La mal llamada Hidrovía ya está bajo un control estatal que se prolongará durante un año, pero la discusión sobre la soberanía en el río Paraná continúa. En esta nota, un poco de historia y datos concretos para conocer mejor el tema.

El río Paraná ha tenido una larga historia de disputa económica y política  que se remonta a los tiempos constitutivos de los estados del sur y a las luchas entre unitarios y federales, es decir, al enfrentamiento político y militar entre dos modelos de país y estado, uno representado por el centralismo porteño, atado a los intereses de comerciantes y estancieros y el otro, el federal, donde de la mano de Artigas, se propiciaban ideas que atendían al desarrollo de las economías regionales, con la reforma agraria como punta de lanza, en la concepción de igualdad y justicia de ese estado conformado, por las provincias que formaban parte de la Liga Federal.

La defensa de los ríos Paraná y Uruguay la llevó a cabo el irlandés Peter Campbell, que llegó al Río de la Plata, formando parte del batallón Highland, con el que los ingleses invadieron Buenos Aires. La historia nos cuenta que Campbell resultó herido y fue asistido por una familia de criollos, que le permitió restañar sus heridas y también desertar del ejército invasor. Es así que en 1814, participa, junto al almirante Brown en la liberación de la isla Martín García y de la victoria en el combate naval de Montevideo.

La historia también nos dice que Peter, cambió su nombre por Pedro y al calor de la Revolución de Mayo, abandonó Buenos Aires para radicarse en Entre Ríos y  después de algún trabajo como curtidor de cueros, se unió a las huestes de un Artigas enfrentado al poder de la incipiente oligarquía representada por Juan Martín de Pueyrredon. Con una armada integrada por gauchos e indios guaraníes, Pedro Campbell,con una flota que empleaba las tácticas de las montoneras, impedía el arribo de armas enviadas desde el Paraguay para combatir a los ejércitos federales, pero también del arribo de productos que no pagaban impuestos en las aduanas provinciales. Una especie de libre navegación de los ríos, al servicio de la consolidación de la oligarquía criolla y comerciantes contrabandistas de las metrópolis del Río de la Plata.

A lo largo de 200 años, la historia de enajenación de las aguas parece repetirse aggiornada a los tiempos y hoy podemos ver a los puertos del Paraná en manos de las cerealeras y a las aguas, transformadas de manera semántica en “hidrovía”, administradas por una compañía extranjera, en este caso la belga Hidrovía S.A. -una fusión entre la empresa belga Jan de Nuil y la argentina Emepa.

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Cultura

Como en todo río, a lo largo de su recorrido florecen diversas culturas, moldeadas por las aguas y los paisajes atravesados por esos caudales que generan distintas riquezas que van desde las económicas al folclore. Paraná, en guaraní, quiere decir “hermano del mar” porque ya los pueblos originarios lo usaban como vía de comercio y de salida a las aguas oceánicas y reconocían su importancia y el cuidado que debía tener ese hermano caudaloso, brindado por la naturaleza. Hoy ese hermano, apresado por el dominio de las empresas transnacionales, se encuentra herido por los frecuentes dragados para profundizar su cauce en bajante, producido por la desforestación en Brasil, para dedicar las tierras desmontadas a los monocultivos de soja y maíz transgénico, que envenenan sus aguas con los agrotóxicos propios de la agroindustria.

En un estudio del año 2019, llevado a cabo por científicos del Centro de Investigaciones del Medio Ambiente (CIMA), se comprobó que el uso de pesticidas se incrementó un 900%, las conclusiones, publicadas en la revista “Enviromental Monitoring and Assessment”,  informan la detección de 0,004 y 6,62 microgramos de plaguicidas por litro de agua y entre 0,16 y 221,3 microgramos de plaguicidas por kilo de los sedimentos y en referencia al agua, encontramos niveles superiores a los niveles guías que recomiendan documentos internacionales y a los de la Subsecretaría de Recursos Hídricos de la Nación.

La contaminación más importante que encontraron los investigadores fue la de endosulfán –cuyo uso está prohibido- cipermetrina –muy tóxica para peces y abejas- y clorpirifos, cuyo uso doméstico está prohibido en los Estados Unidos por su alto nivel de toxicidad. Si hablamos de esta devastación provocada por la agroindustria, también debemos mencionar la erosión de las riberas por la extracción de arena para la construcción de moles de cementos en los centros urbanos. Esta contaminación es mortal para el medio ambiente y también para las comunidades campesinas y de pescadores, cuya forma de vida está intrínsecamente ligada al río y todo lo que emana de sus aguas marrones hoy envenenadas. Sabido es que el  desmonte y la desertificación, traen como consecuencia el corrimiento poblacional y por ende la aniquilación cultural de esas poblaciones, todo en aras de alimentar chanchos chinos a 19.000 kilómetros de distancia.

