El presidente de Tanzania considera que el Covid-19 desapareció del país por obra de Dios y que las vacunas hacen daño.

Como nunca antes, la vigilancia epidemiológica se volvió un tema cotidiano. En pleno 2021, el número diario de casos de Covid-19, defunciones y hospitalizaciones reportado por cada país, es a las conversaciones casuales lo que solía ser el clima o los deportes previo a la pandemia.

Las cifras no sólo ofrecen una certeza en medio de un ambiente de incertidumbre. También inspiran toda clase de comparaciones–infundadas o precisas– sobre el manejo de la pandemia en todo el globo y funcionan como un termómetro que causa preocupación o alivio en la sociedad.

Sin embargo, existe un país donde los casos de Covid-19 dejaron de registrarse a mediados de 2020 y no existe política pública para frenar los contagios por una razón contundente: el gobierno no cree en el Covid-19.

Una espiral de negacionismo

Tanzania Covid-19
Foto: Kadri Sener Tam / Anadolu Agency

En mayo de 2020, cuando la pandemia comenzó a causar estragos en Tanzania, el presidente John Magafuli negó rotundamente que el virus alcanzara el país, negando toda clase de intervención para contener contagios y manteniendo los lugares públicos abiertos.

Ante el aumento de casos positivos, el gobierno de Magafuli recriminó a la OMS sobre los resultados de los tests y sugirió que los hisopos utilizados para las pruebas PCR estaban contaminados por el virus. Desde entonces, la vigilancia epidemiológica se detuvo y no se volvieron a publicar cifras sobre el estado de la pandemia en el país de África Oriental.

Tres semanas más tarde, Magafuli compareció públicamente y declaró que el virus desapareció súbitamente de Tanzania, gracias a que sus oraciones fueron escuchadas: “el coronavirus desapareció en el país por la gracia de Dios… rezamos durante tres días y el virus se terminó… dijeron que habría cadáveres en las calles de África, pero no sabían que Dios ama a Tanzania”, explicó. 

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En Tanzania, los cuartos de vapor se utilizan como un mecanismo de prevención contra Covid-19. Foto: Ericky BONIPHACE / AFP

Tal sólo fue el inicio de una espiral de negacionismo gubernamental, que impide conocer con certeza el estado de la epidemia en Tanzania. Y aunque al principio la Conferencia Episcopal de Tanzania (el principal organismo católico del país) mantenía la misma tónica que el mandatario, en la última semana, la Iglesia llamó a sus fieles a rezar, pero también “mantener y adoptar medidas de prevención practicadas en el resto del mundo, como evitar congregaciones y mantener un distanciamiento social”.

Conspiracionismo, negación del virus y antivacunas: una fórmula perfecta para el desastre

De la misma forma que cualquier teoría conspiracionista sin sustento alguno, el gobierno de Tanzania lanzó un cerco informativo, silenciando a los medios de comunicación que informaban sobre el creciente número de casos positivos. En abril de 2020, Amnistía Internacional documentó la censura oficialista a los periodistas que cubrían el desarrollo de la pandemia, llamando a las autoridades a dejar de restringir su labor informativa.

Tanzania Covid-19
Recientemente, la Iglesia se desmarcó de las declaraciones de Magafuli y llamó a sus fieles a mantener medidas preventivas. Foto: Ericky BONIPHACE / AFP

Además, Magafuli alimenta un discurso conspiracionista basado en la negación del virus. Desde su óptica, la pandemia es tan solo un pretexto utilizado para sabotear la frágil economía africana.

No sólo eso: el gobierno en turno también ha emitido una serie de recomendaciones que consideran efectivas para proteger a la población del virus, como el uso de vapor, hierbas medicinales y licuados de verduras, medidas que resultan insuficientes y cuyo mecanismo de acción no ayuda a evitar nuevos contagios.

En la polémica más reciente, el gobierno de Tanzania negó que el país africano esté por iniciar una campaña de vacunación contra Covid-19, debido a que el propio Magafuli se ha pronunciado explícitamente sobre la efectividad y seguridad de las vacunas, llegando a asegurar que pueden resultar dañinas.

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En suma, cada una de las acciones del gobierno tanzano alimenta un polvorín con consecuencias trágicas para la salud pública y el bienestar de sus 57 millones de habitantes, a pesar de que la OMS asegura haber ha iniciado conversaciones “al más alto nivel” para convencer al mandatario de que es necesario tomar medidas, llevar un registro e impulsar una campaña nacional de vacunación, una preocupación compartida por los países vecinos, que observan cómo Tanzania se encierra en el negacionismo y la conspiración.

 

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