Esta nota también podría haberse titulado “Del Tercer Estado al Tik Tok” o “Los espejismos son de nosotros, los algoritmos son ajenos”. Aunque pensada en el clima de las recientes PASO y sus resultados, no pretende contener un sesudo análisis político, sino que intenta un puñado de ideas, pensadas desde las esperanzas que los procesos electorales azuzan como esperanzas para las grandes mayorías y sus demandas que son derechos. (Foto de portada: Horacio Paone)

El 26 de julio de 1936, el diario La Capital, de Rosario, publicó lo siguiente: Eva Duarte, joven actriz que ha logrado destacarse en el transcurso de la temporada que hoy termina en el Odeón. Sus posteriores apariciones en teatros, películas, radios y portadas de revistas del espectáculo, como la mítica Radiolandia se sucedieron en forma constante.

Es decir, conforme a la estructura comunicacional de su época, Evita pudo estar en y hacer uso de los medios, casi que supo ser una verdadera mediática, al decir de nuestros tiempos.

Pero cuando la pasión acometió sobre ella en forma arrasadora, hasta convertirla en mito viviente del peronismo, su accionar político se concentró en las calles, en los barrios, en las casas pobres, en los sindicatos; en la vida cotidiana de sus descamisados.

Su historia nos indica o nos hace especular con escasas posibilidades de error que jamás se le hubiese ocurrido privilegiar su militancia en los artefactos comunicacionales.

Con la debida licencia de una extrapolación conjetural, se podría aseverar que Evita hubiese puteado con ganas a las y los hacedores de campañas electorales en forma casi excluyente en las denominadas redes sociales, convirtiendo a candidatos de todo género en insumos de producción gratuitos para programas dizque periodísticos de la TV, enunciando pelotudeces tras pelotudeces, entendida la pelotudez con un hacer o un decir vaguedades o tonterías con aires de solemnidad.

En otras palabras y como homenaje al título que no fue, Evita hubiese sabido desde el minuto cero que los espejismos son de nosotros, los algoritmos (y toda la batería comunicacional, sus tecnologías, plataformas y circuitos económicos) son ajenos, de un puñado de gigantescas corporaciones globales, estadounidenses, chinas y poco más.

Una vez más desde su historia, la que me permite una nueva escalada en el terreno de la conjeturas, Evita muy rápido se hubiese enterado de que las redes – desde FB, Twitter, Instagram y hasta Tik Tok, cada una con sus características – son mecanismos de alta eficacia para convertir en ganancias propias a las incontinencias narcisistas y catárticas de millones de seres humanos en el planeta todo, y que con los medios tradicionales conforman una suerte de trama que hace uso y dispone de una estructura económica oligopólica y de un  lenguaje hegemónico de al menos unos 230 años de antigüedad y experiencias mutables y transformadas con los sucesivos tiempos tecnológicos.

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Con la misma sagacidad seguro que hubiese detectado que consultores y encuestadoras, asesores y buscas de la política suelen ser los que convencen a diestra y siniestra de las bondades de privilegiar las campañas en redes y otros medios; quienes disimulan u ocultan que los espejismos son de nosotros, los algoritmos son ajenos.

Del Tercer Estado al Tic Toc

¿Qué aconteció en la Historia, mucho antes de nuestra era algorítmica? Intentaré un ensayo de respuesta, con la prudencia de no viajar hacia muy atrás en el pasado; sólo hasta los orígenes, aunque sea arbitrarios, de la Modernidad, puesto que los temas que nos ocupan son hijos de ellas y de sus crisis.

En el contexto de las jornadas revolucionarias de 1789 y de la entonces Asamblea Nacional Constituyente, el francés Emmanuel Joseph Sieyès, clérigo de Saint-Sulpice, dio a conocer un documento fundacional, ¿Qué es el Tercer Estado?El Tercer Estado pide, pues, que los votos sean emitidos por cabezas y no por orden. (…) La verdadera intención del Tercer Estado es la de tener en los Estados Generales una influencia igual a la de los privilegiados.

Para enfrentar al Antiguo Régimen la Revolución necesitaba otorgar palabra y potencialidades decisorias a los burgueses, a los comerciantes, a los artesanos, a los campesinos, es decir a las grandes mayorías. Necesitó darle nacimiento consagrado a los principios de soberanía popular y de democracia representativa a través del voto, del sufragio.

En todo gobierno, necesariamente existe un poder ante el cual no hay apelación, y el cual, por esa misma razón, puede ser llamado supremo, absoluto e incontrolable (…).Tal vez algún político, que no ha estudiado con suficiente precisión nuestros sistemas políticos, respondería que, en nuestros gobiernos, el poder absoluto fue establecido en las constituciones (…). Esta opinión se acerca un paso más a la verdad, pero no llega a alcanzarla. La verdad es que, en nuestros gobiernos, el poder supremo, absoluto e incontrolable permanece en el pueblo. Así como nuestras constituciones son superiores a nuestras legislaturas, así el pueblo es superior a nuestras constituciones. De hecho, en este ejemplo la superioridad es mucho mayor, pues el pueblo domina a nuestra constitución, controla de hecho y por derecho. La consecuencia es que el pueblo puede cambiar las constituciones cuando y como le plazca. Éste es un derecho del cual no puede despojarlo ninguna institución positiva (…). Así escribe Andreas Kalivas, de la New School University, de Nueva York.

