No hubo brusca devaluación y en la city perdieron fortunas

Las arcas de la entidad monetaria sumaron miles de millones de pesos por utilidades obtenidas en la plaza del dólar futuro y en la compraventa de Letras del Tesoro a costa de quienes apostaron a una abrupta suba del tipo de cambio oficial. Mientras los financistas se obsesionan con el stock diario de reservas sin evaluar los ciclos de flujos de dólares comerciales, el Banco Central gana una y otra vez la pulseada contra los devaluadores.

El Banco Central lo hizo de nuevo. Ganó otra vez la pulseada contra el inmenso ejército de financistas, inversores sofisticados, fondos de inversión, grandes empresas y bancos comerciales que apostaron por una fuerte devaluación. Ganar no significa solamente que no hubo una abrupta suba del tipo de cambio oficial pese a la intensa campaña mediática alimentada desde la city para conseguirla. Triunfar en esta pelea implica, en especial, haber sumado miles de millones de pesos a sus arcas provenientes de las cuentas de esos jugadores del mercado. El Banco Central obtuvo ese dinero por dos vías, que se detallan a continuación:

1. Dólar futuro: sólo en noviembre sumará utilidades por unos 3500 millones de pesos, monto que elevará sus ganancias en ese segmento del mercado cambiario a unos 18.000 millones de pesos en once meses del año.

2. Compraventa de Letras de Descuento: en la semana previa a las elecciones adquirió esos papeles a precio ganga porque bancos y fondos de inversión salieron a (mal) venderlos en cantidad, lo que resultó una tasa implícita de hasta el 50 por ciento anual, apostando a una brusca devaluación. En los días posteriores, sin ese ajuste cambiario, el Banco Central vendió esos mismos papeles a una tasa promedio del 34 por ciento. Esa brecha de tasas (que también es diferencia de precios) reportó una ganancia sustancial del Banco Central. «Fue una paliza» de la mesa del Banco Central, comentó un operador de la city.

En el Banco Central no están contentos

La conducción del Banco Central liderada por Miguel Pesce preferiría no contabilizar esas utilidades, pero las consigue con bastante facilidad solamente porque lo que se llama «mercado» no le cree que pueda manejar la plaza cambiaria.

Es una apuesta bastante arriesgada que hacen los financistas: pretenden ganarle a una banca que maneja todos los casilleros y todas las fichas del paño cambiario. Piensan que monitoreando día a día el stock de reservas, sin evaluar la estacionalidad de ese flujo, están en condiciones de forzar o estimar el momento de una fuerte devaluación.

Respecto al flujo de dólares comerciales, se sabe que el último trimestre es el de mayor presión sobre las reservas. Sin embargo, en este caso existe la perspectiva cierta de una liquidación importante de dólares provenientes de la cosecha fina (trigo).

Por los muy buenos rindes de esta campaña habrá 3 millones de toneladas adicionales de trigo respecto a la del año anterior, además de precios internacionales elevados. En las plazas de soja y maíz el escenario es el mismo.

La cosecha de trigo alcanzará unas 20 millones de toneladas, de las cuales 7 millones se destinarán a abastecer el mercado interno, y las 13 millones restantes se exportarán por un equivalente de casi 4000 millones de dólares. Esas 3 millones de toneladas adicionales son equivalentes a unos 1000 millones. El total de estos dólares de las ventas externas de trigo ingresarán en diciembre y en enero.

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La devaluación siempre ha sido una decisión política

El analista financiero Christian Buteler, a quien no se lo puede señalar como oficialista, escribió en su cuenta de Twitter: «Días previos a las elecciones se criticaba al BCRA por su posición vendida en dólar futuro, pero la verdad es que en estas operaciones la entidad gana en el 99 por ciento de las veces porque ellos, mediante el cepo, manejan el precio del dólar a gusto».

A esta altura, con las varias experiencias de ajustes cambiarios traumáticos, se sabe que casi todas las alzas bruscas del tipo de cambio oficial han sido decisiones políticas y no fueron motivadas solamente por cuestiones económicas-financieras.

