Borges posa junto al retrato de su abuelo Francisco, el militar que fusiló a Acosta.

Borges posa junto al retrato de su abuelo Francisco, el militar que fusiló a Acosta.

Luego de la aparición del manuscrito inédito «Silvano Acosta», dictado por Jorge Luis Borges a María Kodama en 1985 sobre la ejecución a un desertor ordenada por su abuelo, el coronel Francisco Isidro Borges, se acaba de publicar la carta manuscrita del militar que dio origen al texto hallado y que permite reconstruir los últimos días de la vida del fusilado.

Siete meses antes de su muerte, Borges le dictó a Kodama este relato en el que narra la culpa que siente ante un hombre fusilado por orden de su abuelo militar, un texto que expone los sentimientos del autor de «Ficciones» ante lo que considera un acto indigno a reparar, y al que se le suma ahora el aporte de la carta publicada el sábado pasado por el diario La Nación.

A partir de un dato central del original que no ha sido tenido en cuenta hasta ahora, Télam pudo reconstruir los últimos días del personaje que agobiaba con culpas heredadas al más célebre escritor argentino. La carta que aporta algunos datos sobre el episodio pertenece en la actualidad al sobrino del escritor, Miguel de Torre Borges, hijo de Norah Borges y del poeta Guillermo de Torre.

La carta firmada por Francisco que atesora el sobrino del escritor.

La carta firmada por Francisco que atesora el sobrino del escritor.

A partir del nombre del conocido capitán jordanista Manuel Maragato, residente en Diamante, la ciudad a la orilla del río Paraná, se puede reconstruir que el personaje mencionado por Borges en su relato de 1985, Silvano Acosta, formaba parte del Batallón Guardia Provincial de Buenos Aires y había desertado para formar parte de la gavilla capitaneada por el citado Maragato, famoso en ambos frentes, y quien se encontraba a las órdenes del rebelde entrerriano Ricardo López Jordán.

La breve carta, fechada el 25 de enero de 1871 y firmada por el abuelo del escritor, dice: “Al Excm. Señor Ministro de Guerra y Marina de la República. Hoy ha sido pasado por las armas el soldado Silvano Acosta del Batallón Guardia Provincial de Buenos Aires, por el crimen de deserción al enemigo, en cuyas filas fue aprehendido haciendo parte de la gavilla capitaneada por el traidor maragato (sic).

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La causa firmada en que han sido llenadas todas las formalidades de la ordenanza es la que tengo el honor de adjuntarle a la aprobación de Ud. Dios guíe a Ud. Francisco Borges”

A partir de esta carta y revisando la “Memoria presentada por el ministro de Estado en el departamento de Guerra y Marina al Congreso Nacional de 1871” es posible saber que Silvano Acosta fue capturado en Diamante, el 10 de enero de 1871, por el teniente Jovino Albornos y los oficiales José Floriano Taborda y Gervasio Garay con solo trece soldados. El “desertor” Acosta fue sorprendido en un grupo de una treintena de soldados a las órdenes de Maragato. El capitán jordanista a cargo de la plaza de Diamante prefirió morir a rendirse, a pesar de las indicaciones dadas por los leales al entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento.

“Memoria presentada por el ministro de Estado en el departamento de Guerra y Marina al Congreso”.

“Memoria presentada por el ministro de Estado en el departamento de Guerra y Marina al Congreso”.

Unos días después, el desertor Acosta, junto a otros siete prisioneros, fue trasladado en un vapor, ya que en esos días no había viento para la navegación a vela, desde Diamante, cuarenta kilómetros por el río Paraná, hasta la ciudad homónima, sitio en el que se encontraba el jefe de la defensa de la plaza, coronel Francisco Borges.

El 13 de enero de 1871, el militar, abuelo del escritor, informa a Carlos Tejedor, ministro de Guerra y Marina de la República, que las fuerzas de la guarnición del Paraná han sorprendido “al enemigo” en el pueblo de Diamante y que ha resultado la muerte del Comandante Militar de ese punto y se han tomado ocho prisioneros. Sin dudas, por la carta con puño y letra del coronel Borges, donde menciona al “traidor Maragato” entre los ocho prisioneros mencionados, se sabe que entre ellos se encuentra el desertor Silvano Acosta.

