Si año con año redactas una lista de propósitos durante los primeros días de enero, estás siguiendo una tradición milenaria originada en Mesopotamia sin siquiera saberlo.

Muchos de los rituales que repetimos casi de manera inconsciente tienen raíces en costumbres milenarias, que datan incluso de la Edad Antigua. Tal es el caso de escribir, al inicio de cada año, una lista de propósitos para llevar a cabo durante el ciclo que comienza en enero.

De acuerdo con Anthony Aveni, astrónomo y antropólogo de la Universidad de Colgate en Nueva York, muchas de estas tradiciones están ligadas con la superstición de alejar a los espíritus malignos. En su publicación más reciente, The Book of the Year: A Brief History of Our Seasonal Holidays, señala que al entrar en un periodo de transición, tenemos la necesidad desde hace siglos de protegernos contra la incertidumbre.

Según sus investigaciones, ésta es una reacción humana natural, de la que se tiene registro desde el esplendor de la civilización babilónica, fundada en el 2,300 a.C. Desde entonces, las personas se proponían lograr una serie de objetivos para dar una pauta a sus vidas durante el año que estaba por iniciar.

Una tradición babilónica

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Relieve en una pared de la antigua ciudad de Persépolis, Shiraz, Irán. Foto: Getty Images

 

Erigida entre las aguas de los ríos Tigris y Éufrates, Mesopotamia fue de las primeras civilizaciones de las que se tiene registro en la Historia de la humanidad. Incluso desde entonces, los antiguos babilónicos tenían la costumbre de redactar una serie de propósitos para iniciar un año nuevo, que celebraban en marzo durante 12 días.

Para este festejo, llamado Akitu, no se escribían propósitos como una medida de superación personal. Por el contrario, era un acto cívico y religioso a la vez, en el que los ciudadanos juraban una serie de metas frente al gobernante en turno, que se mantenían como ejes esenciales para tener el favor de los dioses en todo el reino.

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¿Cómo llegó a nosotros?

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Foto: Getty Images

 

Siglos más tarde, los romanos adoptaron esta costumbre y la trasladaron al emperador. Durante el mismo mes, se le hacían una serie de juramentos de lealtad, que se renovaban año con año.

Sin embargo, para el siglo XVIII, esta línea de promesas civiles fue adoptada por la iglesia metodista, quien la llevó a la práctica de realizar servicios de renovación el 31 de diciembre. Durante sus servicios religiosos, se daba la oportunidad a los feligreses de pensar en lo que había pasado durante el año, y así, renovar su compromiso con Dios durante un año más.

Originalmente, los propósitos de Año Nuevo tenían una connotación más bien política, de juramentos civiles ante las autoridades. Luego se trasladó a un contexto religioso, en el que se hacía una renovación de votos con la divinidad. Hoy en día, es una cuestión más bien secular, que tiene que ver con intentos —muchas veces fallidos— de superación personal.

 

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