"Soy la peste" refleja de forma ampliada "cómo opera el egoísmo durante esta tragedia planetaria".

«Soy la peste» refleja de forma ampliada «cómo opera el egoísmo durante esta tragedia planetaria».

Junto a un diario de lecturas titulado «Los días Trakl» y los mails a su compañera -la escritora Fernanda García Lao- reunidos en «Mis citas con Lao», el escritor Guillermo Saccomanno publica en estos días «Soy la peste», una novela iniciática de un adolescente que asesina a su familia y sale a recorrer una Buenos Aires apocalíptica, una historia que pretende, como dice su autor: «reproducir nuestra miseria en espejo».

No es común que tres libros inéditos de un mismo autor salgan simultáneamente, pero algunas causalidades que Saccomanno explica en «Tres cuestiones existenciales» -un texto del escritor que acompaña esta entrevista- hicieron que esto suceda, pero con el adicional de que «una relación entre existencia, lectura y escritura» vincula las tres publicaciones.

«Soy la peste», la novela del autor de «Cámara Gesell» que la editorial Planeta edita ahora en noviembre, fue escrita en cuarenta días y narra la historia de un chico que vive en un prostíbulo y que luego de envenenar como ratas a su familia sale a recorrer una Buenos Aires donde la muerte está cada dos pasos y los cadáveres que se amontonan en las esquinas son incinerados por «una tropa de negros funambulescos». Una novela iniciática, dentro de una tradición de la picaresca argentina, donde la nieve que cae enrarece más el clima de la ciudad tomada por la peste. Ricos y pobres, la gente «cheta» de Barrio Norte y los viajeros en la terminal de plaza Miserere comparten una sola cosa que los nivela, como ha sucedido en la historia de la humanidad: la muerte. Esta vez de forma arrasadora.

Una novela que refleja de forma ampliada «cómo opera el egoísmo durante esta tragedia planetaria», y cómo en palabras del escritor «esta peste, aunque no lo aceptemos, nos pone a prueba frente a nosotros mismos».

– Télam: ¿Enmarcarías a «Soy la peste» dentro de una novela de iniciación pero en un clima de violencia pandémica?
– Guillermo Saccomanno: Hay dos referentes de iniciación de esta novela. Uno, central, es «El juguete rabioso», de Arlt. El otro «Una temporada en el infierno», de Rimbaud. Son los libros que me formaron cuando tenía quince años y salí a la calle a trabajar. Y fueron los libros de lectura y consulta mientras escribía esta novela. Todo el tiempo, aquí en la mesa. Cuando me bloqueaba leía uno o el otro. Cuando era pibe, en Mataderos al salir a la calle a laburar, el descubrimiento de la ciudad fue enfrentar a un territorio hostil y seductor a un tiempo. A la vez que iba haciendo mi biblioteca comprando en los kioscos de usados y rebusques… a todas partes iba con Arlt, que era mi «guía espiritual» y Guía Peuser a la vez. En este sentido, «Soy la peste» es una novela que le habría tal vez gustado leer a ese pibe que fui. Desde ahí, desde esa iniciación, la escribí. Quería recobrar la rabia y la inocencia, el extravío en un mundo ajeno que hay que tomar por asalto.

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– T.: El protagonista ve un muestrario de personajes desagradables y acciones terribles durante la peste ¿Cuáles te parece que estarían sucediendo durante la actual pandemia?
– G. S.: No creo que los personajes sean desagradables. El pibe nace y se cría en un quilombo. Pero, ¿acaso no todas las familias, a su modo, son un quilombo? En todo caso los personajes con los que se cruza son proyecciones expresionistas de seres que tenemos cerca todos los días y que, en situaciones límite, causan temor, recelo, repugnancia. No siento que puedan ser superiores a cualquier semejante puesto a prueba ante la catástrofe. Miremos alrededor. Miremos cómo opera el egoísmo durante esta tragedia planetaria. Y esta peste, aunque no lo aceptemos, nos pone a prueba frente a nosotros mismos. En este aspecto, la literatura debe ser una alarma. Y lo que este libro pretende es, en su alerta, reproducir nuestra miseria en espejo.

-T.: ¿Dentro de cuál tradición de novelas sobre la peste ubicarías tu historia?
-G. S.: De elegir un lugar en un estante de una biblioteca personal me gustaría –vaya pretensión– que se ubicara, como dije, al lado de “El juguete rabioso”. Mientras la escribía pensaba también en Pasolini, sus novelas de la calle. Pasolini podría ser una marca central de esta escritura.