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El Tercer Estado, el concepto burgués de democracia y el voto mismo fueron necesidades primordiales del Sistema-Mundo capitalista en una etapa determinada, fundacional si se quiere.

Ese Sistema – Mundo, que es en el cual vivimos, fue desplegándose en el tiempo con distintas distintas modalidades, transformaciones y mutaciones en sus atributos, en sus características.

Apelando en términos interpretativos al pensamiento del maestro Fernand Braudel podemos afirmar que ese despliegue histórico estuvo signado por el perfeccionamiento de la mercancía como objeto, representación y fetiche; mercancía que en la actual etapa de nuestro Sistema-Mundo se fortaleció en magnitudes difíciles de medir en tanto artefacto simbólico: a partir de las aceleraciones tecnológicas que se expresan en y explican el orbe de las redes sociales y de los dispositivos mediáticos globales, las palabras y los lenguajes en su conjunto se convirtieron en mercancías absolutas: somos mercancía.

En la actualidad, aquél Tercer Estado resulta obsoleto. Los ciudadanos se convirtieron en sujetos de mercado – productores de valor y consumidores – y entonces son tratados (en política y por consiguiente en procesos electorales) de la misma forma que un desodorante o u otro objeto a la venta, desde una pantalla de TV, desde un dispositivo móvil y en…las redes.

Esos mecanismos le son útiles a la derecha, dueña de los algoritmos y hacedora de los estilos narrativos en los que incurren incluso quienes dicen combatirla, pues sigue vivo el relato burgués fundado por Gustave Flaubert en Madame Bovary pero en versión degradada de Netflix. Semejantes mecanismos tecno- discursivos del poder no democrático sino neo oligárquico, si se me permite la  expresión, sólo abonan la degradación de las prácticas políticas, justamente porque así lo requiere su estrategia de dominio.

Las PASO, un breve comentario

Las urnas del domingo pasado provocaron una suerte de movimiento tectónico sobre los territorios de la política. Sobre todo porque se trató de una estrepitosa derrota para la “coalición” de gobierno hegemonizada por el peronismo, en particular por el sector encabezado por Cristina Fernández de Kirchner, la vicepresidenta que antes de serlo cumplió las funciones de electora primigenia del presidente Alberto Fernández, y demás está decirlo, reconocida por propios y ajenos como la líder o conductora del espacio gobernante.

Fue un duro golpe para quienes votaron con la esperanza de respuestas crecientes a las necesidades y derechos de las grandes mayorías.

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Quizás resulte saludable para un gobierno popular perdidoso en las urnas ensayar cierto análisis ideológico de su derrota; no en el sentido más simplista de la expresión ideológico, por izquierda o por derecha por ejemplo, sino entendida ésta en tanto marco conceptual o paradigmático en el territorio de lo político.

Por ejemplo. Confundir la idea de frente con la de coalición de gobierno por un lado, y luego llamar coalición – que también requiere de estructuras política con identidad – al resultado de una serie de rondas más o menos dificultosas de acuerdo entre dirigencias y burocracias políticas parece arrojar pésimos resultados, sin necesidad de ir más allá de unas lecturas introductorias sobre politología o sociología política.

Y el FDT no es una coalición de gobierno sino una suerte de acuerdo entre dirigentes que, al interior de un espacio entendido como común sólo en términos metafísicos, expresan intereses diversos y hasta sustancialmente opuestos.

Además. El diagnóstico económico, social y político que el FDT y su gobierno hacen en público es tan cierto y de tal gravedad para las necesidades y los derechos del pueblo que nos pone ante escenarios que, en nuestra región, siempre demandaron movimientos con liderazgos de envergadura – como el peronismo fundante -, que comanden triunfos pero también asuman derrotas, y capaces de aglutinar frentes políticos y sociales con dinamismo propio y no coaliciones al estilo de las democracias burguesas parlamentarias de la Europa de capitalismo avanzado.

Frentes con complejidades estratégicas y tácticas, con programas o propuestas de políticas públicas demandadas por la queja del pueblo, organizada y participante.

Las debilidades que mejor explican la reciente decepción electoral del gobierno no pasan por pujas entre personalidades, ni por la elección desacertada o no de candidatos y candidatas sin efectivas representaciones sino por la ausencia del frente que el propio diagnóstico enunciado en público demanda.

Las malas postulaciones, los errores comunicacionales y otros varios hechos que pueden explicar la derrota en las urnas no son causas finales sino efectos de una causa definitoria: el no frente.

Pero en los primeros párrafos prometí no adentrarme en análisis políticos tradicionales, que por otra parte en las últimas horas sobreabundan, y de las más diversas calidades.

Así que cierro aquí, con aquello de que si Evita viviera no boludearía en programas de TV ni en Tik Tok, porque bien sabría que los espejismos son de nosotros, los algoritmos son ajenos.

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