Una pésima señal hacia dentro del Frente de Todos y a la ciudadanía en un tema más que sensible. Poner el eje en el aprovechamiento político que pueda hacer la oposición es perder el eje de lo que vale la pena discutir.

Como era de esperarse, Clarín y La Nación salieron con los tapones de punta y ya acuñaron un título para el asunto: “las vacunas VIP” y Alconada Mon habla de “vacunagate”. Pero tal vez eso no importe demasiado, se le pega a Alberto haga lo que haga. En definitiva, es un nuevo peldaño en la escalera que lleva al esmerilado del gobierno y a jugar todas las cartas, las posta y las marcadas, al triunfo de Juntos por el Cambio.

Lo que importa es la idea de cómo se piensa la relación con el poder: pareciera haber una tendencia a verlo como un lugar en el que se debe beneficiar a la tropa propia. Ya había pasado con el episodio de Victoria Donda con su mucama. En su momento, la titular del INADI se había justificado planteando que el Estado debe acudir en ayuda de la gente en situación vulnerable y que ella, por su posición, no había hecho más que ceñirse a esta idea, aunque terminó admitiendo que era un error haberla aplicado en el caso de la mujer que trabajaba en su casa. Pero habla de un manejo del Estado desde la óptica pequeña de lo privado y que corre el riesgo de convertirlo en un instrumento de caridad.

Vale la pena detenerse en esta concepción del poder, que permite, además, escapar de las moralinas y las indignaciones de rigor. Esta prestación de servicios a los más cercanos es una práctica que atraviesa los gobiernos. Baste pensar los favores constantes y sonantes que Macri le hizo a Nicolás Caputo, su amigo del alma.

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Se hubiera esperado que el Frente de Todos actuara según otra lógica, en especial en un tema tan sensible como el de las vacunas, alrededor del cual aparece el tema de la escasez y la ansiedad y sobre el que se lanzaron sospechas – Beatriz Sarlo como iniciadora – de que había una especie de mercado negro. La vacunación de Moyano y su familia, de Valdés y, sorpresivamente, de Horacio Verbitsky puede leerse como una movida política –que por ahora se llevó puesto a Ginés González García – que termina por debilitar al gobierno, porque la vacunación paralela salió del riñón del poder. ¿Fuego amigo? De ser así, ¿con qué objetivo? ¿desplazar al ministro de Salud? Cualquiera sea la respuesta implica un retroceso, sea quien sea que ocupe su lugar. Es como un volver a empezar en un área demasiado sensible como la lucha contra la pandemia. Hay macanas de Ginés, sin dudas, quien hizo un ofrecimiento a sus cercanos, pero lo más inteligente hubiera sido decir que no, y no sacar tajada de una situación que más temprano que tarde iba a terminar por hacerse pública, es más fue el propio Verbitsky quien se ocupó de que trascendiera. Y más que hacerle el juego a la derecha es un mensaje a los propios compañeros. Es establecer jerarquías, los beneficios son para aquellos que cortan el bacalao o están cerca de quienes lo hacen. La militancia puede llegar a convertirse en un sostén para ese estado de cosas. Y basarse en una lealtad ciega y totalmente acrítica. No parecer ser lo que hace falta hoy. Tampoco sirve mucho pensarlo en términos de grieta que es el que se propone desde la oposición (Waldo Wolff llamó a un bocinazo) o la prensa hegemónica. Pero para algunos es una matriz de la que no se puede salir. Cynthia García planteó en C5N que se victimizaba a los vacunados, como si hubieran ido obligados a recibir la inyección. Va siendo tiempo de pensar por las propias y salir de la trampa, sobre todo porque episodios como este requieren otra clase de planteos que vayan más allá de la mera confrontación, que amenaza con transformarse en un deporte.

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Volver mejores es reemplazar y reformular la relación tradicional con el Estado. Es pensarlo desde otro lugar y no como un espacio propio. Mientras se considere que su misión es favorecer a los cercanos porque de esa manera se garantizan las lealtades y se consolida el poder, no hay política posible, entendida como la administración de posiciones contrapuestas, incluso dentro del propio espacio.

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