De acuerdo a lo que han manifestado públicamente el presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía, Martín Guzmán, no está en agenda del Gobierno aplicar una fuerte devaluación.

El Banco Central ejerce un firme control del mercado cambiario, el cual es denominado «cepo», y entonces puede definir el precio de la cotización del dólar oficial mayorista a fin de mes, cifra que determina quién gana y quién pierde en las operaciones de dólar futuro. Por lo tanto, siempre gana el Banco Central.

Sólo funcionarios macristas que estaban en los dos lados del mostrador, cuando asumió Mauricio Macri la presidencia, hicieron perder fortunas al Banco Central con la posición oficial en la plaza de dólar futuro. Ellos embolsaron ganancias extraordinarias al disponer una megadevaluación, ajuste que fue muy redituable para sus finanzas personales en el mismo momento que ocupaban cargos claves del área económica. Fue un obsceno conflicto de intereses con un costo elevadísimo para las finanzas del Banco Central.

No es el caso ahora y, por eso, las pérdidas sólo son anotadas por financistas.

Perdieron por creer y ahora pierden por no creer

Operadores y economistas de la city dirigen comentarios destemplados hacia al ministro de Economía. Presentan evaluaciones agresivas sobre el accionar del presidente Alberto Fernández. Muestran sin disimulo una obsesión patológica respecto a la figura de Cristina Fernández de Kirchner. Y realizan proyecciones económicas de caos inminente.

Puede ser que sean los tradicionales desvaríos analíticos o, en realidad, sean broncas irrefrenables por haber perdido mucho dinero o haber hecho perder mucho dinero a sus clientes. Lo cierto es que estos comportamientos, que de tan reiterativos se acercan al ridículo, pueden tener su origen en los fabulosos quebrantos acumulados por apostar a una brusca devaluación -que no aparece- y expresan entonces de ese modo su frustración.

En concreto, el Banco Central se está haciendo un festín con las lecturas equivocadas de quienes se creen y hacen creer a otros que son especialistas del negocio financiero.

El saldo no podía ser peor para integrantes del mundo de las finanzas. Contabilizaron pérdidas abultadas por creer en el gobierno de Macri, considerado amigable con el mercado y con funcionarios que venían de la city para luego regresar a su hábitat natural. Y ahora están anotando quebrantos considerables por no creer en el gobierno de Alberto Fernández.

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Con un mínimo de humildad deberían admitir que sus anteojeras ideológicas les están haciendo perder mucho dinero, sin considerar que se pone en duda la capacidad de administrar carteras de inversión propias y de clientes.

¿Qué son las Ledes?

El Ministerio de Economía ha reconstruido el mercado local de deuda en pesos, luego de que había sido destruido por Hernán Lacunza, el último titular de Hacienda de Macri, cuando defaulteó ese tipo de bonos con el eufemismo «reperfilamiento» de vencimientos.

Jugadores del mercado financiero contabilizaron fuertes quebrantos por confiar y comprar títulos en pesos emitidos en ese momento. El precio de esos papeles se derrumbó luego de esa insólita medida macrista. Nunca antes se había defaulteado deuda en la moneda que emite el propio Estado.

La tarea de recuperación de una vía fundamental de financiamiento de las cuentas públicas fue encarada con éxito por el equipo económico liderado por Martín Guzmán. Uno de esos instrumentos de deuda fueron las Letras del Tesoro Nacional a descuento (Ledes) en pesos.

Desde hace varios meses, el Banco Central es un actor destacado interviniendo en la plaza de bonos para garantizar que el rendimiento de los diferentes papeles de deuda esté en línea con la política oficial de armonización de tasas de interés.

En la semana previa a las últimas elecciones jugadores del mercado estaban convencidos de que iba a concretarse una brusca devaluación en los días posteriores al acto electoral. Quedarse con activos en pesos ante esa eventualidad implicaría una pérdida financiera considerable.

Entonces (mal) vendieron Ledes con vencimientos en noviembre sin importar el precio, como si estuvieran seguros de que se venía una hecatombe cambiaria. La mesa del Banco Central estuvo comprando cantidad de esas Letras en esos días a un precio que resultaba una tasa nominal de 45 a 50 por ciento anual, estrategia financiera que lo hizo para evitar una mayor depreciación de ese activo, y para ordenar la curva de las tasas de interés de los diferentes instrumentos de la deuda pública en pesos.