– T.: ¿La nieve en Buenos Aires es un homenaje a «El Eternauta» de Héctor Germán Oesterheld?
– G. S.: Una anécdota: cuando avanzaba en la novela, mi analista, me marcó la relación de esta historia con «El Eternauta»: la nevada. Obvio, cómo no iba a sucederme esta influencia que para mi generación fue fundante. De Oesterheld, hablo. Fue mi modelo cuando empecé a escribir guiones. Lo conocí en una editorial, era todo un maestro. Era humilde y generoso con su saber literario. Con Carlos Trillo le hicimos el último reportaje en vida, días antes de que fuera desaparecido. Siento una deuda enorme con Oesterheld. Y no sólo por esa nevada mortal que metaforiza el terror.

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– T.: ¿Cómo trabajaste la relación permanente entre erotismo y muerte que recuerda la literatura de Georges Bataille?
– G. S.: Cuando uno está escribiendo no piensa en términos de relaciones de significantes. En mi caso, me dejo llevar por la pulsión de la historia. Avanzo a trompadas en la oscuridad. Esta novela la escribí en poco más de un mes, entre abril y mayo. Fue un exorcismo contra la angustia que me causaba el encierro por la peste y, a un tiempo, un acto secreto de contrafobia. Arrancaba a las cinco de la mañana, todavía en lo oscuro. Lo hice en secreto, sin contarle a nadie, excepto a mi analista. Pensé que me había rayado. Cuando empecé pensaba que estaba quebrado como narrador, que -como lo insinué en un libro anterior- no volvería a escribir una ficción. Aunque podía y puedo escribir artículos, esta novela la escribí con el miedo de estar bloqueado para siempre. Cada amanecer, cuando me sentada ante la máquina, ignoraba cómo seguir. En este punto, replique el método de los folletinistas (Dostoievski era uno) y también el de Oesterheld con la aventura por entregas semanales.

– T.: Ese muestrario donde el mal vence a todos: pobres, ricos… ¿sería una especie de «El triunfo de la muerte» de Pieter Brueghel de nuestra época?
– G.S.: La muerte está en el corazón del sistema capitalista. No creo en lo que dicen que el capitalismo puede ser humano. No hay humanismo alguno en el sistema de la plusvalía. Esta pandemia, ¿acaso no es un síntoma claro del canibalismo del sistema? Más allá de cualquier hipótesis científica sobre su origen, no cabe duda de que su causa está en la voracidad de la cultura y la política extractiva. Estoy convencido de que caminamos alegremente hacia el abismo. No creo tampoco ser apocalíptico. Todas las mañanas, el primer diario que leo es The Guardian. Fin de toda ilusión. Somos parte de la debacle.

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– T.: ¿Cuál sería el simbolismo de la virginidad del personaje cuya familia es dueña de un prostíbulo?
-G. S.: Onetti dice en alguna parte que todo tipo, aún el más canalla, tiene una zona de pureza que a veces le sube a la superficie. Y es el caso del pibe protagonista. Lo que busca, quizá sin saberlo, es un amor en sus términos de voracidad y desesperación.

-T.: ¿Cómo trabajaste el registro del habla del narrador y el lenguaje marginal, crudo?
-G. S.: Quise que la narración se leyera en una cruza de pasado y presente. Pero que esta tensión no se planteara sólo en términos escenográficos. No sólo a través de la incorporación de un tranvía y un avión a reacción. Me interesaba que el conflicto estuviera entre un lenguaje alto y uno plebeyo, entre una prosa culta y una lunfarda. Es decir, que la temporalidad se respirase en el combate entre dos lenguas. Una legal y otra marginal.

– T.: ¿Pensás que durante la actual pandemia (como en todas) «el otro es el enemigo»?
– G.S.: Italo Calvino dice en «Las ciudades invisibles» que la manera de sobrevivir en el infierno es encontrar a alguien que sea menos infierno.

-T.: El protagonista solo siente empatía por “el Espástico”, como llama a su hermano ¿Cómo es esa relación fraterna?
-G. S.: El afecto por su hermano espástico es la prueba de que el héroe, un canallita en potencia, puede en su crueldad naturalizada, experimentar una piedad que se parece a la solidaridad.

T.: El personaje siente amor y admiración únicamente por Toribia… ¿Cómo ves esa relación?
-G. S.: Toribia es la calentura, pero también la atracción del misterio.

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