La autora de "la lengua madre" presenta un libro de crónicas.

La autora de «la lengua madre» presenta un libro de crónicas.

En «Extraño oficio», la escritora cordobesa María Teresa Andruetto reúne un conjunto de crónicas que indagan en la relación con otros a partir de su vocación por la escucha, un ejercicio de doble potencia porque construye el encuentro con un poblado de pequeñas historias orales, anécdotas y relatos evocativos que hilvanan viajes, lecturas y arte, y al mismo tiempo expone la forma que tiene la autora de mirar y detenerse en ciertas zonas de la realidad con un lenguaje tan emotivo como contundente.

Pocas personas tienen esa especie de halo que hace que la atención gravite hacia ella, a pesar de no haber iniciado ningún diálogo, ni tender un gesto. María Teresa Andruetto, la escritora cordobesa nacida en Arroyo Cabral, es una de esas personas a las que la gente se le acerca, le sonríe, le dice «Tere», como si la confianza se construyera en un intercambio de miradas. Incluso eso se traslada a la escuelas, con chicos y chicas, porque además de escribir para adultos también trabaja la literatura infantil y juvenil y de hecho es la única autora argentina distinguida con el Premio Hans Christian Andersen.

Esa vocación empática que marca el perfil de la narradora, poeta y ensayista, que durante muchos años trabajó como docente y tallerista,  se expone como un manifiesto de escritura y pensamiento en este libro que publica Penguin Random House, integrado por más de 50 experiencias, anécdotas, diálogos, con los que fue topándose a lo largo de su vida la autora de libros como «Lengua madre», «No a mucha gente le gusta esta tranquilidad» o «Cacería».

Antes de convertirse en crónicas, estas historias fueron relatos orales en el marco de la participación semanal que hace Andruetto todos los viernes en un programa radial de la Universidad Nacional de Córdoba, cuyas grabaciones fueron el insumo que le permitió llevarlas al plano de la escritura en textos breves y potentes que indagan, como dice la autora, en ese «extraño oficio de ver, de escuchar y de contar».

"Extraño oficio".

«Extraño oficio».

Lo que revela este libro es que para escribir hay que saber escuchar, aunque esa vocación suponga a veces anular un poco el pensamiento propio. Porque a veces la cronista no interviene en ese intercambio pero después lo recupera para matizar lo oído con su forma de entender el mundo, como lo cuenta a raíz de los comentarios de una colega que en un viaje en una ciudad marginal de Brasil rechaza el ascenso social y asocia, con indignación, pobreza y fealdad. «Tiene razón mi interlocutora, qué vamos hacer si tenemos que repartir un poco más los cielos y los suelos, y el aire, las calles, los aviones… y nos vemos llevados a ser un poco más feos y sucios para que otros sean un poco más lindos y limpios».

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Y en esas zonas en las que se detiene la escritora surgen otros textos que van desde la conversación con un taxista, la identidad y vigencia de una obra de arte barroca en el presente que aúna femicidios y patriarcado hasta la historia de un instrumento musical construido con basura, la imagen en redes sociales de un grupo de niños tomándose una selfie con una ojota o anécdotas personales de la juventud y la infancia, que siempre traslada a un plano de reflexión social.

«Tengo una memoria emotiva muy intensa que es muy anterior a mi condición de escritora. Una memoria no utilitaria, de la emoción, una memoria de la mirada, de la voz en el oído. El poeta Paul Celan toma unas palabras en alemán: ‘memoria’ y ‘agradecimiento’ que se escriben casi igual y las relaciona. La memoria como agradecimiento. Eso serían estas crónicas: una memoria como agradecimiento a lo vivido, a lo visto, a lo oído, a los muchos otros que no saben y me dieron alguna vez», dice Andruetto a esta agencia.

– Télam: Has dicho que escribís ficción a partir de una voz. En este libro de crónicas exponés esa vocación de escucha ¿cómo se vinculan esos sentidos de la oralidad?
-María Teresa Andruetto: La voz es la escucha y es la singularidad desde las hablas, eso que está en el aire mientras se vive. La escritura como captando la vida. Y eso se da también en la ficción. En este libro es más fuerte en el sentido de que son hechos reales, han pasado un proceso de cocción hacia la escritura porque las escenas están muy trabajadas pero no son ficcionales, son cosas que vi, escuché. Hay lugares muy diversos hasta pequeños pobladitos patagónicos,  la recuperación parte de la realidad. Soy alguien a quien la gente le cuenta cosas, supongo que hay algo en el modo de escuchar. Porque me ha pasado siempre, antes de publicar, no sé por qué.

-T: Entre tanto barullo, la escucha no es un bien común y tampoco es una tarea sencilla porque muchas veces no parecés estar cómoda con lo que escuchás.
-M.T.A: Es una escucha de algo que se revela, en el sentido fotográfico, de la hojarasca de palabras. Algo que aparezca, algo que corte el palabrerío y permita ver las palabras, un decir de verdad en medio de palabrerío cotidiano. Uno no podría soportar estar en un alto grado de intensidad todo el tiempo o en un grado de escucha atentisima todo el tiempo, produciría un agobio insoportable. No son cosas que yo he buscado, me han llegado, nunca salgo a buscar material ni siquiera para las ficciones.

