Brienza: pasado y poesía en "La terrible sonrisa del vencido".

Brienza: pasado y poesía en «La terrible sonrisa del vencido».

Conocido por sus libros de historia, por sus columnas de política y por su participación en medios periodísticos, el escritor y politólogo Hernán Brienza publica por estos días «La terrible sonrisa del vencido», un libro de poemas que sorprende por el trabajo preciso que tienen cada uno de esos versos, que tantea de noche y corrige de día «para que no me engañen mis propios artificios», según manifiesta.

«La terrible sonrisa del vencido» publicado por Ediciones Lamás Médula abre con una «balada» que en realidad es el «Arte poética» del libro, la búsqueda de una palabra que dé vida, como en el mito del Golem, una búsqueda por lugares cotidianos. El libro es eso: una exploración permanente de esa palabra, con hallazgos sorprendentes y un vuelo poético en el que el lector agradecido deja ser transportado con fondo de zambas, chacareras, tangos y tópicos literarios resignificados.

La búsqueda permanente de la identidad propia y social del escritor se concentra en los versos del poema «Credo», en el cual se pone en primer plano el tejido histórico que tiene que suceder, los millones de cruces que en siglos ocurrieron para que el yo poético «el que soy / no otro si no yo / no habría escrito este poema / si es que esto es un poema / porque esto puede no ser un poema / y yo podría no ser yo / y vos, que estás leyendo esto, no serías vos».

Politólogo, escritor y poeta, Brienza nació en Buenos Aires, en 1971; es autor de «El caso Von Wernich», «El loco Dorrego», «El Golem de Marechal», «Urquiza, el salvaje», entre otros libros. Ahora con «La terrible sonrisa del vencido» hace público un género que las editoriales y el mundo cultural ha dejado de lado, pero que los grandes premios internacionales otorgados en este año, como el Nobel de Literatura a Louise Glück, han puesto de nuevo en un lugar que corresponde.

«La música es fundamental porque entrena el oído. Y permite escuchar el ritmo y la cadencia del texto. Es un gran entrenamiento.»

Hernán Brienza

Con este libro, el autor demuestra que la poesía argentina está más viva que nunca, renovada y con la metafísica belleza de toda su existencia.

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Télam: ¿A dónde ubicarías al poeta en el politólogo? ¿Cuáles son las cosas que acercan ambos oficios? ¿Cuáles los alejan?

Hernán Brienza: No tengo muy claro que pasión surgió primero en mí. Escribo poesía hace muchos años, realicé varios talleres de poesía colectivos e individuales en los ochenta y los noventa, pero el periodismo, que funcionó como una gárgola de palabras, siempre eclipsó un poco mi preocupación por la poesía. Creo que mi trabajo con la historia es como una etapa superior de mi trabajo periodístico, pero que incluye al mismo tiempo mi faceta de politólogo. Con lo cual hay allí una mixtura difícil de desentrañar. Respecto del oficio en sí, creo que a veces pienso la narración histórica como prosa poética y a veces mi poesía tiene una visita permanente a un pasado y a una melancolía que no dejan de ser necesarias para mirar la historia, al menos en mi opinión. Por supuesto, que aquello que alejan ambas formas de expresión está vinculado a la rigurosidad de los datos frente a la precisión de las palabras.

T: ¿La búsqueda de la identidad y la del pasado tienen que ver en algún punto con el historiador?

HB: Es posible que una de mis mayores preocupaciones esté vinculada a la cuestión de la identidad individual y colectiva. En ese sentido podría decir que en la poesía busco una simbolización del pasado más íntimo, más individual, ligado a las cosas que fueron constituyendo mi yo poético, que es diferente a mi yo periodístico, político, etcétera. Sin dudas, hay una poética del pasado pero un pasado un tanto ficticio. Podríamos decir que me interesa revisar con afán de historiador la construcción que hago en mis poesías. El tiempo, las pérdidas, son grandes obsesiones en mi poesía. Tal vez en mi vida y por eso me interesa recuperar el pasado en todos los órdenes de mi trabajo.

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T: ¿Cuál es el sentido de buscar la palabra que definís en tu arte poética y en tu poesía en general?

HB: Creo que a las palabras las busco, como digo un poco en uno de los poemas, en todos lados. Utilizo mucho las que tengo a mano, pero también es cierto que muchas veces salen de otras lecturas, de escuchas callejeras, de relatos, de formas de entreverar los sentidos. Y creo que la búsqueda es el sentido de lo poético. En el hallazgo el hecho poético está muerto.

T: ¿Cuál es la génesis del poema «La terrible sonrisa del vencido»?

HB: La terrible sonrisa del vencido es un poema que nace de un encadenamiento de lecturas. Obviamente nace de «Megafón o la guerra», en el que Leopoldo Marechal habla de la «terrible sonrisa del caído», pero fue reescrito en mi libro El Golem de Marechal y me quedó flotando la sensación de que no había terminado de escribir todo lo que quería decir respecto del tema. Fue escrito en el año 2018 y posiblemente sea el poema más político de todo el libro y supongo que tiene mucho de manifiesto existencial. La cuestión de la derrota también está dentro de mi radar de temas y obsesiones. Por eso incluso cierra el libro y creo que hace de bisagra para las preocupaciones del próximo.

T: El folclore y el tango aparece en tus versos ¿qué importancia tiene la música en tu obra y en tu vida?

HB: La música es fundamental porque entrena el oído. Y permite escuchar el ritmo y la cadencia del texto. Es un gran entrenamiento. Pero también lo hago en forma de clave para ser leído, como una especie de preparación de clima. Pero reconozco que el tango es como el barrio existencial donde se desarrolla más cómodamente mis poemas.

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T: ¿Cuáles son tus poetas familiares, los que genéticamente te construyeron? ¿Y cuáles son los que más lees?

HB: En realidad es una familia muy amplia, muy variada, y muy clásica también. Tengo una relación muy íntima con poetas españoles como Blas de Otero, León Felipe, Rafael Alberti, Goytisolo, pero también Pessoa, Pavese, Celan, Pound, Cummings, Szymborska, Tuñón, Borges, Gelman, Juarroz, Orozco, Pizarnik, Freidemberg, Szpunberg, Edwards, Lamborghini y Quevedo. También me gustan mucho Bellessi y Masín, Pero no sé si los tomo como afluentes. No quisiera ponerlos en el compromiso a los poetas vivos de negarme.

T: La noche está presente en tu poesía ¿qué lugar le das a ese momento en la creación?

HB: Voy a decir una obviedad y una cursilería. Pero la noche es todo. No es posible ningún desarrollo espiritual sin la nocturnidad. Es el territorio de la soledad y la ambigüedad. Y la poesía se hace -se lee y se escribe- con palabras precisas en un territorio de imprecisión absoluta. La poesía es una Casandra a oscuras en su celda. Dicho esto, yo tanteo de noche mis textos y los corrijo de día para que no me engañen mis propios artificios.

T:¿Qué parte de la esencia de los gatos es la que más te atrae?

HB: Los gatos tienen el secreto de cómo manejarse en el amor. Nos lo sugieren, pero nunca nos lo develan. Y me gusta creer que los gatos reinventan el mundo cada vez que lo miran.

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