Los analistas confirman que los sondeos indican que siete de cada 10 argentinos está dispuesto a realizar cierres más severos, intercalados con aperturas. El delicado equilibrio entre la recuperación económica y saturación del sistema sanitario. La expectativa de la mejora en el poder adquisitivo del ingreso.  

Mientras el gobierno apunta a encontrar un punto de equilibrio en el debate entre economía y salud frente al aumento de los contagios de Covid-19, más del 70% de la población parece dispuesto a aceptar medidas más restrictivas. “Si bien la mayoría está de acuerdo, en la práctica están los que pueden cumplirlo y los que no porque tienen que salir de su casa para trabajar”, explicó la consultora Analía del Franco.

Una encuesta del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) midió el humor social entre principios de febrero y fines de marzo y el resultado fue abrumador: más del 70% de los consultados estaba dispuesto a alternar períodos de apertura con cuarentena estricta. El aumento exponencial de casos, que la semana pasada batió récord de contagios, no hace más que apuntalar esa posición.

Si bien el gobierno anunció restricciones que resultaron más leves de lo esperado, desde el sistema de salud público y privado reclamaron “medidas drásticas” para frenar los contagios. Gran parte de las clínicas y hospitales están cerca de saturar sus plazas de terapia intensiva. Sin embargo, la porción más dura de la oposición busca llevar el debate al terreno de las libertades individuales.

“Se trata de una disputa por las representaciones, de cómo nos vamos a explicar lo que pasa ahora y lo que pasó en 2020. La posibilidad o imposibilidad de medidas más estrictas va a tener que ver con cómo nos las explicamos a nosotros mismos, cómo se va zanjando esa disputa”, dijo Daniel Feierstein.

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El sociólogo es uno de los analistas lúcidos de la pandemia y está próximo a presentar Pandemia. Un balance social y político de la crisis del Covid-19 (Fondo de Cultura Económica). Cree que aunque una parte mayoritaria de la ciudadanía apoya las medidas para frenar el avance del Covid, el Estado debería brindar más herramientas.

“En los estudios de opinión se observa una porción muy significativa de la población que comprende la gravedad de la situación. Y, posiblemente, si apareciera un apoyo económico que por ahora no está, debería aumentar el respaldo a las medidas”, señala.

El politólogo Hilario Moreno, de la consultora Dicen, ve un movimiento en la economía que aún no se tradujo en mejoras concretas. “Los problemas mayoritariamente vienen de la situación económica a fines de diciembre de 2020. La economía mejoró bastante, pero no hubo un correlato en la imagen del gobierno, ni en las percepciones económicas, ni en expectativas”, explicó.

Para Moreno, la inflación es la principal dificultad que enfrenta la población. “Se mueve la economía, pero hasta ahora no hubo aumentos salariales. Si estás en un gobierno peronista y la economía mejora, pero no se reparte, estás en problemas. La preocupación no es por la libertad sino la subsistencia económica”, dijo.

Además de la economía, otro obstáculo del gobierno parece ser el sector duro del macrismo, que cree encontrar eco en la población para rechazar medidas de cuidado y distanciamiento. Feierstein la denomina “minoría intensa” y cree que, con el paso de los días y el aumento de los contagios, la porción de la población que rechaza las restricciones es cada vez menor. “Dada la gravedad de los casos actuales y el casi colapso del sistema de salud, esa minoría intensa se va reduciendo. Pero es un desafío político la respuesta a ese sector”, explica.

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Del Franco, titular de Analía del Franco Consultores, también piensa que con los cierres dispuestos en la mayor parte de los países occidentales esa mirada pierde terreno. “El año pasado tenían más asidero que este por lo que ocurría en el resto del mundo. Ahora parecería que la mayoría está a favor de organizar mejor la cuarentena, si después lo pueden cumplir o no es otra cosa”, señala.

En la dicotomía salud-economía Moreno cree que con el paso de los meses la mayoría de las personas se fue acostumbrando a convivir con la pandemia y sabe cómo comportarse para prevenir la enfermedad. Y también saben que, si aumentan los casos, se incrementará la severidad de las restricciones. “No están más los aplausos a los médicos del principio de la cuarentena. Todos tenemos un familiar que se contagió o se murió. Está bastante claro qué puede suceder”, señaló.

“Lo que no hay es soga para cerrar ‘por las dudas’”, analizó Moreno. Sostuvo que no ve un “problema con las restricciones en abstracto” sino que aparecen cuando se trata de “cuestiones más reales”. “No poder llevar al pibe a la escuela, cuestiones laborales. No hay esa percepción estalinista de falta de libertad; tal vez la hubo al principio, pero fue tomando un equilibrio. A medida que cortes más fuentes de laburo puede empezar a tener más peso. Pega distinto para el que puede trabajar desde su casa y el que no. A los comerciantes los parte al medio”, reflexionó.

La gran incógnita que prevalece es qué sucederá con el núcleo duro de los anticuarentena. Feierstein sostiene que es una “minoría intensa” que está “muy amplificada mediáticamente”. Y que el “direccionamiento del discurso oficial” le terminó dando “más peso del que tiene”.

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Para el sociólogo, el gobierno “permanentemente le habla a ese sector. Se hace cargo de sus palabras y parecería que se refiere a la mayoría de la población”. Sin desdeñar la importancia del “10 o 15%” de la población que avala las posiciones más duras contra el Ejecutivo, Feierstein considera que “lamentablemente” la “minoría intensa” termina “ejerciendo un rol en la política sanitaria mucho mayor a su peso en la sociedad”.

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