Decreto

La decisión del Gobierno de dejar a la Hidrovía Paraguay-Paraná por los próximos 12 meses bajo control estatal, quedó oficializada hace unos días con la publicación en el Boletín Oficial del decreto 427/2021 que lleva la firma del presidente Alberto Fernández. Además, se habilitó la “licitación corta” de la ruta fluvial que conecta al norte del país con el Río de la Plata.

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Esta habilitación deja sus interrogantes entre aquellos que sostienen desde hace mucho tiempo, como el senador Jorge Taiana, el economista Pedro Peretti y el escritor Mempo Giardinelli, que tanto el dragado como la administración del río, deben estar en manos del estado argentino y con un ente de control de esa red troncal, que en 30 años nunca materializó la concreción del mismo, pese a estar en los pliegos fundacionales.

Hay números que escandalizan y nos llevan a interrogarnos acerca de la ausencia del estado, cuando vemos que, cerca del 20% de las ventas de granos y derivados oleaginosos al exterior, no se declara en el país y la Hidrovía es el canal mayor de esa evasión a través del contrabando efectuado desde puertos no habilitados o desde buques argentinos a barcazas cargueras paraguayas. Los puertos en manos extranjeras facilitan este tipo de ilícito, que representa un monto subfacturado que, equivale al ingreso oficial del complejo aceitero y cerealero, unos 21.000 millones de dólares anuales; equivalente a 4,4 puntos del PIB. A esa cantidad, hay que agregarle otros números, tales como la existencia de 17 puertos privados y la pérdida de otros 7000 millones de dólares por fletes al no contar con una línea mercante de bandera, algo perfectamente subsanable, ya que el Astillero Río Santiago, tiene la capacidad operativa para construir dichos buques y también las dragas, cuyo valor de fabricación es de unos 20 millones de dólares ya de por sí, ese costo es asequible con el cobro del peaje estimado en 100 millones de dólares, cifra evadida por la acción del contrabando.

Estos números citados, también se relacionan con el pago de la deuda al FMI, al cual hay que pagarle 12.000 millones de dólares anuales y si a eso le sumamos el Club de París y la coparticipación de las provincias, la suma crece a 15.000 millones por año. Con estas cifras, no hay presupuesto que aguante, la economía debería crecer un 8 o 10% anual. Una realización imposible. Por tal razón, vale cuestionarse si el mentado decreto apunta a crear en el plazo de una año, las herramientas necesarias para fortalecer y empoderar, una nacionalización definitiva y soberana o todo lo contrario, es decir de patear la pelota y ganar tiempo para la concreción de una nueva entrega que hipoteque por siempre el futuro de los argentinos.

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Puertos

El mayor logro de la división de las Provincias Unidas del Río de la Plata, operado por la metrópolis porteña y el imperio británico -una connivencia que puede cambiar de actores pero no de su intención primigenia- fue la creación de dos puertos en ambas márgenes del estuario y con fines bien marcados, Buenos Aires el puerto económico y Montevideo el financiero. Esto también tiene sus alteraciones a lo largo de la historia, que se adecuan a cada época con sus contingencias y si bien el combate de la Vuelta de Obligado trato de impedir el paso de la escuadra inglesa, cuyo fin principal era apoderarse de las vías navegables de la cuenca del Plata, ese objetivo se cumplió con las complicidades ya conocidas y se consolidó a partir del triunfo unitario en la Batalla de Caseros, donde las fuerzas de Rosas y Oribe, es decir los intereses populares fueron derrotados. Y si hablamos de enajenación y entrega, en el Río de la Plata, desde la orilla oriental, el gobierno de Luis Lacalle Pou, tampoco se queda atrás.

En estos días, el estado acaba de concesionar a la empresa Katoen Natie –también belga- la operatividad del puerto de Montevideo por 50 años, en un acto que muchos consideran en Uruguay, como la mayor entrega de soberanía nacional en tiempos de paz. La excusa del gobierno derechista que aplica políticas de destrucción del aparato estatal, similares a las aplicadas en Argentina durante el gobierno de Macri, fue evitar un juicio multimillonario en dólares con que la transnacional que opera en los cinco continentes, amenazó con llevar adelante, sino se firmaba este acuerdo, que monopoliza la actividad portuaria y la deja en manos foráneas. Por supuesto, que la letra del acuerdo no pasó por el parlamento, para discutir sus términos, la excusa dada por Lacalle para eludir el debate parlamentario fue que: Se trataba de salvar a todos los uruguayos de un juicio, que iba a hipotecar el futuro de las generaciones venideras.

Hoy con el hecho consumado, el expresidente Julio María Sanguinetti y presidente del Partido Colorado que integra la coalición de derecha que detenta el gobierno, declaró ante la prensa: “Es preciso establecer con más claridad los márgenes de la libertad y de la restricción de las diversas actividades, más allá del acuerdo que se hizo con Katoen Natie”, con el cual no tiene “reservas ni objeciones sobre el fondo del asunto”. Una clara muestra de gatopardismo y cipayismo explícito.

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