialos productos con sellos quedarían excluidos de las ventas en las escuelas y de la publicidad dirigida a esos sectores. También abarca las contrataciones públicas.

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«Merecemos comer mejor. Saber qué comemos. Habrá quienes decidan seguir consumiendo estos productos. Está perfecto: su selección va a ser genuina, libre, porque va a ser informada. ¿Qué libertad podemos tener si se nos oculta información?«, pregunta Porras.

Ideas de alimentos

El Sistema Nova de clasificación de alimentos, desarrollado por el médico brasileño Carlos Monteiro, es un puntapié didáctico para entender qué es lo que está en juego.

«El primer grupo lo integran los alimentos naturales: una fruta, una verdura, un trozo de carne, un huevo, o con mínimos procesos para hacer seguro su consumo. El segundo es el de los ingredientes: aceites, sal, azúcar. El tecer grupo es la fusión de esos dos: el pan, por ejemplo. A nivel industrial puede ser un enlatado de durazno. Eso es un alimento procesado, y puede o no tener exceso de nutrientes críticos. Y finalmente están los ultraprocesados, que en esta clasificación no se llaman alimentos, y que a veces ni siquiera tienen un rastro de alimento natural», detalla Porras.

Son «ideas de alimentos, excelentes para vender pero muy malos para comer». Se los suele llamar «diseños» o «productos industriales». Se hacen con excesos de producción de la industria, como harinas, azúcares, grasas refinadas, sal, «y una pila de aditivos que te hacen pensar que la Oreo se diferencia de una Don Satur, pero son lo mismo. Son los mismos cuatro ingredientes pero tienen colorantes y texturizantes distintos», grafica el especialista.

Generan «palatabilidad«. Esto es: se nos hacen muy placenteros, y no podemos parar de comerlos o beberlos. «Estamos comprando yogures con aroma a frutilla que no tienen frutilla»; y se genera toda una cultura. Les niñes, por ejemplo, pueden llegar a comer yogur de frutilla que no tiene frutilla, galletitas con sabor a frutilla que no tienen frutilla, gelatina de frutilla que no tiene frutilla. Códigos químicos se imprimen en su paladar, y después es casi seguro que no quieran comer frutillas… Juega, además, el engaño: muchos de los productos que compramos creyendo que son saludables –y que así se publicitan– no lo son para nada.

«Los ultraprocesados llenan las góndolas. No sólo en la Argentina, sino a nivel regional», señala Mara García, referenta de la Federación Argentina de Graduados en Nutrición (Fagran). Una «transición nutricional» implicó un viraje de las comidas caseras a partir de ingredientes frescos a los productos casi listos para consumir.

Alimentos que enferman

Los nutrientes críticos tienen una importantísima influencia en el desarrollo de Enfermedades Crónicas No Transmisibles, que en la Argentina matan a 686 personas por día, según datos de la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (2019): cáncer, hígado graso, diabetes tipo 2, obesidad y enfermedades cardiovasculares, principal causa de fallecimientos en el país. «La mala alimentación es el principal factor; en el cáncer su influencia es del 35 por ciento», ejemplifica Porras. También dice que en les niñes comenzaron a verse enfermedades que antes eran propias de adultos, como la diabetes tipo 2.

En la Argentina el consumo de diseños comestibles alcanza los 185 kilos por año por persona. Ocupa el tercer puesto en América latina y el décimo cuarto a nivel mundial, según datos de la Red de Cátedras Libres de Soberanía Alimentaria y Colectivos Afines. El país compite con México en el consumo de gaseosas. La Encuesta Nacional también revela que sólo el 6 por ciento de los argentinos consume la cantidad recomendada de frutas y verduras.

Ciertos comestibles enferman pero no son las empresas las que se hacen cargo del costo. El Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria indicó que el impacto de las bebidas azucaradas en las ECNT cuesta al Estado argentino 55.800 millones de pesos al año. Y por cierto: estamos en medio de una pandemia en la que aquellas enfermedades se han vuelto comorbilidades.

