1.-LA CONVICCIÓN: Existen cuanto menos tres tipos de consecuencias en el momento en que un boxeador de alta competencia –en éste caso nada menos que un campeón del Mundo – recibe un golpe lanzado con impecable factura:

a) es noqueado pues ha perdido el conocimiento tras ser impactado en algún centro nervioso,

b) ha sufrido deterioro y no podrá tener el control absoluto de sus mandatos cerebrales; de tal manera todo “girará” bajo sus pies y ante el vértigo de su vista, o,

c) sentirá un profundo corte respiratorio (especialmente por golpes intercostales) o la sangre de cualquier herida se convertirá en un segundo e incómodo rival a quien enfrentar.

Wilder pudo haber comenzado a perder la pelea del sábado cuando milagrosamente vio como Fury se ponía de pie con el ultimo aliento en oportunidad del primer combate consumado entre ambos en Diciembre de 2018 (Staples de Los Angeles) que concluyó en el controversial empate inspirador de esta revancha.

Fue en tal oportunidad que el norteamericano creyó que allí acabaría su calvario de 12 asaltos durante los cuales derribó dos veces a un rival que impune de dolor y sufrimiento nunca dejó de presionarlo con un ataque feroz, frontal y callejero.

Al llegar a esta revancha los roles invisibles del estrés previo quedaban claros:

Fury tenía poco para perder, mucho para ganar además de sus 5 millones de dolares como bolsa, se había preparado excelentemente, la vida de la cual intentó abdicar con un intento de suicidio luego de tanta droga, alcohol y excesos volvía a tener sentido y razones. O sea, se sentía un rey pletórico y como tal pergeñó su ridículo ingreso al ring llevado por “esclavos” que condujeron su “trono” al conjuro de bizarros estandartes. Una imagen muy bizarra.

2.- EL ATAQUE: El día anterior al combate Fury pesaba 19 kilos y 100 gramos más que Wilder y al momento de la pelea tal diferencia pudo ampliarse a 25 kilos, toda vez que en el registro histórico quedaran con 123.669 kilos para el británico contra 104.643 para Wilder. Tales kilajes – casi 230 kilos- se compadecen con las atípicas estaturas: 2.10 metros de Fury contra 2.01 de Deontay que generaron una escenografía de 4 metros con 11 centímetros de atléticas figuras en constante actitud dinámica, dramática, agresiva y tensionante.

Uno de los dos no podría cumplir con su propósito táctico y ese fue Deontay, pues Fury lo presionó sin treguas obligándolo a pelear todo el tiempo en la corta distancia e imponiéndole el ritmo del combate.

Wilder, quien llegaba invicto con 41 triunfos por nocauts sobre 42 peleas realizadas, no combatió como lo tenía previsto por que Fury no lo dejó.

Intentar ganar laterales con pasos a los costados, generar la distancia que disminuyera el ritmo de las acciones, provocar espacios para la derecha en réplica o pasar de defensa a ataque acelerando el ritmo de sus desplazamientos, le resultaron objetivos imposibles al norteamericano.

Fury ha sustentado su histórico triunfo en el ataque sostenido aún al precio de tomar los riesgos de quien en su afán por avanzar pudiere facilitar la réplica de su adversario.

3.- EL TERCER ROUND: No resulta arriesgado afirmar que el momento definitorio del combate se produjo en el tercer asalto. Fue cuando un derechazo cruzado, violento, visible y sonoro llegó al occipital izquierdo de Deontay sin darle tiempo a éste a girar su fino e insustentable cuello. Ese golpe, luego reiterado con menor precisión, suele producir en quien lo recibe un sonido similar al de un estallido de algo propio dentro del oído provocándole un estado cerebeloso que genera confusión. Hubiese dado la impresión que el desplazamiento del guante en el segundo impacto provocó una herida interna a juzgar por la hemorragia creciente y vertical que descendía desde la oreja hacia el cuello de Wilder. Tal golpe, poco común en las peleas del boxeo clásico, provocó un daño irreversible en el equilibrio del norteamericano para quien, imaginamos, el ring nunca le dejó de dar vueltas tornando inseguros todos sus pasos y conspirando contra las acciones de sus puños, pues en tales circunstancias se pierde totalmente el sentido del espacio.

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Un boxeador aturdido y sin equilibrio en sus bases de sustentación se transforma en un autómata descontrolado librado al azar de su intuición para manejarse sólo por la proximidad del olor de la piel o el sonido de la respiración de su rival. Literalmente está liquidado.

Fue lo que le pasó a quien ahora resulta ser el ex campeón mundial, ya que los cuatro asaltos que pudo realizar desde ese tercer round hasta promediar el séptimo-momento en el cual el referí Kenny Bayless sentenció acertadamente el nocaut técnico- fueron un verdadero suplicio. No sólo por las caídas, si no por todo aquello que interiormente Wilder sabía que ya no podría hacer. Efectivamente Fury era una bestia en apogeo hormonal tan entero y seguro como obsceno y brutal al intentar convertirse en un innecesario Drácula frente a la sangre roja y descendente sobre el cuello de su rival. Más aún, los últimos cinco golpes los disparó restregando el revés del guante izquierdo desde arriba hacia abajo sobre la cara de Wilder y tras cada uno de ellos le lanzó detrás el puño cerrado de su mano derecha.

4.-.LA PERSONALIDAD: Tyson Fury ha ayudado a popularizar su condición de Gitano (Gipsy). Probablemente le haya caído bien a los ejecutivos de marketing de Bob Arum, su acertado promotor, presidente de la Top Rank quien lo tiene firmado por tres peleas más. Sin embargo Tyson Fury no es gitano; antes bien, pertenece a una tribu irlandesa conocida como los Knickers. Se trata de una comunidad nómade y una parte de su apasionante historia se muestra en la película “Snatch: cerdos y diamantes” protagonizada por (¿el retirado actor?) Brad Pitt.

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Tyson Fury pertenece a esa comunidad, una de las más discriminadas en el Reino Unido, cuyos peleadores tienen estirpe de irredentos. Son peleadores callejeros que pelean por plata y a finísh – pueden hacerlo por una hora seguida- con las manos vendadas y sin guantes hasta que uno de los dos desiste.

Tyson Fury viene de allí y entre las cosas que más dañaron su controvertida vida fue no haber sido considerado por Irlanda para representar al boxeo olímpico de su país.

Siempre subestimado socialmente, sin consideraciones deportivas alternativas de primer nivel aún después de haber destronado a Vladimir Klichko y victima del infierno que producen las drogas y alcohol, la oferta de Bob Arum para realizar cinco peleas que podrían alcanzar a los cien millones de dolares se convirtió en un extraordinario y último desafio de vida.

Es de tal manera que para Fury subir a un ring a pelear contra un hombre como él en igualdad de condiciones, sintiéndose además valorado porque lo fue a apoyar y a apostar por él al MGM de Las Vegas, tendría que obrar como una bendición que ameritare dejar la vida sobre el ring. Y es eso lo que hará en su próxima pelea.

En el futuro de Fury no aparecen ni Tyson´s, ni Holyfield´s, ni Foreman´s… Ni muchísimo menos el más grande de todos: Muhammad Ali.

Tal vez una tercera con Wilder o una primera con Joshua…

Tyson Fury puede dormir tranquilo pues noqueará a ambos.

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