Arq. Lucio Plorutti Dormal 
Colegio de Arquitectos de Chascomús

El amor por lo griego no tiene comparación en Occidente; tomando los mitos, las costumbres y las técnicas, apenas cambiándole los nombres. Así, ante la inminente decadencia de la Grecia Antigua, se mantuvo vivo su espíritu en lo que floreció como el Imperio Romano. Ahora bien, hablar de un simple plagio es ser obtuso, dado que el aporte de los de Rómulo y Remo mejoró notablemente lo que los griegos iniciaron, volviéndolo símbolo del primer y más reconocido imperio occidental hasta el día de hoy. Roma se convirtió en el centro del universo, y su alcance llegó hasta Bretaña, Galia, la medialuna de las tierras fértiles, y Egipto; único destino donde Marco Aurelio eligió el estilo de los faraones en vez de los templos de las antiguas Ciudades Estado. De esta manera fue que las legiones se mantenían ocupadas mientras no estaban conquistando civilizaciones «bárbaras»; construyendo tetrapilones, teatros, templos y mercados romanos, ya fuera en desiertos, montañas, valles o montes. El imperio de los César dejó testimonios vivos en ciudades a lo largo del Viejo Mundo.

Con el auge del Catolicismo y la llegada de Constantinopla, el Imperio Greco Romano flaqueó para dar lugar a las Mezquitas, y a los estilos Románico y Gótico; dejando de lado al Clasicismo y a su poderosa expansión. Hubieron de pasar largos siglos para volver a encender la antorcha de los órdenes clásicos en lo que hoy llamamos el Renacimiento, el Manierismo, y el Barroco. La caída de Constantinopla (hoy Estambul) y la expulsión de los Moros fue parte de la recuperación del viejo estilo, que encontró en el continente americano un escenario nuevo para desarrollar su extensión. Así fue que Asturias y Castilla comenzaron a ocupar el «nuevo» mundo, primero a la fuerza y luego mediante la evangelización. A través de estos métodos la expansión militar y religiosa terminó por conquistar las tierras más occidentales con una fuerte impronta barroca.
El Virreynato del Río de la Plata fue una necesidad política para la Corona, dado que en el puerto de Buenos Aires el contrabando estaba a la orden del día. Su creación, más las dos fundaciones de la ciudad; llevaron a ocupar militarmente las tierras del «fin del mundo». El brigadier Pedro Nicolás Escribano termina fundando el Fuerte San Juan Bautista en las inmediaciones de lo que hoy se conoce como la Plaza Independencia, en aquella fracción donde hoy se ubican la Municipalidad, la Comisaría, el Concejo Deliberante, y el Anfiteatro Municipal. Era la primera línea de defensa ante los aborígenes, que para entonces eran Mapuches que ya habían erradicado a los Querandíes. La lucha duró Cien Años, y el nombre surge de los mismos nativos que también reclamaban esas tierras fértiles, que por ser transandinos también les eran ajenas. Así nace Chascomús, como otro asentamiento bélico devenido en pueblo colonial allá largo y hace tiempo, a principios del siglo XIX.
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