Nuestro planeta posee muchos elementos amigables, como también los tienen nuestras ciudades. Así como hay ríos, hay calles. Como hay lagos, hay plazas. Como hay montañas, hay edificios, y como hay mares hay parques. La ciudad es un ecosistema humano qué, inevitablemente, contiene varios elementos de la naturaleza. Existen ciudades con ríos y canales, otras costeras, algunas en las praderas y otras en montañas. En colinas, en desiertos, y hasta sobre el mar. Históricamente, se fundaban a orillas o cercanías de un cuerpo de agua, aunque siempre comenzaban a construirse las aldeas alrededor de un árbol. Con su espacio de expansión en un gran patio o plazoleta. La relación entre el hombre y el árbol es simbiótica y sagrada dado que dan reparo, sombra, y oxígeno. De ahí que uno de los elementos fundamentales de ambos mundos, el natural y el urbano, sea el árbol.

Ahora bien, el vínculo entre ambos va mucho más allá de lo esencial. Este agradable elemento cumple muchísimas funciones, como brindar color, atraer flora y fauna, y generar un ritmo necesario a la calle, a las plazas y a los parques. Pero además, nos dan escala. Las aldeas, pueblos y ciudades respectivamente tienen características distintas que comprenden el movimiento de las urbes, entendiéndose como la extensión, la consolidación, y la densificación. Primero está la extensión, que nunca deja de ocurrir. Es cuando crecen horizontalmente sobre la naturaleza, ocupando el territorio. Se trazan las calles y se lotean las chacras, momento preciso para determinar la forestación. Luego se van consolidando mediante el asfalto y los servicios públicos, el completamiento edilicio de la trama y, por supuesto; el crecimiento de dichos árboles. Y por última instancia llega la densificación, donde un pueblo comienza a transformarse en ciudad. En ésta instancia final es que el árbol termina de determinar la escala de la ciudad, comprendiendo a las construcciones que están por debajo o por encima de sus copas.
Hoy en día, Chascomús comienza su etapa de densificación y todos podemos notar los nuevos edificios que ya superan la altura del arbolado urbano. Estos cambios no solo son de escala, sino de asoleamiento, infraestructura, y tránsito. Y no todos los árboles son iguales. La densificación transforma el espacio público, desde las veredas y calles hasta las plazas y parques. Es así como una vereda angosta lleva un árbol chico o una planta, una plaza puede llevar especímenes grandes, y un boulevarde combinaciones de ambos, etc. Además, se puede optar por árboles de hoja caduca que permitan filtrar la luz en invierno, dando sombra en verano; o de hojas perennes que sirvan funciones como pantallas para el ruido y la visión, etc. Para ello existen carreras de paisajismo e ingeniería forestal, entre tantas otras. Como me gusta decir a mí, «el árbol es el mejor amigo del hombre».
Arq. Lucio Plorutti Dormal
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