Desde que salió su libro, el ex presidente está en boca de todos, sobre todo las oficialistas. Mientras se discute cada tuit o declaración deliberadamente provocadoras de Macri, quedan desplazados de la agenda los temas que realmente importan.

Es casi como una compulsión. Macri dice (o tuitea) algo y de inmediato saltan las respuestas. El presidente salió a cruzarlo por su afirmación de que con él en el gobierno habría lluvia de vacunas. Cada tanto, Santiago Cafiero se dedica a darle con un caño. El periodismo que simpatiza con mayor o menor énfasis con el gobierno satura programas y páginas con el detalle de las mentiras y los chanchullos de Macri. Algo que se acentuó notablemente con la salida del libro y con la complaciente entrevista que dio en el canal de La Nación. El ex presidente echó mucho combustible a esta tendencia.  Se dedicó a criticar de la peor de las maneras a gente intachable (Estela de Carlotto y Juan Carr) a sabiendas (o asesorado en ese sentido) de que así haría mucho ruido. Tal vez lo de la foto del dormitorio no haya sido tan casual. Terminó siendo objeto de comentarios, al igual que la pifia en la fecha de muerte del padre. Lo muestran en su costado humano, aspecto que Durán Barba siempre le aconsejó enfatizar.

No deja de ser curioso, pero es más desde la perspectiva contraria a él que por los esfuerzos de la tropa propia que el ex presidente está recuperando una centralidad en la política argentina que había perdido después de la derrota electoral de 2019. Queda claro que para el gobierno es una figura fácil de atacar. No solo por sus evidentes carencias intelectuales sino ante todo porque resume en su persona una gestión a la que se puede cuestionar sin demasiados esfuerzos. Y en un año electoral conviene poner del lado de enfrente a alguien que no tiene muchos logros que exhibir. Ni siquiera Juntos por el Cambio es muy enfático a la hora de defender la gestión de Macri. Con la excepción de Alfonso Prat Gay que parece no querer quedar pegado al desastre y le echa la culpa al desempeño de Kiciloff antes y al de Guzmán ahora.

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Una digresión al margen. Cristina, si bien suele usar a Macri de punching ball, disparó hacia quien parece estar primera en la línea de sucesión y es la que va siempre al frente en JxC: Patricia Bullrich. Por los días en los que CFK la comparaba con Jessie, la de Toy Story, Clarín publicaba una inverosímil encuesta de imagen en la que la ex ministra de Seguridad alcanzaba números tan positivos que ni Maradona después del Mundial 86. Sean cuales sean los números Bullrich suena hoy más presidenciable que Macri.

Se podría pensar si la estrategia electoral es la correcta. Esas son cosas que se comprueban a posteriori cuando se buscan las causas de una victoria o de una derrota. Explicaciones, como bien sabemos, hay para todo, o casi. Tal vez lo más interesante, antes que hacer futurología, es pensar en las consecuencias que tiene hoy volver a ubicar a Macri en el centro de la política nacional. Lo primero que aparece es que esa incorporación empobrece aún más el precario debate político en la Argentina, donde la chicana es casi el único recurso. Y es, además, entrar en la lógica de funcionamiento de los medios que abominan en general de la reflexión, el análisis y el debate de propuestas. Tira más un slogan que una yunta de ideas.

Prenderse al juego de chicana contra chicana, en general propuesto desde la oposición, implica no solo resignar el manejo de la agenda sino de alguna manera gobernar frente a una pantalla o un micrófono, algo a lo que es demasiado afecto el presidente, como si desconociera aquello de que el poder tiene, por definición, algo de inaccesible. Tanta entrevista, tanta declaración, tanta disposición a cualquier requerimiento de los medios no solo implica postergar tareas más urgentes sino colaborar con las discusiones superestructurales como si no fueran temas urgentes la inflación y la pobreza.

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En los medios afines al Frente de Todos parece reinar, en espejo, la misma obsesión que tuvo y sigue teniendo la prensa hegemónica con Cristina, entre otras cosas la apelación a la vara de la moral. Ella es maléfica y Macri un cínico de siete suelas. No se los considera como representantes de modelos políticos, económicos y hasta culturales sino que se afirma que sus pecados personales definen los espacios a los que pertenecen y lideran. Hoy por hoy, la prensa que simpatiza con el FDT es, con muchas excepciones, algunas muy estentóreas, más seria que la otra que ya ha optado definitivamente por el brulote salvaje. Ese camino no debería tropezar con la moralina ni con la Macridependencia. La investigación y el análisis, en general a cargo de las nuevas generaciones de periodistas (algo que se ve en claro en C5N, donde los más jóvenes investigan y los más veteranos pontifican) son un camino más estimulante. De otro modo se encalla en las opciones pobres, muy pobres que se están proponiendo desde la política.

 

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