El día después de las elecciones, sin verificarse la devaluación, la cotización de las Ledes subió y, en esas condiciones, el Banco Central las vendió con una ganancia considerable, al entregarlas a una tasa implícita de 34 por ciento (recordar que las había comprado en un rango de 45 a 50 por ciento).

¿Cómo es el negocio del dólar futuro?

Son operaciones financieras en pesos que tuvieron mayor visibilidad en el espacio público a partir de la denuncia de Federico Pinedo, Mario Negri y Alfonso Prat-Gay contra el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y 14 funcionarios, que el fallecido juez Claudio Bonadio utilizó como parte de la estrategia de persecución política, y que otros sectores del Poder Judicial continuaron hasta que pasó lo obvio: la causa se derrumbó y quedó en la nada.

En forma esquemática, la operatoria dólar futuro se estructura de este modo:

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* No involucra reservas del Banco Central.

Se cancela en pesos sobre la base de la cotización oficial del tipo de cambio.

* Para algunos es un negocio especulativo y para otros es una operación de cobertura cambiaria para exportadores e importadores.

Se concreta sobre la diferencia entre el precio del dólar pactado y el que finalmente resulta del tipo de cambio oficial (comunicación BCRA A3500) en cada jornada hasta la fecha de expiración del contrato (fin de cada mes).

* Esta brecha se cubre en pesos; no en dólares, aspecto que es relevante para entender de qué se trata este negocio, en el sentido de que no afecta las reservas del Banco Central.

Esta diferencia se va saldando en cada jornada, a favor o en contra, según la cotización del contrato pactado hasta su cierre a fin de cada mes.

Se equivocaron antes y después

Aunque la realidad los desmiente, jugadores de peso del mercado financiero están seguros de que se va a cambiar la política cambiaria de miniajustes diarios denominada crawling peg.

Hasta el primer trimestre de 2021, esos ajustes acompañaron la tasa de inflación y luego las autoridades económicas los retardaron para que sirviera como ancla inflacionaria.

Desde entonces, economistas de la city dicen que es una estrategia que no puede extenderse mucho tiempo. Se equivocaron antes esperando una brusca devaluación previa a las elecciones, y se volvieron a equivocar apostando a un desborde del tipo de cambio oficial para después.

El equipo económico no se cansa de afirmar que «no habrá salto devaluatorio», que la política oficial tiene que «ganar credibilidad» y que, de ese modo, «el mercado dejará de perder plata». Es probable, aunque no seguro, que se acelere esa pauta mensual de variación cambiaria, lo que no implica una devaluación abrupta.

Pérdidas millonarias

En el segundo semestre del año pasado, el Banco Central contabilizó ganancias por un total de poco más de 15.000 millones de pesos en operaciones de dólar futuro. En once meses de este año, esa suma se elevará en 18.000 millones de pesos.

Desde que comenzó el partido sobre el nivel del tipo de cambio oficial, el equipo de los devaluadores está perdiendo por goleada. Acumulan un quebranto de por lo menos 33.000 millones de pesos.

Mientras esas heridas sangran, pueden seguir estimando cuántos dólares líquidos tiene el Banco Central para intervenir en el mercado y abastecer a importadores, sin considerar la estacionalidad en la liquidación de dólares, el aumento considerable de las exportaciones industriales, mineras y energéticas y el pronto acuerdo con el FMI que incluiría la restitución de los DEG por pagos efectuados en la segunda mitad de este año.

No es novedad que las tensiones cambiarias seguirán hasta el último día del gobierno de Alberto Fernández. La clave para aflojarlas y así administrar la crítica situación será mantener el control del mercado día a día con todas las herramientas a disposición, ya sean financieras, cambiarias, regulatorias y de fiscalización.

Una de esas herramientas consiste en obtener credibilidad en la política cambiaria a costa de las pérdidas de quienes apuestan a una brusca devaluación.

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