El superior inmediato de Acosta era el capitán Maragato, un hombre de 56 años, “célebre” desertor de las fuerzas del Sargento Mayor Álvarez. El 24 de agosto de 1870, Maragato ya había sido capturado en la misma ciudad, junto a otros dos desertores del Batallón “Santa Fe”: Domingo Quiñones y Fermín Paso. Fue apresado por el batallón “5º de Línea” a las órdenes de Nicolás Levalle, quien con los años llegaría a ser ministro de Guerra de Miguel Juárez Celman y José Evaristo Uriburu. El “célebre, desagradecido y traidor”, como Jovino Albornos llama a Maragato en la carta que le dirige a su superior, el coronel Borges, no parece ser tal.

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¿Espía o traidor?

Sin embargo, un mes después de esta captura, Francisco Borges en un manuscrito que se encuentra en la Biblioteca Nacional, en papel celeste, rayado, con filigrana y con los bordes deteriorados, de su puño y letra -fechado en Paraná, el 30 de septiembre de 1870- le escribe al general Juan Andrés Gelly y Obes: «Entre los hombres que conduce Lezcano va un capitán Maragato, peine de cuenta que puede serle muy útil para mandarlo como espía, recolectar caballos y cualquier comisión riesgosa».

Este documento oscurece la historia, porque revela que el capitán Maragato era espía del coronel Borges. A pesar de esto, tres meses después muere enfrentándose con Jovino Albornoz, a las órdenes del abuelo del escritor, quien además captura a los otros soldados desertores, entre ellos el ejecutado Silvano Acosta, muy probablemente enviado con Lezcano al general Gelly y Obes con el espía.

Entre las opciones de hombres signados a las armas o las letras que llevaba en su abolengo, Jorge Luis Borges eligió, sin dudas, nunca acercarse a la aventura de los cuarteles y aferrarse en cambio al mundo literario. El estigma que le provoca la carta con la orden del fusilamiento a Acosta firmada por su antepasado tiene que ver antes que con una cuestión militar, con uno de los nombres con el que fue bautizado, el mismo de la mano condenatoria: Francisco. Eso por un lado y, por otro, el autor de “Ficciones” no reconoce que las reglas de la guerra sean distintas, como señala Miguel de Torre Borges al diario La Nación.

Para terminar de comprender la postura del escritor argentino, solo bastan recordar dos fragmentos de su “Poema conjetural”, publicado el 4 de julio de 1943, en el diario fundado por Bartolomé Mitre, un año antes del fusilamiento en cuestión:

“El doctor Francisco Laprida, asesinado el día 23 de septiembre de 1829 por los montoneros de Aldao, piensa antes de morir: «Yo que anhelé ser otro, ser un hombre / de sentencias, de libros, de dictámenes, / a cielo abierto yaceré entre ciénagas; / pero me endiosa el pecho inexplicable / un júbilo secreto. Al fin me encuentro / con mi destino sudamericano.”

El autor de “El Aleph” considera que en el campo de batalla hay asesinatos y no acepta que las reglas de la guerra son otras, por eso piensa que su antepasado, Laprida, al igual que el desertor son “asesinados”.

El fusilamiento de Acosta no es solo parte de ese destino sudamericano, sino que también repercute en la cifra íntima que encierra el nombre de Jorge Francisco Isidoro Luis Borges. El escritor se llamaba Jorge por el padre, Francisco por el abuelo paterno, Isidoro por el materno y Luis, por su tío el uruguayo Luis Melián Lafinur, aunque el abuelo materno del coronel Francisco Borges, se llamaba también Luis Lafinur.

Borges junto a Kodama, quien tipeó el texto que narra la culpa por el cromen de su ancestro.

Borges junto a Kodama, quien tipeó el texto que narra la culpa por el cromen de su ancestro.

“La discordia de sus dos linajes», el de Juan Dahlmann, el protagonista del cuento “El Sur” -alter ego del autor- se activa en la presencia de ese hombre ejecutado. El tópico clásico de las armas y las letras aparece materializado en las palabras de su abuelo ordenando la ejecución de un personaje, el cual a partir de los documentos inéditos que van apareciendo se va construyendo con palabras (esa constitución esencial que tienen los personajes literarios).

Silvano Acosta ya es uno de ellos. Las armas suelen quitar algunas vidas que las letras inmortalizan.

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