Son como relámpagos, como cuando uno se sienta en el diván dice muchas cosas sin sentido y de pronto algo aparece que se diferencia del resto. Y ahí se escarba. De pronto, el azar, una posibilidad de escucha. Es el azar porque es el otro y es el momento en que está uno también. En esa unión, que no se tiene todo el tiempo, pude ver o escuchar mejor algo del mundo de los otros.  Por eso una de las citas de Itzik Manger, «¿Qué es mi solo de voz ante este coro?», ¿qué es uno como escritor ante este coro de situaciones que viven los otros? ¿qué es la voz de uno ante este coro de voces de los otros? En ese intento de captar coros de voces de otros hay cosas oídas y vistas a lo largo de una vida.

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-T: Y en ese sentido puede entenderse aquello que decís de que «nada de lo que un escritor crea puede escapar a lo que es», una forma también de postular una concepción que tenés sobre el oficio ¿no?
-M.T.A: Si porque tiene que ver con cuáles son las cosas que me llaman la atención. No hay una premeditación de ir a buscar pero evidentemente la mirada va hacia ciertas zonas que son un poco los bordes. De modo un poco general diría: son las periferias sociales, no siempre relacionadas con la pobreza porque también me atrae mucho la fuerza, la capacidad de resiliencia, la fuerza en el sentido de la fuerza interior.

Y si bien algunas crónicas tienen relación con figuras conocidas la mayoría son de gente común. Situaciones comunes. Se me ha hecho una estructura interna para contar eso, por ejemplo, yo sé que un texto no tiene que tener más de tres páginas, lo cual no ocupa un tiempo de lectura muy mayor a siete minutos. Son como auto reglas que  me he puesto para trabajar la condensación y que tenga potencia en esa apertura que puede hacer el lector. Y la articulación con algo leído porque las cosas que he leído me recuerdan las cosas que he vivido. Hay una cosa que va de la vida a los libros y de los libros a la vida otra vez, al mundo de los otros.

-T: Bueno… decís que en «la narración siempre está el otro»
-M.T.A: Si, el amor, la empatía con el otro, una mirada bondadosa, no porque sea buena pero sí comprensiva con el otro. En muchas crónicas se ve como la palabra del otro  te queda en el oído. Porque no es sólo lo que se dice sino cómo se dice. En ese cómo hay tanto más sentido de lo que se dice, si es que se pudiese separar una cosa con la otra. La forma y la valoración de las múltiples maneras de poner nuestra boca, nuestra lengua en la lengua de todos.

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T: ¿Por qué la ficción es «una mentira que se construye para decir una verdad más verdadera que la verdad»?
-M.T.A: La verdad entre comillas. Porque yo puedo decir la verdad es tal cosa y en el proceso de escritura algo va saliendo de ese escarbar. Uno busca un modo de decir, expande, condensa y demás y de pronto resulta que van apareciendo otras cuestiones que no son las que se habían visto al comienzo y que son más verdaderas que esa verdad superficial, que también puede ser verdad pero es más superficial que lo que había visto al comienzo.

En estas crónicas, el narrador es una proyección de mi pero en la ficción lo que hago cuando escribo es salir de mi, un desplazamiento para mirar desde otro ángulo donde la verdad es otra, no es la mía. Y a lo mejor ahí el otro tiene una verdad más verdadera que la mía o complementaria. Porque la verdad ficcional es una verdad metafórica. Y, como metáfora que es, la lectura se abre, se despliega en muchos sentidos posibles y esa verdad que era más unilateral se complejiza y se ensambla con cantidad de otras verdades para construir una verdad más verdadera que la mía.

-T: En este recorrido donde se filtran definiciones tuyas sobre la escritura y la literatura, sostenés que la escritura no se trata de poner en armonía las palabras sino de construir un pensamiento ¿implica una restauración de sentido distinto?
-M.T.A: El sentido de la escritura no es el paladar oído sino verdaderamente oír. Los grandes escritores universales en sus mejores momentos han podido captar algo de la relación individuo-sociedad o algo de la época. La literatura no es un juego para empalagar oídos sino el deseo de captar algo en eso que se oye o se ve. Y a la vez, después, claro que está la ética del oficio que es trabajar eso que se está intentando captar de una manera tan intensa y por eso la condensación, por eso el cuidado. Bueno, se llega hasta un punto y se abandona, como decía Gelman, porque uno tiene una capacidad limitada. Hay un poema de Rodolfo Godino que dice que en la «pelea con la palabra inhábil partes del corazón y la verdad se pierden». Trabajar el oficio lo más posible por respeto al lector, por ética de escritura, trabajarlo sabiendo que lo que uno ambiciona y desea alcanzar con la propia escritura siempre está por encima de lo que realmente se alcanza.

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