Una maestra de quinto grado de una escuela de la Comuna 13, en la Ciudad de Buenos Aires, se contagió de coronavirus. Fue una entre tantas. Siguiendo la normativa sanitaria, la burbuja a la que le daba clases se aisló. Pero las familias de esos nenes y nenas fueron más allá de lo que establece el protocolo porteño: se aislaron los grupos completos y se testearon todos sus integrantes. El resultado: 10 alumnos y 13 parientes con covid. El caso fue expuesto por el diseñador Andrés Snitcofsky, especialista en visualización de datos. La red de esos contagios expuso la necesidad de contar con más datos y la insuficiencia de los protocolos escolares.

“Según el protocolo de Soledad Acuña (Ministra de Educación porteña) y Manuel Vidal (Jefe de Gabinete en esa cartera), cuando un alumno es contacto estrecho se aísla en su casa 10 días. Si no presenta síntomas, no es testeado, y sus hermanos siguen yendo a sus respectivas burbujas. ¿Se imaginan si estes hermanes hubieran ido?”, preguntó el analista en relación a hermanos contagiados en la red que tejió. La burbuja en cuestión tenía 14 alumnos y alumnas: de los 10 que terminaron siendo positivos, el 60% fueron asintomáticos por completo.

Esa red se viralizó en Twitter, mientras sigue el debate en torno a la presencialidad escolar en el distrito capitalino. Snitcofsky aclaró que no es extrapolable a toda la población ni permite saber con certeza si esa maestra contagió a todos los miembros de esas familias o hubo otras vías (dada la cantidad de casos por estos días), pero ese mapa de contagios sí deja en claro que, si esas familias no tomaban la decisión voluntaria de aislarse y aislar a todos sus hijos e hijas, la red de contagios seguía expandiéndose. También dentro de la misma escuela.

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Tras la publicación, Snitcofsky reiteró el pedido para que se “abran los datos de contagios intra escolares y las metodologías que usan para obtener esos números que andan tirando con tanta soltura”, en cuanto a los porcentajes de contagios en burbujas que difunde el Gobierno porteño para sostener las aulas abiertas.

Snitcofsky viene trabajando con visualización de distintos tipos de datos relacionados con la pandemia. En un contexto en el que, considera, ayudar a entender gráficos es clave. “Había empezado a pensar cómo se puede mostrar este tipo de cosas de los contagios y lo tenía medio armado, pero no tenía un caso para mostrarlo. Hasta que me escribió una mamá por Twitter y me puso ‘acá tenemos una burbuja que se pinchó’. Esto fue hace 15 días. Le dije ¿por qué no hacemos el ejercicio? Le pasé una tablita de Excel y fue sucediendo: cuando me escribió había cinco casos, después se fueron contagiando más. Ella también”, contó a Tiempo. Mientras tanto, continúa trabajando en el desarrollo de un recurso interactivo que permita que cualquier persona pueda, con sus propios datos, tejer este tipo de redes.

“Es un caso. No quiere decir que siempre suceda así. Pero es interesante mostrarlo, verlo para entender cómo funciona y exigir datos. Nadie está discutiendo lo que hay que discutir: cómo bajamos el riesgo de los pibes y que la escuela funcione. Mi esperanza es que esto sirva para abrir más el debate, para que den más datos”, planteó Snitcofsky.

En ese sentido, cuestionó la poca apertura de datos por parte de los gobiernos. En este caso, el de la Ciudad. “Siempre tuve bastante buena relación con el área de datos del Gobierno de la Ciudad. Hace rato que eso se perdió. Todo lo que había en algún momento de comunidad de datos se perdió mucho. No me responden más”, contó. Y advirtió que “toda la pandemia fue grave en tema datos, en algún momento el año pasado se avanzó y este año estamos así de nuevo. Sobre escuelas no sabemos nada. Cuánta virtualidad hay realmente, cuánta presencialidad. Y esos datos no me digan que no se pueden obtener. Son el Estado”.

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La red de contagios tejida por Snitcofsky se conoció cuando también se puso en circulación un informe de científicos del Conicet, la UBA y otras instituciones sobre el impacto de la presencialidad escolar en las curvas de contagios de covid. El estudio mostró, entre otras cosas, que los contagios en chicos de 5 a 11 años seguían elevados en la Ciudad pero habían bajado a la mitad en el Conurbano, en un plazo que coincidía con el pase de la educación a la virtualidad en esa región.

Esta semana, la legisladora Claudia Neira presentó un proyecto para solicitar al Ejecutivo porteño que se actualice el protocolo de clases presenciales para incorporar el aislamiento preventivo de aquellas burbujas a las que acudan niños, niñas o adolescentes que convivan con un familiar positivo de COVID-19. “Con el protocolo vigente, el contacto de un contacto estrecho no tiene indicaciones de aislamiento, por lo que las burbujas escolares a las que acuden estos niñxs y adolescentes no se desactivan, pudiendo provocar una cadena de contagios en las escuelas”, alertó.

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