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Para García, «obesidad y sobrepeso representan otra pandemia». La Encuesta Nacional de Nutrición y Salud de 2018 indicó que cuatro de cada diez niños y niñas y siete de cada diez adultos tienen malnutrición por exceso. La Encuesta Nacional de Factores de Riesgo mostró una relación similar en el caso de las personas mayores de 18 años (seis de cada diez), y que el 25 por ciento de la población presenta obesidad. Porras prefiere hablar de «malnutrición», porque «no necesariamente se acompaña de exceso de tejido graso». «Todos estos datos han quedado desactualizados por la pandemia. Sabemos que la malnutrición se agudizó, por los hábitos de consumo y el sedentarismo», advierte.

Otras caras de la Ley de Etiquetado

«El día de mañana la normativa impediría que los productos que tengan excesos se puedan vender en escuelas o publicitarse para niñas, niños y adolescentes, algo que se está haciendo de modo perverso», destaca, por su parte, Mijael Kaufman. Consciente Colectivo, el espacio de activismo y militancia socioambiental del que es vocero, puso el acento en las infancias en una acción que desarrolló hace algunas semanas en las puertas del Congreso. Peluches con carteles exponían los principales argumentos para que la ley sea un hecho. Un estudio de la Fundación Interamericana del Corazón Argentina reveló que en canales televisivos para niñes cuatro de cada diez productos que se presentan son de bajo valor nutritivo.

Otra pata del proyecto es que el Estado tendría que priorizar en sus compras productos que no tengan excesos de nutrientes críticos. «Es fundamental para los tiempos que vivimos, con gran parte de la población en la pobreza. Repercutiría en los bolsones que se administran para merenderos, clubes, escuelas. Tienen que contener alimentos de calidad, y no me refiero a marcas, sino en términos nutricionales. Frutas, verduras, variedad. En programas como Precios Cuidados hay pocas frutas y verduras, pero están todas las gaseosas contempladas», completa Kaufman.

La ley en el Congreso

En el Senado llegaron a juntarse 15 proyectos de ley por este tema, de todos los partidos; en Diputados otros 31. El debate llegó al recinto el 14 de octubre con un proyecto unificado, por impulso del Gobierno y el empuje de organizaciones de la sociedad civil y de la academia (además de las mencionadas, Museo del Hambre y Consumidores Argentinos).

La deuda se arrastraba en el tiempo: la Argentina había firmado en 2014 el Plan de Acción Quinquenal para la Prevención de la Obesidad en la Niñez y la Adolescencia de la OPS, que tenía al etiquetado frontal como medida. En 2019, el exsecretario de Salud Adolfo Rubinstein volvió a comprometerse ante la OPS en cumplirlo, pero dejó su cargo sin hacerlo.

Horas antes del debate en el Senado hubo un fuerte lobby de parte de Coca Cola para modificar el perfil de nutrientes de la OPS –el mejor estándar a nivel mundial– a la hora de la reglamentación. «Nuestra desinformación es un gran negocio. Darle información a la gente tiene un impacto en el consumo y en que las industrias tengan que reformular sus productos. Es una inversión que tienen que hacer. No están dispuestas: ya ganan millones así», critica Porras. Las principales presiones las ejercen la industria azucarera y la láctea. En los últimos días, la Cámara Argentina de la Industria de Bebidas sin Alcohol y el Centro de la Industria Lechera enviaron cartas al Congreso para solicitar modificaciones en la normativa.

