Distintas editoras reflexionaron sobre las contradicciones y desafíos que encuentran en el oficio de edición.

Distintas editoras reflexionaron sobre las contradicciones y desafíos que encuentran en el oficio de edición.

Quienes fundaron e impulsan proyectos editoriales que visibilizan voces, temáticas y narrativas buscando ampliar el margen de circulación de temas en el mapa literario actual analizan las tramas que se van tejiendo a través de sus catálogos y reflexionan sobre las contradicciones y desafíos que encuentran en el oficio de edición.

Para Dafne Pidemunt y Leticia Hernando, editoras de La mariposa y la iguana, «el canon literario, la asignación de un valor al texto, es patriarcal. Pero tomar a las tecnologías de escritura como patriarcal es por lo menos cuestionable, ya que toda escritura está sostenida por un cuerpo y un sujeto que toma agencia de su propia voz en contra incluso del idioma y el peso de las normas que la limiten. Siempre ha sido así».

«A lo largo de la historia son numerosos los ejemplos que han logrado traspasar la barrera del silencio (Sor Juana, Alfonsina Storni, Djuna Barnes, Adrienne Rich, etc., etc.) pero son muchas más las que no han llegado a la publicación y se han perdido. Hoy esa barrera se está rompiendo y se escuchan voces como las de Clau Bidegain, Maia Morosano, Sasa Testa, Gabby de Cicco, Gaita Nihil… Como diría Hélène Cixous: ‘Una cultura milenaria está siendo minada por una raza de topos nunca conocida'», ejemplifican.

«A lo largo de la historia son numerosos los ejemplos que han logrado traspasar la barrera del silencio pero son muchas más las que no han llegado a la publicación y se han perdido.

Dafne Pidemunt y Leticia Hernando

Marina Yuszczuk, editora de Rosa Iceberg, asevera que le parece «raro» hablar de poder en relación al rol del editor de una editorial independiente. «Desde el momento en que una acepta publicar un libro se pone absolutamente al servicio como mano de obra intelectual y manual. No experimento el poder como editora de Rosa Iceberg y no lo veo en otras editoriales independientes. No sé si será diferente en editoriales grandes porque ahora los editores son empleados, no son los jefes de nada», explica.

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En esa línea, grafica: «Desde el momento en que uno elige un texto para editar, lo corrige, lo diseña, cuida hasta el último detalle de todo ese proceso en diálogo siempre con la autora, después te ocupás de la imprenta, de la parte financiera, armás los sobres para mandarlos, respondés los mails de prensa. No entiendo cuál sería la relación de poder porque uno está trabajando no siempre de manera remunerada. La relación de autora-editora la veo como una relación de colaboración y la experimento».

Yuszczuk resalta el trabajo como autora con los editores de Blatt & Ríos y «el respeto» con el que la trataron también en otras editoriales en las que publicó, pero cuenta que le ha pasado de trabajar en un medio feminista y que «el trato no sea bueno de parte de editoras mujeres».

«Los feminismos interpelaron especialmente a las generaciones más jóvenes y se tradujeron en una asombrosa voracidad lectora»

Marilina Winik y Natalia Ortiz Maldonado

En tanto para Marilina Winik y Natalia Ortiz Maldonado, de Hekht, «como otras explosiones activistas que impactaron en los comportamientos colectivos, los feminismos interpelaron especialmente a las generaciones más jóvenes y se tradujeron en una asombrosa voracidad lectora. Pero para entender este fenómeno no se puede desconocer que el campo editorial es una ‘industria’ así como tampoco se puede dejar de desconfiar en los modos en que se ‘habla/vende/actúa'».

Para ellas, «el mercado reduce y simplifica, despolitizando al movimiento de mujeres, lesbianas, gays, travestis, transexuales, intersex, queer y personas no binarias. Hay una diferencia evidente entre los tiempos, objetivos y modos de esos dos campos que no están solo en tensión sino antes bien, en clara oposición política, si bien es frecuente que el mercado intente licuar esta situación y reabsorberla en clave de ‘nichos de mercado’ de la industria cultural».

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Gaita Nihil, del sello Puntos suspensivos, expresa que «el lenguaje es un intento de reflejar nuestras experiencias. El movimiento propio del lenguaje lo convierte, al lenguaje, tarde o temprano, en hegemónico. De a poco, las formas de comunicar se van asentando y formando parte de los usos cotidianos (por ejemplo, el lenguaje no binario se ha trasladado a las cosas «todes les cuchares», perdiendo el sentido original de pensar más allá de las identidades binarias)».

«Los textos que pensamos repiensan la sociedad en que nos toca vivir, invitando a los lectores a abrazar nuestras identidades»

Gaita Nihil

Sobre estas transformaciones, reflexiona: «Todos los textos que hoy parecen disidentes, creemos y esperamos, mañana serán relatos de experiencias de todos los días, ya no atravesadas por la violencia machista, cisexista, odiante, sino que serán testimonios de tiempos más difíciles, como hoy se podría decir que textos fundacionales como ‘La mujer rota’, ‘El segundo sexo’ o ‘El pensamiento heterosexual’ son reivindicaciones casi indiscutidas».

«Los textos que pensamos repiensan la sociedad en que nos toca vivir, invitando a los lectores a abrazar nuestras identidades, y en ellos reafirmamos nuestro derecho a participar de la bibliodiversidad. El colofón es parte de nuestro manifiesto político contextual, en él contamos lo que está sucediendo en el momento en que un libro se lanza. Leer esos colofones con meses o años de distancia nos ayuda a ver los cambios (o no) que se produjeron en ese tiempo», sintetiza.

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