El encuentro en Olivos entre el Presidente y el Jefe de Gobierno reafirmó la distancia de posiciones entre las autoridades de Nación y la Ciudad. El riesgo de romper totalmente el diálogo, con el colapso sanitario a la vuelta de la esquina.

A media mañana, cinco minutos antes de las diez, el Presidente Alberto Fernández recibió al Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta, en una fotografía que los mostró sentados a bastante distancia, mesa redonda de por medio, en sillones grises. Muy lejos quedaron, al menos por el momento, las conferencias de prensa conjuntas del 2020, junto al gobernador bonaerense Axel Kicillof.

Hablaron durante dos horas, sobre las medidas restrictivas que tomó Nación para el Área Metropolitana de Buenos Aires ante la brusca escalada de casos de COVID-19 que se propaga en el AMBA con inocultable velocidad, en un cónclave que se produjo tras el pedido público del Jefe de Gobierno porteño para ser recibido.

Las conferencias de prensa posteriores de ambos, reforzaron las posiciones que sostenían previamente, y no parecen haber cambiado el tenso ambiente entre las partes que, al menos públicamente, comenzó tras el anuncio presidencial y que todavía permanece, reunión incluida.

Así, la suspensión, en principio por dos semanas, de la presencialidad en las escuelas determinada por el Presidente emergió como el parteaguas que elevó en varios voltios la tensión con el Jefe de Gobierno. El encuentro, las conferencias de prensa, las explicaciones, dejan lugar a un puñado de acciones y preguntas que, lejos de unir, tensionan un momento que tiene a la saturación y el colapso de los hospitales del AMBA a la vuelta de la esquina. En primer lugar, la judicialización de la presencialidad en las escuelas.

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El Jefe de Gobierno porteño había anticipado que iba a “presentar un amparo ante la Corte Suprema de Justicia para que se trate de manera urgente” por la suspensión, acción que, finalmente, cumplió. En este sentido vale mencionar que, del otro lado de la General Paz, los intendentes del Conurbano de Juntos por el Cambio tampoco se quedaron quietos.

Por caso, el intendente de San Isidro, Gustavo Posse, firmó el jueves un decreto que declara a la educación “servicio esencial” en el Distrito. Y anticipó, además, que continuarán en plena actualización y ampliación de protocolos sanitarios para que las clases “puedan seguir impartiéndose de manera presencial”.

Todo esto, sin dejar de mencionar que continuarán con el impulso para mantener reuniones con autoridades provinciales, tanto de los establecimientos de gestión pública como en los privados “para que pueda continuar la presencialidad en las aulas de todos los colegios de San Isidro”.

Por otra parte, parte del mensaje que expresó el Jefe de Gobierno, sobre todo inmediatamente después del anuncio, indica que anoche algo se rompió en materia de diálogo y trabajo conjunto. ¿Podrá el espanto ante la segunda ola, los contagios, las muertes y los hospitales colapsados, volver a unir lo que separan las medidas a veces inconsultas y mal comunicadas, sumadas a la “grieta” de un año electoral?

También, queda por definir si el Gobierno nacional podrá hacer entender que el país está en el borde de un abismo epidemiológico, con muchas vidas en juego, y que no siempre se pueden establecer medidas totalmente consensuadas. Le toca, acaso, la parte más amarga, tomar esas medidas para todos, que jamás conformarán totalmente, y asumir la responsabilidad de acciones que estima las mejores en un escenario cada vez más grave. Aún a riesgo de equivocarse.

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