Que el tratamiento en la Cámara Baja se haya estancado hasta este momento tiene que ver, según Porras, con el lobby. «Fue para darle tiempo a la industria. Tenemos la suerte de que no es una ley partidaria. Se construyó desde el consenso de los distintos bloques. Senadores y senadoras trabajaron un montón, se capacitaron, preguntaron, repreguntaron, e hicieron el mejor proyecto que podemos tener. Pero hay un fuerte interés de un grupo económico al que no le importa que su negocio sea la base para enfermar gente«, explica. «Hay gente dentro del gobierno que fue parte de azucareras, que tiene relación con el agronegocio. Cuestiones personales y comerciales se imprimen en lo político. Por eso, si bien había apoyo, también había diferencias en todos los bloques«, suma. Y advierte que habrá que estar alertas al rol que podrían tener algunos funcionarios al momento de la reglamentación de la ley.

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Más allá de las presiones de la industria, la idea de que JxC podría no dar quórum para el tratamiento del proyecto se instaló como la amenaza más fuerte en las últimas horas. Menos de dos meses lo separan de la posibilidad de perder estado parlamentario. Para las organizaciones, la batalla fue ardua y plagada de obstáculos; y para la sociedad es mucho lo que está en juego.

Una ley contrapublicitaria

Tal vez el más original de los acompañamientos a la norma sea el de Proyecto Squatters, colectivo de contrapublicidad fundado en 2008. «Esta es una ley contrapublicitaria, porque regula y prohibe la aparición de personajes de fantasía o distintas estrategias de marketing para atraer la atención de los chicos. Es profundamente contrahegemónica y tiene mucho que ver con nuestra actividad», dice Julián Pellegrini. El colectivo busca dar «una respuesta creativa y consciente» al «monólogo del poder». Crear un «diálogo, abrir una conversación en la calle entre las marcas y el público, utilizando herramientas artísticas para transformar los mensajes de la publicidad, cuestionando lo que nos muestra y develando lo que oculta».

A comienzos de este año, el colectivo diseñó etiquetas que subió a PDFs abiertos para que quienes quisieran pudieran intervenir productos en los supermercados o carteles en la vía pública. «Fue una respuesta de la comunidad, colectiva, frente a las ambiciones de estas empresas que están haciendo lobby. Fue una campaña importante, se compartieron registros en las redes, con imágenes de distintas partes del país, de sur a norte», recuerda Pellegrini. A esto, Squatters sumó acciones de activismo digital. Están en su cuenta de Instagram. Una está dedicada a la marca Ferrero, que encabeza el lobby contra la ley. «¿Ya descubriste las sorpresas que esconde el huevo Kinder?», pregunta el «anuncio» de Squatters. De la golosina salen octógonos negros con letras blancas: aparte de excesos de grasas y azúcares, «exceso de lobby», «manipulación de las infancias», «publicidad engañosa».

Comestibles que arruinan la salud y los territorios

Esta ley viene a saldar una deuda enorme de comunicación entre los consumidores y las marcas, que han ocultado históricamente datos muy importantes para las personas que comen los productos que ellas procesan. Entre esos datos está, por ejemplo, la cantidad de azúcar que agregan. Han ido ocultando información porque nada las obliga a ponerla en ningún lado. Aumentaron sus ventas mientras agregaban más de los ingredientes que hoy son considerados críticos porque consumidos en exceso enferman y mucho.

Que esa información ahora no sólo aparezca de manera clara sino que venga con una advertencia es algo que se espera un montón. También es muy importante la restricción publicitaria dedicada a la infancia. Hoy en día las marcas son absolutamente violentas en la manera de asediar a la infancia permanentemente, con mil artilugios que incluyen personajes, promociones, regalos, anuncios en los segmentos en que la infancia es la principal audiencia, venta en escuelas y entornos escolares. Es una ley súper importante que ojalá venga pronto acompañada de políticas públicas orientadas al acceso a la comida real y al acceso de productores y productoras de alimentos de verdad a encontrar a consumidores que hoy en día están atiborrados de comestibles que arruinan todo, su salud y sus territorios.

Por Soledad Barruti

*Periodista y escritora, autora de Malcomidos: cómo la industria alimentaria nos está matando.

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