El presidente Alberto Fernández dictará en los próximos días un decreto de necesidad y urgencia (DNU) que modificará el orden y el contenido de la acción de los servicios de inteligencia, en particular, la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) que hoy lidera Cristina Caamaño. Será taxativo en que la inteligencia no podrá cumplir funciones policiales ni intervendrá en casos criminales. Y se cortará todo vínculo con el aparato judicial. 

Además, no podrá cumplir funciones represivas, o sea que le estará vedado todo espionaje a dirigentes políticos o gremiales. El objetivo es terminar con la intervención de la AFI en la persecución sobre dirigentes sociales o políticos, concretada en los últimos años muchas veces a través de la presión o negociación con los jueces.

Los casos más notorios que ya salieron a la luz fueron las visitas al juez Luis Carzoglio, exigiéndole que detenga a Hugo y Pablo Moyano; la aparición del falso abogado Marcelo D’Alessio, vinculado con la AFI, en decenas de causas judiciales; el guionado al supuesto arrepentido Leonardo Fariña o las operaciones de todo tipo que se hicieron usando escuchas telefónicas. El DNU cortará estas maniobras en las que el aparato de inteligencia fue protagonista.

El presidente mencionó el blanqueo de más del 90 por ciento de los gastos de la AFI y la supervisión de esas erogaciones por parte de la Sindicatura General de la Nación. En la primera etapa de ese blanqueo, la administración de Caamaño logró que el gasto baje casi en un 50 por ciento. Todo indica que gran parte del dinero de la inteligencia se usó para operaciones políticas o para ridículos despilfarros, como el blindado de vehículos para los jefes, o la compra de autos de alta gama que no sirven para los operativos de inteligencia.

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La reforma del sistema judicial, sobre todo el de la justicia federal, es la otra cara del plan para enfrentar el mismo problema. Ya la titular de la AFI le pidió a los jueces que no recurran más al aparato de inteligencia para ningún expediente ordinario.

El gran desafío de la AFI es prevenir los verdaderos peligros: desde los atentados, que han crecido en el mundo entero, hasta el espionaje de máxima tecnología que permite a los sistemas de inteligencia de las grandes potencias meterse en las elecciones de otros países, espiar a los gobiernos, a las empresas y a influir sobre las decisiones de los ciudadanos comunes de manera clandestina.

El contraespionaje hoy no se hace con un agente de anteojos oscuros que simula leer el diario en una esquina. Todo se volvió más sofisticado y difícil de combatir.

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